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De la fachosfera a la vergüenza

Sevilla, la capital del sur del sur de Europa, carga todavía con varias ruedas de molino atadas a su cuello

15 de diciembre de 2024 a las 08:50h
La barriada de Los Pajaritos de Sevilla, en una imagen de archivo.
La barriada de Los Pajaritos de Sevilla, en una imagen de archivo.

Desde el fin de semana pasado he gozado y sufrido en una “excursión” que me ha llevado desde el placer hasta la vergüenza. Al placer que he experimentado lo llaman ahora fachosfera en el mundo del plurinacional socialismo. La vergüenza me llegó el pasado miércoles, aún la tengo y me temo que moriré con ella: Sevilla, la capital del sur del sur de Europa, carga todavía con varias ruedas de molino atadas a su cuello: datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), constatan que las rentas más bajas de España, diferenciadas por barrios, se localizaron en los vecindarios sevillanos de Polígono Sur, Los Pajaritos y Amate. Además, en la lista de los diez siguientes barrios más pobres del país figuran otras zonas sevillanas. 

La Agencia EFE -otro portavoz de la Moncloa, unido a diversos medios- añadía, primero, lo evidente: “Junto a ello, en la lista de los 20 municipios mayores de 20.000 habitantes con menor renta por habitante publicada recientemente por el INE para el año 2019 figuran poblaciones sevillanas como Los Palacios-Villafranca o Lebrija. Estos datos pueden relacionarse con el hecho de que la provincia figura entre las que menos inversión en infraestructuras ha recibido de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) entre 1985 y 2018, según una lista de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que toma en cuenta el número de habitantes para su cálculo”. 

Luego, para quitarle algo de hierro al gravísimo asunto, la agencia añadía: “La tendencia podría haber cambiado, quizás, respecto a la capital hispalense, que ha recibido en los PGE 2023 inversiones para la circunvalación de la SE-40, el puente del Centenario y la línea 3 del metro”. Los PGE del “progresismo” arreglando el desaguisado que han formado los del facherío. 

¿Arreglándolo? “Quizás”. “Podría”, sólo “podría haber cambiado la tendencia”, “quizás”. Mi gran amigo el periodista -director de dos diarios- y catedrático de Periodismo de la Universidad de La Laguna, José Manuel de Pablos Coello, que se me ha muerto hace poco, afirmó en su libro Amarillo en prensa que “el periodismo no se escribe en condicional”. Sí señor, estamos hartos de ese mal periodismo que se escribe en condicional. Día tras otro, “podría”, “quizás”. 

La verdad es que ni esa aportación de los PGE 2023 es suficiente para el atraso que soporta Sevilla ni Sevilla posee un poder fáctico con mano de hierro en Madrid que presione o no necesite a Madrid para ser poderosa. Hace bastantes años que el dinero de Sevilla se fue a Valencia y a Bilbao. Se estimó que con la Expo ya tenía bastante la llamada ciudad de la Giralda. Y ahora se acaba de ir de vuelta a Bruselas una subvención de 11,5 millones que le habían concedido al puerto de Sevilla para el nuevo acceso ferroviario a la vista de que no se han empleado para nada, dos años llevaba de retraso la obra. Responsables: ADIF, Dragados, Tecsa y Heliopol. Una maravilla de previsión empresarial y de la Junta.  

Vayamos con mi inicio gozoso en mi particular excursión. Me gustó, por la tarde-noche del sábado día 7, la representación de la zarzuela El dúo de la Africana en el Espacio Turina. Cuando terminó me tomé un tinto con jamón serrano y me llegué hasta la Giralda. Era la víspera del día de la Inmaculada. A los pies del monumento una tuna universitaria cantaba “Clavelitos”, entre otras. A las 12 en punto de la noche las campanas de la torre almohade-cristiana se volvieron ebrias de gozo -como dirían Les Luthiers- y voltearon hasta terminar exhaustas. Los tunos tuvieron que callarse y al final del concierto campanero prosiguieron ellos con otras canciones como ésa de “Julio Romero de Torres pintó a la mujer morena”. Me arranqué a cantar con ellos. No era por el vino, era un homenaje a lo que fue, a lo que no me gustaba y ahora me gusta mucho más desde que el “progresismo” se afana en decirme lo que debe agradarme y lo que no. El “progresismo” sólo es Willy el Niño vestido de Mao Tse-Tung o al revés.  

Servidor recordaba a Adolfo Marsillach en mi película preferida, Sesión continua, de José Luis Garci. Marsillach encarna a un director y guionista de cine, divorciado, que vive solo y desengañado del mundo. Para consolarse habla con su padre que ya lleva muerto un buen puñado de años. Él lo sabe, pero, ya digo, se aplica terapia de esa manera. Cuando llegan estas fechas navideñas y aparece el fin de año, don Adolfo busca un disco de vinilo y le dice a su padre: “Vamos con tu música, papá, esto es lo nuestro, ¡nos han engañado tanto…!”. Y pincha el pasodoble Suspiros de España. 

Entre la copla de Julio Romero de Torres y Suspiros de España ya no sé qué hacer para no acordarme también de mi padre ni cómo sentir para que no se me ericen los pelos de toda mi anatomía. ¿Acaso son incompatibles ambas tonalidades con el ChatGPT o con la aplicación HereAfter AI, ideada por James Vlahos para que podamos hablar con nuestros seres queridos que ya estén muertos? Acaso hasta sea posible parlamentar con el mismo Marsillach o que él lo utilizara para charlar con su padre, algo que, ya digo, en el filme citado llevaba a cabo con plena consciencia. 

La tuna se desplazó caminando hasta la cercana Plaza del Triunfo donde todos los años las agrupaciones musicales de varias facultades universitarias le cantan a la escultura de la virgen que allí luce, le lanzan palabras de alabanza y colocan ramos de flores en las escaleras del monumento. Me acordé de mi barrio sevillano, de cuando la estudiantina iba a rondar a alguna muchacha sobre las cinco o seis de la mañana; de mi madre, a quien le entusiasmaba el asunto. 

Gracias al pasado puedo vivir mejor este presente en el que a todo lo que hice aquella noche-madrugada lo llaman facherío: la zarzuela -que es del siglo XIX- los pasodobles -que pertenecen a una época similar-, los tunos que son pijos de la fachosfera, el contexto religioso en el que no creo ya pero que forma parte de mis raíces, ¿qué tiene esta gente del plurinacional socialismo en la cabeza donde no caben ni dos ideas juntas sintetizadas?   

Los pasodobles se entonan en las plazas de toros y en los desfiles militares. No me gustan los toros, pero los he estudiado en mi doctorado en antropología y es algo muy interesante. No me gusta la guerra y como prefiero la paz sigo el consejo de Vegecio y me preparo para la guerra, si pudiera le regalaría al ejército español armamento nuclear para que nos respetaran y no nos tomaran a choteo, empezando por Marruecos. A eso lo llamo yo progresismo. 

A mediados de esta semana las noticias me despertaron de mi sueño facineroso y me torpedearon una vez más con la pobreza de Sevilla y Andalucía toda. Tres días habían transcurrido desde la Magna procesión. Me da vergüenza esa miseria en esta Sevilla arcaizante, tridentina, que poco a poco parece como si despertara, ojalá. Más de un millón de personas se esperaban, ya estamos con el millón de personas, como en el Rocío y la Blanca Paloma: un millón va también allí. Acudieron 700.000 a la Magna o eso dicen. Exageran. 

La Magna fue como una especie de CD-DVD con los mayores éxitos de la Semana Santa de Sevilla. La Magna resultó una metáfora mahometana: si la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña. O lo que es similar: si la gente no va a los templos a misa o se queda en casa porque hace frío y ve la Magna por Canal Sur TV, la Magna viene a nosotros. Sí, yo la vi en Canal Sur TV. Impresionante, demasiado hermosa para ser verdad y ayudar a los necesitados de las zonas sevillanas más pobres de España y, por tanto, de las más pobres de la UE. Mientras eso siga así, ni Magna ni nada me interesa, salvo las causas profundas de esa vergüenza y de otras peores. 

Tan pobres son que la gente tiene que robar luz para cultivar droga. Lo malo no es sólo la pobreza, lo peor es cómo integrar a estas personas en una sociedad como la actual y, peor aún, cuando no pocas ni quieren integrarse, prefieren la ganancia fácil, un paisaje similar al que he vivido en México. Poca delincuencia hay en Sevilla para la que pudiera golpearla. Todo llegará. 

Esta pobreza la trajo Franco, el “progresismo” autonómico y estatal del PSOE, el olvido empresarial, nuestra indolencia y, ahora, el partido de ese señor alcalde de Sevilla que no sabe plantarse ante el presidente de la Junta o ante quien sea, ¿cuántos años llevamos ya perdidos en Sevilla entre Zoido, Espadas, Muñoz y ahora Sanz al que hay que darle un tiempo que no tenemos?  

Entre todos trajimos la pobreza -unos más que otros- y ella sola nos regaló la vergüenza de soportarla ante los ojos del mundo. Las gentes que vivimos la Magna celebramos el evento y nos deleitamos con el espectáculo. Había que organizar bien aquello y se hizo, a costa de trabajadores que se quedaron sin faena para que jugáramos en el templo público con sillas y bullas. Los empresarios se quejaron en una ciudad de camareros dormida sobre el balanceo de un palio. 

No sé lo que diría el Gran Poder si pudiera desprenderse de la cruz y del agotamiento de la Pasión. Lo que sé es que las cámaras de televisión no suelen ir por las zonas “tercermundistas” de Sevilla y que los medios de comunicación no tienen corresponsales en ellas, prefieren, unos, hablar de fachosfera y, otros, de que estamos en Venezuela o en Cuba. Y sé que, como en el verso de Cervantes, la Magna pasó, recogieron las sillas, la gente se fue “y no hubo nada”. 

“¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza/ y que diera un doblón por describilla!/ Porque ¿a quién no sorprende y maravilla/ esta máquina insigne, esta riqueza?/ Por Jesucristo vivo, cada pieza/ vale más de un millón, y que es mancilla/ que esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla!,/ Roma triunfante en ánimo y nobleza”. 

Tranquilo, Cervantes, dicen que la pobreza en esos espacios sevillanos se va a volver crónica. Voy a repetir una idea que ya he escrito por algún sitio: no somos nosotros quienes ayudamos a los vulnerables con limosnas y solidaridades sino ellos a nosotros. Si la pobreza se vuelve crónica también se volverán crónicos los empleos de quienes se supone que luchan contra la vergüenza; y los actos de solidaridad, los bancos de alimentos, las donaciones de juguetes, incluso las Magnas y magnitas. No hay mal que por bien no venga, no hay vergüenza que impida existir al gozo, a la limosna, al progresismo y a los mercaderes del templo terráqueo.

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