Al contrario de aquel título de película, No es país para viejos (2007), España-Occidente sí es un país para viejos. Pero no es un país para éticas y bueno será afirmar esto ahora que tantos deseos de paz y solidaridad nos intercambiamos. A nosotros los viejos no es que nos tengan mucho afecto, la filosofía barata y errónea de la igualdad casi ha terminado con aquello de “del viejo, el consejo” porque, al ser todos iguales, ¿qué vamos a contar los viejos que no sepan los demás o que ignore el ChatGPT…? Nuestra utilidad llega a través de las pensiones -de las que chupan otros- y éstas proceden de la necesidad del voto viejo, aquí nadie da duros a cuatro pesetas, no hay ética, hay utilidad, instrumentación.
En realidad, ética, salvo contadas excepciones, apenas hubo en la Historia, lo que sucede es que ya va siendo hora de que le dediquemos un buen rato como tanto insisten los profesores de la materia. A los discentes les enseñan ética en los colegios -nunca tanta como hace falta- y bien poco se nota. Por lo visto no hay quien pueda con la sociedad del maltrato, sobre todo a la mujer, ni con la sociedad del consumo patológico que incluye por supuesto a las redes sociales, unos elementos que, tal y como se usan, están aumentando la burrera colectiva, según recogen algunos de los numerosos estudios que se lanzan. Afirman que las redes hasta se están comiendo las células grises. ¿Saben por qué?
Fácil: por el imparable y aplastante dominio de las emociones pasionales ortodoxas y hasta fundamentalistas. En las redes abundan los desahogos a cualquier precio y los coros que se cuentan lo que quieren cantar entre todos. Cuando aparece una red, Twitter-X, que permite expresarse a los más conservadores, los timoratos de la cultura de la cancelación se marchan a otra red para huir del pluralismo y la falta de pluralismo origina abundancia de burreras, con perdón para los burros que son mucho más listos que los caballos, unos animales que corren hasta reventar. Y al revés, los ultraconservadores quedan dándose besos entre ellos, matando células grises.
¿Qué entendemos por ética? Cuarta acepción del diccionario: “Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”. Quinta: “Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores”. Normas morales, pocas, ¿dónde están? Y, ¿qué es el bien y el fundamento de sus valores?
Salgo a la calle en mi localidad sevillana y observo la moral y el valor del consumo excesivo. No hay tanta gente como se cree rulando por los polos de la compra-venta, España no va tan bien como dicen, es un país subsidiado material y espiritualmente, de los últimos de Europa en pobreza infantil, amante del Avecrem, a pesar de las fotos de mesas suntuosas de Nochebuena con manjares atractivos que he recibido en mi móvil. El personal está mucho más seco de lo que parece y, con todo, se ve a numerosos sujetos comprando o intentándolo. ¿Se imaginan una vida sin consumo?
Caridad, caridad, dale posada al Niño que ha nacido ya, pero en el estadio de La Caruja, de Sevilla, una mujer trabajadora del recinto de 63 años se ha muerto, sola, de una parada cardíaca, en aquel lugar donde tantas miles de almas se reúnen para ver a un cantante pop aflamencado o una final de fútbol o la Copa Davis o la única competición verdaderamente internacional -mundial de atletismo de 1999- que ha acogido el estadio mal llamado olímpico. Allí no había nadie para echarle una mano a esa mujer que no ha tenido ni un pesebre donde morir. Alguien la encontró tras denunciar su familia su desaparición, estaba en un lugar donde se ubican varias empresas. Nadie la vio.
Me paseo por Bershka a ver qué consumo yo para mi hija y me percato de que ya no hay ni una cajera/o, todo son máquinas. La ciudadanía, con tal de tener, se está reciclando maravillosamente hacia la Inteligencia Artificial (IA), se lleva bien con las máquinas que te cobran en efectivo o con tarjeta, con esos otros artilugios que te permiten descambiar un objeto y hasta con los cajeros de los bancos y sus transferencias, etc.
No hay ética ni caridad para los que se queden atrás, para los vencidos, están deseando que nos muramos, así se ahorran pensiones y protestas porque los que vienen detrás -además de que no procrean, allá ellos- me da la impresión de que se toman este mundo como algo normal, se rebelan menos que los caracoles, es que ni han leído ni han conocido otro y ahí tenemos a un gentío, sin ética, sentenciando a sus semejantes: los pocos trabajos que van quedando en los comercios irán desapareciendo, el futuro es un mundo en el que habrá trabajo para los fabricantes de IA y el resto les limpiarán los zapatos, les servirán bebidas y yantares hasta que unos robots les quiten también la faena. La ética humana se va al carajo. Como afirma el economista Johan Norberg en su libro “El manifiesto capitalista” aquí de lo que se trata es de lo de siempre: producir mucho, a ser posible de calidad y a bajo costo. He ahí el valor moral principal por el que se rige nuestra ética.
El crecimiento de la inversión en IA es una constante. La IA nos está trayendo muchas satisfacciones y preocupaciones. Por ahí se está desarrollando la Tercera Guerra Mundial. La web escudodigital.com nos informa de cientos de asaltos digitales y la necesidad de contar con una agencia de servicios avanzados de ciberseguridad, algo que no tenemos en España debido a luchas internas entre el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) por ver quien dirige esta agencia.
Hace decenios que China, Rusia e Irán se afanan por romper totalmente la conexión digital de software con Estados Unidos. La guerra ahora viene en forma de descifrar los algoritmos del enemigo, algo que se une a las masacres de siempre. No hay tregua para celebrar el nacimiento en Belén, es cierto, sin duda, que aquel Niño vino a encender hogueras, no a apagarlas, parece que eso es cosa nuestra y sin embargo nuestro cerebro no está preparado para tan difícil empresa.
Mejor que implantar ética (ahora se dice implementar), los israelitas eliminan personas, imitando a quien intentó eliminarlos a ellos. Mejor que ética, Europa le succiona el trasero al país con menos ética y más muertos a sus espaldas del siglo XX y XXI -EEUU- y medios de comunicación que se dan de éticos se suman a esa ética de la muerte al tiempo que nos ponen villancicos y nos dicen toda clase de sandeces para que los públicos estén supuestamente contentos y puedan seguir procurándoles publicidad. En mi pueblo, Sevilla, se oyen más tonterías que nunca en las emisiones locales, casi todo es publicidad encubierta que pasa por ser ética y filantrópica. Parece que le gusta eso al personal. A mí me distrae y me sirve para seguir lo que sucede a mi alrededor al tiempo que me da asco.
Zelenski sigue sacrificando a su pueblo. Y Putin al suyo y hasta un avión de pasajeros, los dos se quieren sentar a hablar, pero no se sientan, como ellos no están en las trincheras… Zelenski ha perdido y el tío sigue mendigando armas para que mueran más ucranianos. Sabe que él, sin guerra, sin la ética de la muerte, no es nadie, va a la papelera.
No hay ética para informar con todo detalle de los atentados extranjeros, no sea que nos volvamos islamófobos, xenófobos o racistas. ¿Se han dado cuenta de la cantidad de atentados y destrozos con bastantes europeos asesinados y la poca información que tenemos de todos ellos? Cuando ETA mataba estaban todo el día con ETA. Y con el IRA, las Brigadas Rojas o con la banda Baader-Meinhof. Ahí se quedan ahora los muertos y sus familias, ignorados, quieren que los olvidemos no sólo a ellos sino al contexto que los ha matado, nos dan informaciones peregrinas un par de días y luego, silencio.
Hasta parece que busquen atenuantes para los asesinatos. Insisten mucho en que los asesinos son lobos solitarios como si los lobos no comieran ni bebieran de algún plato o fuente. ¿Cuántos lobos de esos habrá? ¿No teníamos ya bastantes lobos y garrapatas aquí? Este terrorismo y el alto porcentaje de asesinatos y agresiones a mujeres más la formación de bandas violentas externas a los europeos son prueba de que Europa se está matando a sí misma con la inmensa cantidad de sangre que ha costado y está costando forjarla. La llegada de un fascismo del siglo XXI es cuestión de tiempo, no se puede engañar a la gente por toda la eternidad. El fascismo no llega solo, algo lo está trayendo: una supuesta democracia sin ética, débil, que la misma juventud está empezando a rechazar.
Luego surgen los predicadores de la ética. Se destacan dos, sobremanera: el rey Felipe VI y el Papa Francisco. Ambos aparecen, dicen que todo debe ir bien, que nos demos las manos fraternalmente, que no seamos malos, y después se marchan a sus aposentos. Están guardando su trono y su solio, respectivamente. Tiran piedras y esconden las manos, nunca dan nombres, nunca se mojan el trasero del todo, sólo un poquito, la mitad de uno de los cachetes. Predican una y otra vez lo mismo. Al menos antes existieron reyes absolutistas y otros que encabezaban las tropas en el combate y papas que se enfundaban corazas y agarraban espadas para defender su causa. Ahora se trata de predicadores de pantalla, de telepredicadores que significa hablar desde el “telos” griego, desde la lejanía, desde el fin, desde el límite.
Desde lontananza nos lanzan bendiciones y nos desean feliz año, amén. Este personal nos cuesta mucho dinero, pero lo necesitamos para escuchar aquella ética a la que aspiramos sin poder conseguirla nunca. No nos pertenecemos. Ni siquiera se pertenecen a sí mismos los predicadores.
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