Hemos concluido la semana del 20-N. El 20 de noviembre es fecha que no se nos olvida a muchos de los previejos y viejos que vamos quedando, que somos muchos. Ese día, pero de 1975, el general Francisco Franco dejó de estar en este mundo. ¿Dejó de estar? Desgraciadamente, no. Está muy presente, incluso he visto libros con el título “Franco para jóvenes” o algo parecido, no sé si es para recordarles quién fue de forma equilibrada o apasionada.
Después de Franco queríamos mirar hacia delante, ya sabíamos de sobra que la Transición era una maniobra lampedusiana, “cambiar todo para que nada cambie”, el PSOE apostó por eso mientras que el PCE quería la ruptura con el pasado. Yo también la deseaba. ¿Cómo lograrla, si existía una estructura profunda de poder que ayudó a Franco en su guerra y en su régimen? La misma Banca, la misma Iglesia, la misma clase política, el mismo Ejército. Y la presión internacional actuando y presionando a favor de este personal.
Hubo que retroceder y mirar hacia adelante: una amnistía para todos, legalización de partidos -el último, el comunista- y vamos adelante, “no vamos a pasar 40 años hablando de los 40 años”, decíamos en los meses siguientes a la muerte del dictador, en referencia al tiempo que detentó el gobierno absoluto. Pues no sólo eso, nos hemos pasado ya casi 50 años hablando de los 40 años más los seis años de una mitificada Segunda República. Y hemos hablado de los 40 años de gobierno franquista mucho más desde Zapatero hasta estos momentos que desde el óbito del militar.
La izquierda ahora vive y gobierna gracias a Franco y a lo que representaba. La mayoría de su clase política y de sus votantes no vivió aquello o no sabían bien de qué iba el franquismo y, sin embargo, Franco, cual Cid Campeador muerto y subido en su caballo, es el tótem que le permite a la izquierda seguir en el poder. Debería darle un homenaje en este mes de su muerte y además legalizar las instituciones que pretenden preservar su memoria.
No está mal lo que ha logrado esta izquierda fingidora. El llamado gobierno progresista, una y otra vez, se alía o hace como que se une porque, si no, volvería algo peor que ellos: un partido, el PP, fundado por un ministro de Franco, y un desgaje del PP con claras simpatías por el militar facineroso. Ya pueden haberlo desenterrado de donde estaba y trasladarlo a otra parte, Franco, ¡presente!, es necesario en la vida y en la muerte, quienes perdieron la guerra en el campo de batalla porque eran un despropósito como ejército -dividido, caótico y hasta cómico, sin controlar la propaganda- la quieren ganar en los despachos, tanto la guerra como la postguerra. Y lo están logrando. Quienes perdieron la guerra contra los Borbones en el siglo XVIII y con esa derrota se les puso cuesta arriba la independencia, también la están logrando en los despachos y otros contubernios. Luego dicen que las guerras no sirven para nada, ya lo creo que sirven, sirven para lo que estoy diciendo y para que organizaciones que se consideran humanitarias tengan algo que llevarse a la boca para que les digan que son muy buenos ciudadanos.
Franco y lo que representa están tan vivos que no pocos ciudadanos de todos los segmentos sociales que estaban contra él se han unido a su causa y similares con tal de no aguantar más a quienes usan al caudillo como razón de ser y han cambiado su dictadura por la dictadura de la cancelación, algo a lo que llaman cultura. Se echa mano de una razón de ser cuando nada sustancial se tiene que ofrecer a la ciudadanía, cuando se ha fracasado en la Historia y no existen ideas propias sino la viejísima socialdemocracia que le copia al mundo liberal la imposición de impuestos, corregida y aumentada.
Ahora la discusión fundamental de la izquierda que vive gracias a Franco y al odio a todo lo que no sea ella, es cómo endosarles impuestos a los ricos. Nunca se lanza al mundo del mercado a competir con los ricos como Estado progresista, prefiere lo fácil: sacarle los dineros a los pudientes y, de paso, subir a la categoría de pudientes a la clase media que comenzó a crear Franco, apoyándose en la idea religiosa del camello y el ojo de la aguja.
Felipe González y José María Aznar privatizaron Argentaria y Telefónica, entre muchas otras, y estos Zapatero y Sánchez no han sido capaces ni de crear y controlar un mercado inmobiliario en pro del bien de los ciudadanos. Tampoco de impulsar un sector científico competitivo, se apuntan al “que inventen ellos”. La universidad para estos falsos progresistas es una cantera de malos políticos y de votos.
La derecha ha hecho lo que tenía que hacer: privatizar, pero estos administradores del sistema han preferido desviar la atención del verdadero progresismo y, consecuentes de que han fracasado como alternativa, agarrarse a asuntos superestructurales, gritar, copar asientos y cargos a costa de meter el miedo en el cuerpo a la gente con eso de o nosotros o el caos fascista. No tienen ni el sector público que levantó Franco, necesitan sólo su imagen exterminadora para exterminar la ilusión y desmovilizar las perspectivas de futuro que teníamos quienes nos la habíamos jugado cuando el generalísimo vivía y mandaba.
En estos momentos la Justicia los está cercando y las filtraciones a la prensa de derechas campan por sus respetos -eso es un fallo de la Justicia- mientras que sus medios de comunicación “progresistas” hacen lo que pueden para afrontar el temporal con otras filtraciones menores. Que quede clara una cosa: aquí nadie es culpable de nada mientras no lo diga la Justicia que tenemos. Desde Sánchez hasta Koldo pasando por Begoña Gómez, Aldama y demás sospechosos, nadie es culpable. Pero si lo fueran estaríamos ante una banda de bastardos putrefactos que han ensuciado un país sirviéndose de Franco y en nombre del progresismo y la democracia.
Ojo, nadie es culpable aún, que somos muy dados a afirmar, así como así. Las derechas son las que han venido corrompiéndose en las democracias y en España, sobre todo las derechas, eso está probado. Nuestra izquierda lo ha hecho, sobre todo, con el caso ERE al que, de cualquier manera, siguen considerando los de la fe del carbonero una maniobra franquista. Otra vez Franco. Con ser grave, los ERE fueron algo localizado, lo de ahora, de resultar cierto, proyectaría peor olor, tanto como para desterrar a tanto ruin o llevarlos a galeras.
Me da pena mi país, el que tratan de administrar unos sujetos que son peligrosos como todos los mediocres, no sé si son culpables, lo que sé es que todavía no han sido capaces de romper el cordón umbilical con papá Franco, a quien endosan todas las responsabilidades de sus propias impotencias. No dejan que Franco se muera de una vez porque entonces ellos mismos se morirían con el maligno. Si los condenaran, sus jueces serían una banda de franquistas. Y si los condenara Europa es que estarían influidos por Mussolini, Hitler, Abascal, Orbán y Meloni. Ellos no habrían hecho nada, todo muy de estos tiempos, repletos de victimistas paranoicos.