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Una guerra llamada decadencia

La ONU es como el apéndice intestinal, no sabemos para qué sirve, pero ahí está. Y miren por dónde yo creía que ya estábamos en guerra con nosotros mismos

30 de marzo de 2025 a las 09:45h
Vladimir Putin.
Vladimir Putin.

La guerra contra Putin empieza en 2030 que es cuando dicen que vamos a estar en Europa a la altura armamentística de don Vladimir. Falta saber el día y la hora, me recuerda el asunto al chiste de Paco Gandía cuando un parado va por ahí pidiendo trabajo y lo emplazan para dentro de unos años. El afectado pregunta entonces: “¿Por la mañana o por la tarde?”. Es imprescindible que nos digan si la guerra empieza por la mañana o por la tarde por lo del gimnasio y el paseo del perro. O por si hay que ir a la guerra y no da tiempo para nada. 

Hasta 2030 se supone que don Vladimir se va a estar quieto, no va a fabricar ni un plomillo de escopeta de aire comprimido. 2030 es un año que pasará a la historia por su agenda y por la guerra, que son asuntos antagónicos: o hay agenda o hay guerra. Desde luego, agenda no va a haber, la Agenda 2030 es un imaginario como el de los dioses del Olimpo. 

Europa quiere empezar pronto con la guerra, enviando soldados a Ucrania. Sí, pero, ¿qué Europa? Los ingleses y los franceses, enemigos tradicionales, desean repetir la alianza contra Hitler una vez que papá Trump los ha desheredado. O no, podría pasar que el banquero Macron -de derechas- y el pacifista Keir Rodney Starmer -de izquierdas- tuvieran una misión parecida a la que utilizó EEUU para derribar a la URSS. De nuevo la derecha y la socialdemocracia unidos como manda el sistema de mercado liberal y neoliberal.  

Califico a Starmer como pacifista porque la invasión de Irak por parte de EEUU la consideró ilegal por ausencia del permiso de la ONU. Ahora quiere provocar una guerra mundial con la excusa de enviar soldados de paz a Ucrania. ¿Tiene permiso de la ONU? Soldados de paz es parecido a colocar a George Soros de guardaespaldas de Trump o de Putin, entre poderosos anda el juego. La ONU es como el apéndice intestinal, no sabemos para qué sirve, pero ahí está, producto de la evolución, con la enorme diferencia de que el apéndice no usa dinero público para pagar a los empleados y demás gastos de funcionamiento. 

A la ONU la creamos para que no hubiera más guerras y resulta que están al frente del organismo los que más camorra necesitan para mantener sus estructuras de poder. Como le dijo el señor X al fiscal Jim Garrison en la película JFK, de Oliver Stone, "el principio organizador de cualquier sociedad, señor Garrison, se basa en la guerra". Les recuerdo que el señor X es un personaje real. Se llamaba Leroy Fletcher Prouty, Jefe de Operaciones Especiales del Estado Mayor Conjunto durante la presidencia de John F. Kennedy quien siempre sostuvo la tesis de que el asesinato de Kennedy fue un golpe de Estado entre otros motivos por la voluntad de Kennedy de llegar a un acuerdo de convivencia pacífica con la URSS. 

Putin fue un alto cargo de la KGB, piensa de forma intransigente, sólida, decidida, no es un dirigente de esa Europa débil de discusiones bizantinas y anticientíficas que nos han llevado a ser el hazmerreir del mundo

Supongamos ahora que las intenciones del presidente de Francia, copríncipe de Andorra y alto ejecutivo de la banca Rothschild, Emmanuel Macron, unido con el progresista primer ministro inglés, Starmer, de forma semejante a lo que hizo con la URSS Estados Unidos, obligan más todavía a Putin a seguir fabricando armamento en detrimento de otras necesidades de su país, incluso de las necesidades básicas que es lo que le están exigiendo a Pedro Sánchez con la llamativa complicidad de medios de comunicación de derechas e incluso de la derecha católica. 

Se trataría de una estrategia de desgaste del enemigo claramente fabricada que no tiene otra salida que la guerra mundial porque Vladimir Putin no es un presidente ni una persona cualquiera. Siempre que se lo permita la estructura de poder oligárquica que lo rodea, en último extremo, morirá matando. Como se sabe, Putin fue un alto cargo de la KGB comunista, piensa de forma intransigente, sólida, decidida, no es un dirigente de esa Europa débil de discusiones bizantinas y anticientíficas que nos han llevado a ser el hazmerreir del mundo y, en concreto a España, a separarse de sus hermanos latinoamericanos en lugar de estrechar lazos con ellos estilo Commonwealth. Si España se hubiera planteado su futuro de otra manera con Latinoamérica la UE no nos estaría llamando vagos y no nos utilizaría para tomar el sol y que le bailáramos sevillanas.   

El aperitivo de la guerra de 2030 -tal vez de la última guerra- es el envío de soldados europeos a Ucrania. ¿Europeos? ¡Pero si Europa es por ahora un proyecto fallido!, estaba pensado para que mandaran dos eximperios nostálgicos -Inglaterra y Francia- más la yanquilandia europea que se llama Alemania. A los tres les han ido las cosas regular, en parte por el abandono de sus relaciones comerciales con Rusia. No tienen autoridad sobre los demás países y ahora se quieren desquitar haciendo lo que han sabido hacer mejor: matando, provocando guerras y, en su momento, endilgándoles a España la Leyenda Negra cuando la Inquisición empezó antes en Francia que en España con el asesinato en masa de los cátaros franceses. 

Ya estaban provocando a Putin y lo lograron, el exministro socialista francés Jean Pierre Chevènement -que sufrió especialmente en sus carnes la Segunda Guerra Mundial- declaró a El Confidencial que había que firmar acuerdos comerciales con Rusia puesto que poseía una fuerza tecnológica enorme e incluso que había que acercarse a China para no depender tanto de EEUU a quien cuestionaba por su utilización del dólar como presión política y económica. 

A los viejos ahora no se les hace caso, a ver si se mueren ya todos que no hacen más que estorbar, reflexionar chocheando y gastar dinero público con las pensiones. Y son la tira de gente, ese dinero, para armamento. ¿Armamento para qué? Para matar a Putin y a todo el que se ponga por delante. En 2025, ¿aún pensamos así?, ¿como una tribu primitiva con un cerebro primitivo? ¿Todavía tratando a los ciudadanos con el miedo al hombre del saco? No le toques tanto los cataplines al hombre del saco, no le pises la cola al león, cuando Cristina Fernández de Kirchner le pisó el rabo a las petroleras renacionalizando YPF, Repsol y sus bancos y los medios de comunicación de esos bancos le hicieron la cruz a doña Cristina que se limitaba a cumplir su programa electoral. Pero, claro, nosotros, como somos los buenos, podemos hacer lo que nos salga del hígado, los demás, no. 

Miren por dónde yo creía que ya estábamos en guerra con nosotros mismos. Una guerra sin sangre o con poca sangre. Si no, qué es una presunta civilización occidental en la que montones de personas tienen que llevar a sus hijos y a ellas mismas a consultas psicológicas y psiquiátricas; que consume más ansiolíticos y antidepresivos que nadie, empezando por España; que por muy avanzada que se crea padece índices de pobrezas impropios de su condición; que exprime a los jóvenes tanto si los emplea como camareros, como mensajeros portadores de comida para gente que lo pide todo online o como expertos en nuevas tecnologías de los que prescinde cuando lo desea y además ha logrado que se exploten a sí mismos, que todo lo que han ganado en saber tecnológico lo hayan perdido en conocimiento de sí mismos y por tanto de su Historia como seres humanos. 

La guerra lleva a la pérdida de cualquier esperanza y al aislamiento y la desesperación. ¿Acaso no padecemos algo parecido desde hace décadas? ¿Acaso no estamos en manos de un gregarismo solitario, pegados a unos artilugios que nos dominan? La guerra impide la procreación, ¿no es eso lo que sucede en el mundo civilizado que de tan civilizado que parece ha terminado por confundir condiciones, sexo, amor, vida, muerte, y lo ha bañado todo con un progresismo implantado por quienes de progresismo no tienen más que cuatro pensamientos confusos con sus almohadas? 

Una simple epidemia detenida por la ciencia y el aguante como fue el COVID lo ha llenado todo de pesimismo. El COVID, al que culpamos hasta de la muerte de Manolete, es un simple juego de niños comparado con una guerra mundial como la que nos anuncian sin despeinarse ni ruborizarse. Los primeros en padecerla van a ser los beligerantes, el que más pierde es el que más tiene y son ellos quienes mantienen negocios globalizados en los que capitales europeos se mezclan con los árabes, chinos y hasta rusos. Ahí están Naturgy (con dinero saudí), Telefónica (idem), Tencent (capital chino-USA-Sudáfrica) o los socios rusos de las multinacionales que han abandonado Rusia y ahora tienen en mente regresar. En 2023, todavía 400 empresas occidentales hacían negocios en Rusia y, en la actualidad, Rusia, como China, sigue abriendo mercados en África o Asia en previsión del efecto perverso de las sanciones. 

Tal vez ahora, frente a ese miedo interesado que nos amenaza como otra epidemia, haya que plantarse para dejar bien claro que en el miedo mandamos nosotros y que se lo pueden meter en la entrepierna. 

Por su parte, la mayoría de las grandes empresas rusas tienen socios en los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Las sanciones a Rusia (casi 30.000) no han hundido al país que ha crecido bastante más que la UE; dado que las sanciones a diestro y siniestro son las sustitutas de la guerra y a la vista de que fastidian más a los pueblos que a sus gobernantes, ¿el remedio es una guerra real? ¿Qué esperan ganar los señores de la guerra? Esta sería la primera guerra nuclear y cuando empiece no va a terminar así como así y si lo hace buena parte de nuestro planeta y de sus habitantes se habrán ido a hacer puñetas, ¿es esto lo que buscan?  

En la guerra que tenemos encima desde hace décadas domina el vértigo del estrés patológico. La neurocientífica Elena Gallardo, formada entre las universidades de Sevilla y Málaga, afirma en su libro De la inflamación al bienestar (editorial Pinolia), presentado esta semana en Sevilla en un acto organizado por la web Mujeres Valientes a cuyo frente está la periodista María José Andrade, que, en esta sociedad estresada hasta medidas muy altas, sufrimos una especia de inflamación cerebral que provoca que vivamos con la atención secuestrada “la mayor parte del tiempo”. Arranca el libro de Gallardo afirmando que “nuestro cerebro comunica con los grandes sistemas de nuestro cuerpo haciendo malabares para lograr un ansiado equilibrio”. 

¿Padecen un cerebro inflamado los hombres de la guerra? ¿En manos de quiénes estamos? Desde luego, no se trata de los filósofos a los que aspiraba la utopía platónica, se trata de embaucadores que nos ofrecen un remedio peor que la enfermedad y para ello nos llenan de miedo el alma. El catedrático de estructura económica y novelista, José Luis Sampedro, afirmó sobre el miedo: “El miedo es mucho más fuerte que el altruismo, que el amor, que la bondad”. 

Sampedro citaba a menudo un libro de Salvador de Madariaga llamado España en el que se narra que un capataz de un cortijo andaluz, en tiempos de la Segunda República, va a darle unas monedas a unos braceros en paro para que voten al político que desea el señor cortijero. Uno de esos braceros arroja las monedas al suelo y le dice al sobornador: “En mi hambre mando yo”. Tal vez ahora, frente a ese miedo interesado que nos amenaza como otra epidemia, haya que plantarse para dejar bien claro que en el miedo mandamos nosotros y que se lo pueden meter en la entrepierna.  

     

 

 

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