No hay que pedirle perdón ni a México ni a nadie por llegar, ver, conquistar y colonizar. A ver si vamos a ser los idiotas del planeta. Inglaterra hizo su trabajo, Francia el suyo, Estados Unidos se pasa por la entrepierna a las mismas instituciones que creó después de la Segunda Guerra Mundial y a todo el aparato legislativo que las ampara. Aún no se ha arrepentido de las dos bombas contra Japón. Es más, Hillary Clinton visitó Libia y dijo aquello con motivo del asesinato de Gadafi: “Llegué, vi, murió”. Y soltó una carcajada.
La ONU es como el apéndice intestinal, solo sirve para hincharse de vez en cuando. El FMI y el BM te prestan dinero si eres bueno, la OTAN es una provocadora de guerras, Rusia hace bien en defenderse cuando le han puesto las bombas nucleares en la antesala de su casa y, no contentos con eso, pretendían llevarlas hasta su misma sala de estar. Israel se está pasando mil pueblos, le hemos pedido tanto perdón que ahora se cree el arcángel San Miguel matando demonios por todas partes. Yo estoy de su lado, es parte de mis raíces, pero, de ahí a lo que está haciendo… Menos mal que no hay mal que por bien no venga: ya sabemos los demás que podemos hacer lo mismo. Rusia incluida.
¿Qué perdón hay que pedirle a la presidenta de México y a su padrino por ser humanos y actuar según la propia evolución humana? Este mundo se ha vuelto muy sensiblero y como le sigamos el rollo a esta gente farisea, lista y trepa nos moriremos de un ataque de culpa injustificado. Aquí en España sucede algo similar: la izquierda, no teniendo agallas para ser izquierda porque está a gusto viendo Netflix, las películas polacas de amor y las telenovelas turcas, se dedica a actuar como monjitas de la caridad con la diferencia esencial de que las monjitas de la caridad no son débiles, tienen principios y no aspiran a vivir del erario público, esas monjitas dan, no reciben sin dar nada a cambio, ellas ejercen eso, la caridad, pero cuando se llega arriba en la política hay que enfrentarse al Poder en lugar de adaptarse a él, quien quiera peces se tiene que mojar el culo -palabra soez en México- y como no hay cojones ni ovarios para eso se echa mano de dádivas y asuntos ancestrales que en estos momentos invitan al choteo porque ya le han dicho los principales historiadores de la Hispanidad a la niña y al padrino que lo que piden posee un fondo político, no ético ni de rigor.
Desde que tomó posesión AMLO como presidente de México rodeado de indígenas y entre incensarios se vio de qué iba el rollo. A buscar votos usando las emociones, a sembrar desviaciones de los asuntos claves de México; a fingir como que eres muy valiente ante EE. UU. que lo que hace es frenar el coladero de inmigrantes latinos. A nosotros, los crueles españoles que tanta riqueza sacamos de allí, pero tanta riqueza dejamos, nos expulsaron a mediados del XIX y ahora celebran “El Grito” los ingenuos cada mes de septiembre. Algunos exclaman: “¡Mueran los gachupines!”. Y resulta que gritan contra sí mismos que son descendientes directos de nosotros los gachupines. Y resulta que no se han librado de nosotros porque allí se quedó la Castilla más rancia, la que ha originado que México y otros países sean estados fallidos.
¿Por qué la emigración es desde Latinoamérica a EE. UU. y Canadá y no al revés? Porque Latinoamérica apenas ha olido el Renacimiento ni la Ilustración ni las revoluciones industriales, lo mismo que le ocurrió a casi toda España. Ese es uno de los problemas que tienen ustedes, señora presidenta, y no que Hernán Cortés hiciera lo que tenía que hacer: tirar para casa. Los problemas que asfixian a México son el 60 por ciento de población que malvive, el atraso mental tan tremendo a excepción de “islas” como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre EE. UU. y Canadá suman unos cuarenta millones de mexicanos viviendo allí, muchos de manera ilegal. ¿Le pedimos cuentas a Cristóbal Colón y a Hernán Cortés o a la presidenta y su padrino? La culpa siempre es de los demás, ¿verdad? Aunque estén tan lejos.
La primera vez que fui a México a impartir clases en una universidad fue en 1999. Entonces -y unos años después- se podía pasear por la noche con bastante tranquilidad. A partir de 1999 he estado en México varias veces. Pero cada vez el narco achuchaba más, ya hay que retirarse de la circulación a una hora prudente; al igual que Joaquín Sabina, yo he sido un cierrabares en México. No me emborrachaba, pero se estaba de maravilla con unas cervezas tostadas Indio y escuchando música en directo. Después, a casa.
Eso se acabó. Todas las encantadoras personas a las que conocí en México conocen a otras y otros víctimas del narco y he perdido a buena gente a manos del narco. Otrosí, el petróleo es cosa de los gringos con los que México mantiene una relación de amor-odio. Ahora, cuando lleguen las Navidades, los norteños mexicanos -en lugar de en el propio México- se gastarán millones de dólares en EE. UU. comprando objetos en Walmart y otros almacenes, cruzando con enorme paciencia la frontera de El Paso. Eso lo he visto yo. Y no estaba lejos cuando en un lugar delicioso del norte llamado Creel, unos narcos irrumpieron en una fiesta social para matar a un tipo y de paso se cargaron a seres inocentes, niños incluidos. Cada año se conmemora en Creel esa matanza. Y viví en la misma calle en la que había un gimnasio donde penetraron unos esbirros a matar al dueño con una balacera de cien disparos. En 2023, más de 32.000 asesinatos en México, la culpa la tiene Hernán Cortés.
¡A ver si nos quieren hacer creer que el narco existe porque es más listo que los servicios secretos gringo-mexicanos! El narcotráfico crea más puestos de trabajo -clandestinos- que esa presidenta y su padrino, los que nos exigen que pidamos perdón por haberlos metido en la bola del mundo, para bien, para mal y para regular. La gente le dedica canciones de alabanza a esos empresarios asesinos del narco: los narcorridos. Ya sois libres, AMLO y ahijada Claudia Sheinbaum, ahora a arreglar la viga en el ojo propio en lugar de mirar tanto la nuestra que nosotros tenemos trabajo aquí con vuestros camaradas pseudoprogresistas y con quienes os dejaron esas mentalidades contrarreformistas y del siglo XIX.
Y tú, AMLO, déjate ya de monsergas místicas que sé que fuiste lector mío y te gustó mi libro, Dioses y diablos mediáticos. Tenemos la misma edad, no te dejes llevar por la demagogia, hombre, que me dolió mucho el pucherazo que te dieron en 2006. Entonces eras más de izquierdas que ahora, por eso no te pasó como al señor Edmundo González que lo han elevado a santo.
Ahora pareces un jeremías disimulándolo con discursos supuestamente progresistas, uniéndote al bravucón de Maduro, los dos tenéis dos países riquísimos, os están pisando botas muy concretas de dentro y fuera de América Latina y vosotros pidiéndole a España que se defeque en su propio pasado y criticando a sus empresarios. Siempre a lo fácil, al menos Maduro se enfrenta al imperio, tú nadas y guardas la ropa. Los dos sois igual de ingenuos, pero comprendo que la erótica del poder os lleve a sembrar el despiste con Hernán Cortés y la pérfida España.
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