Algunos de los que nos hallamos entrados en años tal vez pensemos —me encuentro entre ellos— que, en el pasado, cuando estábamos viviendo, no nos dábamos cuenta de verdad, no teníamos consciencia plena del prodigio. Es ahora, en la recta final, el momento de la nostalgia. Dicen que la nostalgia es vivir dos veces. No lo sé. Sí sé que primero se vive y después se sobrevive, como apuntó Leopoldo María Panero. Yo puntualizaría la idea: esto va de sobrevivir y en esa lucha a veces sale el sol o cae la lluvia serenamente tras los cristales, como le gusta cantar a José Luis Perales que ya es nostalgia y decadencia también. Si se trata de vivir dos veces, la primera pasa casi desapercibida y la segunda es una vida muerta que estimula y deprime.
Tengo toda mi docencia concentrada en el segundo cuatrimestre. Esta semana he comenzado mi último curso como profesor de periodismo en la Universidad de Sevilla. Se acabó. En septiembre, jubilación forzosa con 70 años, con esa edad nos podemos jubilar en la universidad. Si tienes méritos y te los reconocen, es posible quedarse como profesor emérito hasta los 73, en otras universidades hasta casi los 80 y en Estados Unidos hay quien se muere con las botas puestas, a los 90 años o más.
Y aquí, en España, Yolanda Díaz peleando para que las gentes trabajen menos, cobren más y la voten más. Pobre muchacha, busca una jubilación de lujo haciendo como que no sabe la que se avecina, sólo trabaja para ella misma, no para ningún socialismo.
Jubilación dicen que viene de júbilo. ¿Qué júbilo es ése? El júbilo será para el que se sienta esclavo, alienado, obligado a trabajar como castigo bíblico. Para el vago o para el mediocre que tiene miedo de sí mismo. Para quien afirma que tiene ganas de viajar mucho —el escapismo que no cesa— y de escribir novelas o plantar macetas como si no hubiera tenido tiempo antes. Quienes somos la misma persona trabajando y fuera del trabajo, quienes consideramos que el trabajo nos dignifica y nos prolonga la existencia, sentimos que no hay júbilo alguno, seamos realistas, la sociedad te ha dicho: usted, a la papelera, ya no nos sirve, a pesar de que se sienta en forma. Ah, y lo que ha cotizado vale menos que la pensión que le vamos a dar.
La tragedia de estos tiempos: vivir más biológicamente mientras al mercado le interesan ante todo los jóvenes imberbes manejables, con poca formación humanística y un cerebro tecnificado, preparado para obedecer y para creer que la realidad inmutable es la que les dicen que es. Nos estamos jubilando la generación baby boom. Me alegro por el poder. Somos respondones y creemos que la sociedad digital es maravillosa y también maravillosamente jodida, nos vende comodidad y en realidad lo que nos está vendiendo también es sinvivir, se trata de lo de siempre: vender, pero, en esta ocasión, con sistemas aún más sofisticados, individuales y aduladores.
Los viejos de la generación baby boom somos apartados para que lleguen los jóvenes y los jóvenes van siendo marginados en favor de las máquinas en las que están delegando sus vidas, jóvenes y viejos ya no podemos vivir sin ellas porque el mercado tampoco puede hacerlo, su máxima —producir mucho al menor coste posible—, se lleva a efecto mejor con máquinas que además ni protestan ni se ponen en huelga, deberán tener cuidado de todas formas con los algoritmos que les incrustan no sea que se rebelen como en la novela/película de Stephen King que, por cierto, es una pamplina pero distrae.
Los sindicatos deberían reivindicar ya la participación en la fabricación de software y meterles a los algoritmos unos elementos subversivos, lo digo por la propia supervivencia de los sindicatos, si no, se les acabará el chollo del progresismo y la lucha de clases, todo ello reciclado hacia el pseudofuncionariado y a la obligada protesta contra el “rico”, un agradecimiento a los más de treinta millones de euros públicos que les ha regalado el gobierno sólo a CCOO y UGT ya que no son capaces de valerse por sí mismos.
Acaba de entrar febrero. A finales de enero, en torno mío, no hacían más que hablarme de marzo y los medios de comunicación del gran puente de la SE-40 que empieza a construirse a finales de 2025 y que un trozo, un trozo, de la línea 3 de metro de Sevilla, hasta 2030 no estará listo. Por cierto, la famosa agenda 2030 sale a diario en los medios progresistas, el papel es muy sufrido, como si quieren decir la agenda 2090, poco se ha cumplido de los acuerdos de todos los encuentros para mejorar el medio ambiente, sin ir más lejos. En los escritos que surgieron en la Conferencia de Bretton Woods (1944) ya se trataba de no hipotecar a las generaciones futuras. Pues aquí estamos, hipotecados doblemente, con el clima y con los bancos.
Expectativas diarias, sucesos e idioteces como informar de que una universidad gringa ha demostrado que por la mañana tenemos menos temperatura corporal que al mediodía. Eso es como si alguien en una tesis doctoral pretende demostrar que ABC es monárquico. ¡Pero si el mismo diario te lo dice! Las evidencias no son ciencia. Hay montones de científicos españoles esperando ayudas para demostrar preguntas e hipótesis que beneficiarían de verdad a los humanos y no les llegan nunca. Y hay países cargados de mecenas que desgravan en Hacienda subvencionando cualquier ocurrencia.
Los medios de comunicación nos tienen acojonados, saben que nos enganchamos a la amenaza de la muerte, la intriga o el conflicto y por eso nos tienen adictos a unas noticias que conforman un culebrón irracional como todos los culebrones. Asustar y tener a la gente aterida es negocio, entre eso y los cacharros digitales el personal está controlado. El miedo paraliza, el exceso de información sin interpretación implica confusión, dudas. Y la duda también paraliza. Pero llega un momento en que se le da portazo a tanta angustia, por eso el periodismo arrastra una fama horrenda. Casi todo es venta, droga en vena en forma de noticias.
Escribo como un viejo, ¿verdad? Creo que no, escribo como un amante de la vida que no cree en otra y siente que la edad media de un varón es de 82 años si es que no le agarra antes un ictus grave o los famosos primos hermanos Alzheimer y Parkinson que te matan antes de morir. El cáncer no suele faltar a su cita, con frecuencia está programado desde antes de nacer.
Somos tristes porque somos alegres y no nos gusta perdernos el futuro. Cuando miro paisajes de diverso tipo, sobre todo en mi ciudad, pienso cómo le hubiera gustado a mi padre verlos. Me consuela creer que los está contemplando a través de mis ojos, se trata de aquello que él quería vivir y no pudo, a mi alrededor canta su réquiem la enfermedad y la muerte de personas que quise y quiero. No me es posible esperar hallarlos nuevamente en ningún más allá, sé que siempre hemos vivido en la mentira, desde que el hombre es hombre hemos estado y seguimos estando así. La mentira es el bálsamo de la supervivencia y de una vida más larga. La mentira es la huida de la muerte, el bunker de la guerra vital.
En enero ya me estaban persuadiendo para pensar en marzo, en 2025 para 2030 y para cuando los coches vuelen por el cielo. Me intentan atemorizar con la Inteligencia Artificial (IA) y con la guerra de China contra Estados Unidos más el resto de países que se verían arrastrados. Y con más muertes cotidianas y de parajes lejanos. Pero, ¿qué os creéis? ¿Que me vais a incrustar más miedo que el que ya te clava llegar a este mundo? ¿Que me vais a obligar a que piense en vuestras mentiras y en los adoctrinamientos ingenuos y divertidos de vuestros medios de comunicación para incautos? ¿Creéis que me voy a preocupar por lo que digan las redes sociales que son el famoso dicho “medio mundo critica al otro medio” elevado a la quinta potencia? ¿Creéis incluso que vuestras pamplinas en torno a borrascas y alertas amarillas o rojas en Andalucía me van a colgar de vuestras noticias climáticas cuando aún no llega ni al cuarenta por ciento la media de los pantanos andaluces?
En 1911 Juan Ramón Jiménez publicó La soledad sonora. Yo soy esa persona de la que habla: “Un hombre de cuerpo blanco,/ coronado de esperanzas,/ que holló las orillas verdes/ unas tardes ya lejanas”; León Felipe me enseñó todos los cuentos que mitigan la mentira y San Juan de la Cruz me dijo lo que hay que hacer en estos tiempos convulsos, como todos los tiempos, pero estos no tienen un solo habitante terráqueo ni una tribu ni una civilización sino un planeta. Me aconseja De la Cruz: “La noche sosegada/en par de los levantes del aurora,/ la música callada,/la soledad sonora,/ la cena que recrea y enamora”.
Puede que haya que aplicarse, aunque sea de cuando en vez, aquello que no dijo San Ignacio de Loyola: “En tiempos de tribulación no hacer mudanza”. Sí, ya sé que lo que dijo el fundador de los jesuitas fue: “En tiempo de desolación nunca hacer mudanza” y que definía la desolación como lo opuesto a la consolación. La desolación es “escuridad del ánima, turbación en ella”. Pues más a mi favor, las almas están muy “escuras” y turbadas ahora. Pero es mucho más distraído correr y danzar por esos mundos apasionantes y convulsos. Está bien, sin dejar el asunto, yo ya lo he hecho bastante para ser hijo de trabajadores inmigrantes. Lo que deseo en estos momentos —sobre todo— es ver pasar la vida por mi ventana, igual que lo anhelaba León Felipe después de ser un romero en la vida: “Todo el ritmo de la vida pasa/ por el cristal de mi ventana…/ ¡Y la muerte también pasa!”.
La soledad sonora puede hablar por los codos y hacer mucho ruido interior, por ello no le hagan caso a esta homilía dominical que les he soltado, ¡a vivir que son dos días! Eso sí, que nos dejen vivir los dos días en lugar de llevarnos a lo imaginario, al futuro, a otros capítulos del cuento y la mentira. Lástima, me voy a perder la película, de todos modos, ya estoy viendo el inicio: la gente por ahí, huyendo, como pollos sin cabeza, y un servidor lloriqueando como aquel humo que le cegaba la vista a The Platters cuando les ardía el corazón, lleno de amor, y el humo ascendente no los dejaba ver. Qué bonito o, como dirían Martes y 13, qué potito. Smoke gets in your eyes. Hay que decir algo en inglés para que el artículo sea relevante…