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Cuando Vargas Llosa admiraba al Che Guevara

Como tantos otros izquierdistas de la época, el escritor consideraba legítimo el recurso a la violencia para derribar la opresión capitalista

14 de abril de 2025 a las 12:36h
Mario Vargas Llosa.  REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
Mario Vargas Llosa. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Con Mario Vargas Llosa se va el último gran representante del boom latinoamericano, un novelista de excepción que en demasiadas ocasiones se ha visto oscurecido por las polémicas políticas que ha protagonizado. Ahora recordamos al prohombre de derechas, pero, en los años sesenta, su perfil era el de un izquierdista que simpatizaba con la revolución cubana. Al futuro Nobel le hubiera gustado, en aquellos momentos, que su Perú natal se pareciera a la isla caribeña. Cuando comparaba ambos países no podía evitar un sentimiento de tristeza.

La cercanía de Mario al castrismo se manifiesta, por ejemplo, es las palabras de elogio que dedica al Che Guevara tras su asesinato en Bolvia. Le compara con José Martí y Simón Bolívar porque también es un hombre de acción y un intelectual con sentido de la unidad latinoamericana. Su originalidad radicaría en hacer compatible esa aspiración de unificación continental con los principios del marxismo. Por otra parte, lo defiende contra quienes lo acusan de correr insensatamente hacia la muerte. La verdad sería la contraria, puesto que nos situaríamos frente a un hombre que había medido y aceptado los riesgos, no para inmolarse a sí mismo sino para alcanzar su objetivo político, la derrota del imperialismo estadounidense.

Nada hay soprendente en este tipo de planteamientos. Como tantos otros izquierdistas de la época, Vargas Llosa consideraba legítimo el recurso a la violencia para derribar la opresión capitalista. En diferentes momentos, manifestó su simpatía hacia aquellos que tenían el coraje de luchar por la causa revolucionaria con las armas en la mano. Era por eso que admiraba, por ejemplo, a los guerrilleros peruanos que habían muerto en Jauja en 1962. Un año después, le tocará muy de cerca la muerte de su amigo Javier Heraud, un poeta de apenas 21 años que se había incoportado a las filas del Ejército de Liberación Nacional. Constituía, a sus ojos, un modelo de héroe por el valor con el que había caído en combate. En aquellos momentos, el novelista estaba convencido de que no había más solución para América Latina que la que pasaba por la punta de los fusiles.

En esos momentos aún no ha inicido su evolución hacia el pensamiento liberal. Hay, sin embargo, un importante elemento de continuidad con lo que será su ideología posterior: la crítica al nacionalismo. No deja de enfatizar que la guerrilla del Che está compuesta por hobres de diversas nacionalidades y que su jefe hace todo lo que está en su mano por reprimir los brotes de chauvinismo, cada vez que se produce por un encontronazo por rivaidades “regionalistas”. El Vargas Llosa socialista y el Vargas Llosa liberal están de acuerdo en que América Latina se ha visto sometida a una balcanización artificial, de forma que las fronteras arbitarias no dejan ver el denominador común y fomentan el subdesarrollo.

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