Ha sido una de las comidillas periodísticas de la semana: Pedro Sánchez, otra vez, con su visión un tanto paranoica de la vida, hablando de nuevo de la necesidad de regular lo que, según él, es la verdad y la mentira surgida desde los medios de comunicación. El presidente parece un buen imitador de Franco. El dictador, cuando tropezaba con su propia zapatilla al levantarse, estaba seguro de que aquello había sido cosa de la conspiración en su contra del contubernio de los marxistas y los masones. El señor Sánchez se ha agarrado al propio Franco y cree -o nos hace creer- que todo cuanto le sucede de negativo es culpa de los herederos del generalísimo.
Hombre, sí, algo hay de eso, de conspiración o de coordinación para el destronamiento, tanto en el caso de Franco como en el de Sánchez. Pero de ahí a cargar todo el peso de tus responsabilidades y actos perversos a los otros va un abismo. La derecha y ultraderecha están detrás de determinados medios de comunicación que cuando me dicen que son independientes, objetivos, y que por tanto los ayude, no puedo por menos que esbozar una sonrisa porque eso no resiste la más mínima investigación académica e incluso la simple observación de ciudadanos de verdad, demócratas, que vigilan aquello que se les ofrece y no piensan según les dicen desde lo publicado sino sobre la base de sus propias mentes que han ejercido el periodismo comparado. Oiga, que ser demócrata es leer OKDiario y El País con toda la frialdad que sea posible.
Hay algo en España muy peligroso que va contra toda capacidad de pensamiento crítico y autocrítico y a favor de la paranoia de muchos. Existe un contagio de sanchitis que cada vez me rodea más: ciudadanos que estiman que la causa de todo aquello que les hace sentirse agredidos es sistemáticamente de los demás, ellos nunca hacen nada negativo para los demás y contra los demás. Sánchez lo arregla todo con la ultraderecha. Los medios de la oposición le hablan de que tiene causas -su señora, su hermano, su partido y él implícitamente- en manos de la Justicia. Y el presidente estima o nos hace pensar que se trata de una pandilla de jueces fascistas situados en su contra, conectados con la derecha, la extrema derecha y los medios de comunicación que entre todos controlan.
A partir de ese pensamiento se siente legitimado para no dar explicaciones de nada puesto que los elementos que supuestamente interceptan su buena voluntad en pro de los españoles son el Mal y del Mal hay que huir y agarrar el crucifijo de las amenazas para que Satanás regrese a su Infierno. He aquí una especie de exorcismo estilo progresista. ¡Pero es que en el otro bando actúan de forma similar! A eso lo llamamos bipolarización. En realidad, es inmadurez y se extiende por todo el planeta.
Muchos de los partidarios de Sánchez se sienten atraídos por esta dinámica simplista de supervivencia que se ha montado el presidente. Los de abajo porque les evita pensar más. Los intermedios porque les permite medrar para llegar más arriba y los dirigentes máximos, en general, porque consolidan sus poltronas -sobre todo los que viven del partido- y los condenados por la Justicia o encausados porque se libran de sus condenas o posibles condenas. Desde ahora, casi todo se puede perdonar y amnistiar en España. “Todo lo que tengo es tuyo si por mi camino vas”, es la letra de la canción que se ha aplicado el señor presidente y sus seguidores ejercen de coro. Estamos a punto -si no se ha producido ya- de imitar ese chascarrillo mexicano que trata del peloteo al sumo caudillo: “¿Qué hora es?”. “La que usted quiera, señor presidente”.
De nuevo me recuerda al franquismo con la diferencia de que Franco pudo jactarse de haberle ganado una guerra a los rojos y el señor Sánchez no ha ganado con su propio ejército ni en el campo de batalla ni en las urnas. Posee un colectivo de personas que han optado por aplicarse la fe del carbonero porque estiman que si ellos son malos lo que puede venir es mucho peor y porque les es más cómodo huir de la madurez personal que se distingue por tomar decisiones sólidas que fortifiquen tu personalidad -en este caso España-, por respetar las posturas vitales de los otros y por hacerte responsable de tus acciones porque, por favor, algo de razón llevará el Diablo que ve el señor Sánchez, es imposible que siempre sea él el bueno y los otros los fabricantes de fango. Y, además, los otros tienen millones de votos detrás y el señor Sánchez se supone que es el presidente de todos, los que lo votan y los que no.
Como los otros son siempre los culpables de mis tropiezos los voy a censurar, aquí hay que ponerle puertas al campo, nos comunica Pedro Sánchez. Esto me lleva a recordar que la censura y autocensura existen en el periodismo tanto en dictadura como en democracia. En dictadura es normal, de ahí que en mis estudios me haya centrado en la democracia. Mientras más “importante” e influyente sea un medio a más presiones se ve sometido. Es algo que ya demostró el sociólogo Alberto Moncada en los inicios de los años 90 del pasado siglo. Suponíamos que iba a ser al contrario.
Cuando llegó la democracia creímos que gozaríamos de medios independientes y resulta que poco a poco se fue formando una telaraña mediática de intereses extraperiodísticos en cuyo interior trabajábamos y trabajan unos periodistas determinados por la P de Propiedad de los medios, por la P de Publicidad, por la P de Política, entre otras Ps que di a conocer junto con la expresión “telaraña mediática” que se emplea por ahí sin citar al creador. Me da igual, en este sentido, como en otros, creo que lo más importante es que se asuma el hecho como demostrado, yo, mirando atrás sin ira, me aplico los versos de Manuel Machado a su amigo Santiago Guillén:
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.
No es lo mismo la cesura en la dictadura que en la democracia y menos en la era digital. Por mucho que censuren -lo hacen casi todos, desde Google hasta los medios llamados de referencia- la libertad de expresión y el pluralismo es ahora tan relevante que, como dije no hace mucho en referencia a las ideas de Umberto Eco, la censura se ejerce en nuestros días por infoxicación. La finalidad de la censura es que no nos enteremos de lo que pasa y eso se puede lograr tanto con el tradicional lápiz rojo que tacha como con miles de mensajes diarios que llegan desde todas partes a una mente humana incapaz de descodificar tal cantidad de ideas y datos.
Desde que en el siglo XIX al empresario y periodista Emile de Girardin le pareció bien abaratar el precio de sus periódicos en Francia insertando más publicidad, la libertad del periodista sufrió a causa de la presión que sobre su trabajo poseía esta medida que podría ser muy positiva desde la óptica empresarial pero no periodística. Mi amigo y colega el periodista y catedrático de Periodismo Especializado en la Universidad Complutense, Francisco Esteve, ya jubilado, dirigía en Madrid un máster sobre Periodismo Económico en el que explicaba un ejercicio muy sencillo. Búsquense las diez o veinte primeras empresas que más invierten en publicidad en los medios españoles y luego los reportajes de investigación o denuncia sobre esas mismas empresas. ¿Cuántos hay? El poder no es sólo Pedro Sánchez, son marcas que al mismo tiempo que se anuncian en los medios pueden ser accionistas de ellos.
¿Dónde queda entonces la libertad de expresión? Nunca es absoluta, pero cada vez se ve más amenazada en los llamados grandes medios y se refugia en los pequeños y en la Red en general, teniendo en cuenta que la Red posee también unos propietarios que vigilan lo que se sube a ella, la pugna constante del presente y del futuro en lo que a las democracias se refiere es entre los poderes ejecutivos democráticos y las grandes compañías tecnológicas, una pugna que no garantiza que ganen las instituciones elegidas por los ciudadanos y que al final los elegidos no acaben bajo el paraguas del Poder en la sombra como está sucediendo desde hace siglos. ¿O acaso creemos que, por ejemplo, Biden es el que manda en Estados Unidos? Ni Biden ni Kennedy ni Nixon, quien quiera mandar sobre el Poder debe atenerse a las consecuencias.
Sánchez persigue aliviar su angustiosa situación personal cargando contra la prensa, arrogándose el poder de distinguir entre el Bien y el Mal. España se encamina a ser la ciudad sin ley de tanta ley que se aplica sobre todo a favor de quienes ya estaban empapelados, juzgados y sentenciados a diversas penas. Y la prensa se escandaliza. ¿Por qué, si el poder tiene la obligación de conservarse contra viento y marea? ¿Por qué quiere la prensa publicidad institucional si ya tiene la publicidad privada con lo que eso limita? “Le ofrecemos la actualidad económica por gentileza de Caixabank”. ¿Eso es periodismo? Con tal gentileza ya no hay periodismo.
El periodismo se rasga las vestiduras a la vista de que el presidente quiere hacerle la vida imposible al periodismo que no le baila la copla. ¿Por qué? Sigan ustedes, periodistas de la oposición, con su trabajo, como dicen que van a hacer, y si el señor Sánchez es capaz de llenar los juzgados y las cárceles de periodistas se tendrá que ir por presiones internacionales a la vista de que gran parte de los españoles están dormidos gracias a somníferos que contienen buenismos y numerosas donaciones y sueldos de la alcancía pública. Rechacen publicidad institucional, rechacen esos 100 millones que Sánchez ofrece para mejorar sus sistemas digitales. Y los receptores que se paguen su propio medio, dice Eldiario.es que a él le va bien así aunque Eldiario.es es de los progresistas buenos y leales y no va a tener dolores de cabeza hasta que sus lectores crezcan bilógicamente.
El problema del poder y el periodismo es tremendo y la paradoja es que casi lo ignoran tanto en la universidad como en la profesión misma. En la universidad porque es complicado investigarlo y se es más políticamente correcto y se desarrolla más fácilmente el curriculum académico con temas manidos y fáciles o relativamente fáciles y permitidos como la Inteligencia Artificial, las noticias falsas, las llamadas nuevas narrativas en el periodismo, la mujer, los vulnerables… Es decir, sin quitarle su mérito a esas investigaciones universitarias, se trabaja en la superestructura, no en la estructura, no en el porqué de que los mensajes sean como son y no de otra manera que eso depende más del poder de los propietarios que de los periodistas.
Cuando se elaboraron los primeros documentos de creación de la llamada primera democracia del mundo, Estados Unidos, la prensa era sagrada. Después se fue produciendo una concentración mediática y una diversificación del capital estimuladas por el mismo gobierno estadounidense a través de la Federal Communications Commission (FCC) que, en lugar de vigilar la concentración mediática, como era su misión, la propició sobre todo a partir de finales de los años ochenta y en los años noventa, con el impulso de Ronald Reagan y George Bush, padre, si bien todo se venía observando con claridad desde el siglo XIX.
Vamos a dejar todo este asunto para cuando hablemos de la normativa europea en la que se quiere basar Sánchez con el fin de que sepamos quién está detrás de los medios. No lo vamos a saber nunca con exactitud y, si lo sabemos, ¿qué? ¿Cuánta gente se va a privar de los medios de comunicación por eso, si la dejan ser protagonista y jugar a lograr famas y dinero con sus propios canales en red y a distraerse con olimpiadas? Lo que persigue la UE, Sánchez y otros “progresistas” ha sido estudiado en la universidad, si bien, como digo, no todo lo necesario. En España, desde el Informe sobre la Información, de Manuel Vázquez Montalbán, hasta la actual Escuela Sevillana de la Estructura de la Información (ESEI), fundada por las profesoras doctoras Aurora Labio, Rosalba Mancinas y por mí mismo, pasando por los trabajos de Enrique Bustamante, Fernando Quirós y otros. Junto al trabajo académico, ahí están los libros de los destacados periodistas Pascual Serrano, David Jiménez o Xavier Mas...
Se trata de aportaciones básicas para un público escogido. Lo que persigue la UE y Sánchez está muy bien, pero de poco servirá si los datos no son interpretados. Y Sánchez deberá aplicar los códigos deontológicos a enemigos pero también a amigos. Que profundice en los movimientos internos en el Grupo Prisa, por ejemplo. Querida audiencia, las constituciones y los códigos deontológicos son muy sufridos, están ahí para que no se cumplan. Por desgracia, los primeros que las incumplen son determinadas asociaciones y colegios de periodistas con su silencio vergonzoso. Y, por lo que llevo leído, me da en la cabeza que las directrices y ordenamientos de la UE son música celestial.
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