El turismo es un motor económico crucial para Andalucía, que en 2023 rompió récords al recibir 339 millones de turistas y generar beneficios de 24.800 millones de euros. Sin embargo, detrás de estas cifras se esconden realidades preocupantes que afectan la calidad de vida de los andaluces, especialmente en las grandes ciudades y pueblos costeros. Gran parte de estas problemáticas están exacerbadas por la gestión del actual Consejero de Turismo, cuyas políticas favorecen más a la industria hotelera, que lo considera "uno de los suyos" y la inmobiliaria que a los ciudadanos.
Uno de los efectos más evidentes del auge turístico es la transformación del mercado inmobiliario. Andalucía se ha convertido en la comunidad con más alquileres turísticos de Europa, con más de 116.000 viviendas turísticas y 600.000 plazas. Este fenómeno es particularmente notable en Málaga, donde el número de viviendas turísticas ha alcanzado las 67.000. En el centro de la ciudad hay más viviendas turísticas que vecinos censados. En Sevilla, el Barrio de Santa Cruz es un ejemplo claro con el 60% de sus viviendas destinadas al turismo. Esta situación ha expulsado a los vecinos de toda la vida y ha deteriorado el tejido social del barrio, una problemática que el consejero ha ignorado por completo. A este ritmo, el centro de Sevilla se convertirá en la Venecia andaluza.
El encarecimiento del alquiler es una consecuencia directa y devastadora. En la última década, el precio del alquiler en Andalucía ha subido un 78%, pasando de 468 a 832 euros de media mensual. Málaga y Sevilla han visto incrementos del 124% y 73% respectivamente. Esta realidad convierte el acceso a una vivienda asequible en un reto casi insuperable para los andaluces, desplazando a familias y cambiando la estructura demográfica de las ciudades. El Consejero de Turismo, sin embargo, parece más interesado en atraer más turistas que en abordar esta crisis de vivienda.
El turismo también tiene un impacto significativo en el consumo de recursos naturales, especialmente el agua. En Sevilla, según EMASESA, cada plaza de alojamiento turístico consume tres veces más agua que los hogares de la ciudad. Con más de 3 millones de turistas anuales en una ciudad que no llega a 700.000 habitantes, esta presión sobre los recursos hídricos es insostenible, especialmente en un contexto de sequía recurrente. Pese a esta alarmante situación, el Consejero de Turismo sigue promoviendo un crecimiento turístico sin implementar medidas para gestionar estos recursos de manera sostenible. De hecho acaban de autorizar un nuevo campo de golf en la costa reseca malagueña.
La masificación turística no solo afecta a la vivienda y los recursos, sino también a la cultura local. La turistificación cultural sustituye las actividades culturales propias por espectáculos y eventos orientados al turista. En Andalucía, la Red Andaluza de Teatros Públicos y el Museo de Arte Contemporáneo han sufrido recortes significativos, mientras que el apoyo público a grandes eventos y festivales enfocados en atraer turismo ha aumentado millonariamente. Este desequilibrio es otra muestra de cómo las políticas del Gobierno de Moreno Bonilla están desvirtuando la identidad cultural de muchas zonas en favor de los beneficios de unos pocos.
Los barrios históricos ven cerrarse sus comercios tradicionales, sustituidos por tiendas de recuerdos y gastro bares para turistas. En Sevilla, el Barrio de Santa Cruz ha perdido mercerías, zapaterías, pescaderías, carnicerías y mercados de abastos, deteriorando la vida cotidiana y la identidad cultural del barrio, que es casi ya un parque temático. Este Gobierno del PP, en lugar de implementar políticas protectoras, permite que esta transformación continúe sin freno.
El papel del Consejero de Turismo en esta situación es fundamental y lamentablemente negativo. Sus políticas priorizan la expansión turística depredadora sin considerar los efectos destructivos, defiende los intereses de la patronal hotelera que le considera como ya hemos dicho “uno de los suyos” y la de grandes propietarios de vivienda. El reciente Decreto sobre viviendas turísticas, en lugar de imponer medidas efectivas, delega la responsabilidad a municipios sin recursos suficientes. Sus campañas millonarias de promoción turística en el extranjero reflejan una desconexión total con las necesidades reales de los vecinos.
Los andaluces comienzan a movilizarse frente a este panorama en el que Andalucía se convierte en patio de recreo de los extranjeros o los del Norte. Es hora de parar esta sangría que nos convierte en la colonia interna de España, donde se extraen recursos ambientales, del trabajo (especialmente precarizado en este sector para poder poner cervezas baratas) y nuestra forma de vida o nuestro derecho a vivir para que acumulen riqueza fuera de aquí. Porque, como es habitual, las grandes empresas que se benefician de nuestros dolores tributan fuera de Andalucía.
Se puede cambiar de rumbo. Debemos poner en el centro a las personas y la vida.
Para abordar los desafíos que enfrenta nuestra tierra en primer lugar preguntemos a los andaluces y andaluzas mediante una consulta popular sobre la implementación de una tasa turística en la comunidad, asegurando una participación ciudadana real y transparente, sin manipulación de encuestas por parte de los amigos del Consejero y la patronal empresaria y hotelera.
Es necesario establecer una normativa para proteger el mercado residencial en zonas afectadas por el turismo y regular medidas que eviten molestias a los vecinos en estas áreas. Para abordar la escasez de viviendas, ¿porqué no realizar expropiaciones de viviendas vacías de larga duración por motivos de interés social y destinarlas a alquiler social? ya está bien de poner al capital y el mercado siempre por delante de todo. Además, urge declarar zonas de mercado residencial tensionado en Andalucía y aplicar limitaciones al precio del alquiler según lo previsto en la ley de vivienda que el Gobierno de Moreno Bonilla se niega a implementar.
Nadie pone encima de la mesa que congelar las autorizaciones de viviendas turísticas no reduce las barbaridad que ya hay, por lo que hay que hay que ser valientes e implementar medidas legales para reducir las viviendas turísticas existentes en barrios donde superen el 8% de la vivienda residencial y reducir los precios de alquiler para armonizarlos con la capacidad económica de la población media andaluza. También es importante fomentar el comercio local tradicional en zonas turísticas y dejar de apoyar actividades comerciales que no se alineen con la identidad de los barrios afectados por el turismo.
Otra buen idea es establecer un impuesto extraordinario a las grandes empresas del turismo y la hostelería que operen en Andalucía, destinando su recaudación a paliar el impacto medioambiental del turismo y a vivienda social en régimen de alquiler en zonas tensionadas. El Impuesto extraordinario a las grandes fortunas no ahuyentó a nadie.. Esto tampoco lo hará. Nos faltan normas que obliguen a las grande cadenas que operan en Andalucía para que tengan su sede fiscal en nuestra comunidad y tributen aquí lo que correspondería.
Es vital estudiar el impacto medioambiental de la llegada de turistas por avión y no otorgar ayudas públicas a empresas hoteleras que subcontraten servicios con peores condiciones laborales que las establecidas en los convenios colectivos del Debemos implantar cooperativas del turismo y la hostelería y medidas para paliar la contaminación de los cruceros en los puertos andaluces, incluyendo la reducción de atraques. 11.000 personas desembarcando en un día en Cádiz no puede ser nuestro modelo. Deben establecerse límites al desembarco de turistas de cruceros según la capacidad de los servicios públicos locales y prohibir el riego de campos de golf durante épocas de sequía, reorientando laboralmente a los trabajadores del sector si es necesario.
Somos quienes más turistas recibimos pero quienes menos turismo podemos hacer. ¿Qué hay de la idea del turismo como servicio público? Nos falta un plan vacacional para que toda la población andaluza pueda disfrutar del turismo, organizando viajes y estableciendo una red de pequeños establecimientos turísticos accesibles para todos, ya que más de la mitad de los andaluces no puede permitirse irse de vacaciones.
Recordemos que los pueblos más ricos no son los que más turistas reciben, sino los que más turismo pueden hacer. Ese es nuestro camino.