Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, ha instado a María Jesús Montero, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, a ser la oposición del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Los datos persistentes de las encuestas indicaban que el PSOE andaluz no remontaba, iba a menos. La culpa no es solo del liderazgo de Juan Espadas, también de la carencia de un proyecto renovado que saque a Andalucía del letargo.
La operación con apariencia de alcurnia pretende parecerse a la operación Salvador Illa en Cataluña. Pero el papel de Cataluña y Andalucía en el contexto de actual es muy distinto. Cataluña pinta para sí en la política de Estado, Andalucía no. Andalucía pinta para Madrid y las tácticas de poder del bipartidismo monárquico.
El PSOE necesita recuperar fuelle en Andalucía, una comunidad que aporta 61 de los 350 diputados en el Congreso, 13 más que Cataluña, 24 más que Madrid, 28 más que la Comunitat Valenciana, 30 más que Castilla y León, 38 más que Galicia y 40 más que Castilla-La Mancha. Sin Andalucía ni el PSOE ni la izquierda levantarán cabeza frente a un horizonte de fortalecimiento de la ultraderecha que podría gobernar España en alianza con el PP.
La vicepresidenta primera tiene dificilísimo darle la vuelta a las encuestas. La forma en que Moreno Bonilla ejerce el Gobierno andaluz se lo pone muy difícil. El PP andaluz ha absorbido en su beneficio toda la maquinaria de poder institucional que dejó engrasada el PSOE tras casi 40 años de ejercicio ininterrumpido del poder autonómico.
Durante cuatro decenios el PSOE hizo de la Junta de Andalucía una máquina de gestión administrativa dedicada a operar sobre la base de buena parte de la llamada sociedad civil, el empresariado, los medios de comunicación y los sindicatos UGT y CCOO. Juanma maneja la misma maquinaria autonómica con diplomática maestría. Por eso se muestra condescendiente con Montero, porque sabe que el barco solo ha cambiado de tripulación, pero el rumbo y las intenciones son similares. Mantener Andalucía controlada y a su favor.
María Jesús Montero lo tiene casi imposible porque no supone una renovación real del proyecto del PSOE para Andalucía. Pertenece a la vieja guardia socialista y tiene mácula en las políticas económicas y territoriales del PSOE respecto de Andalucía. Estuvo con Susana Díaz, la presidenta más nefasta que haya tenido esta tierra, cuando se puso al frente de la lealtad institucional para aplicar los durísimos recortes que imponía Rajoy.
Estuvo con Susana Díaz cuando pactó con Ciudadanos, despreciando a Podemos, a cambio de deteriorar la fiscalidad andaluza en favor de los ricos y de arrodillar Andalucía ante el españolismo centralista. Estuvo con Susana Díaz cuando se puso a la vanguardia del “a por ellos” enfrentando al pueblo andaluz con el catalán. Ahora con Sánchez tiene el papel de negociar la singularidad catalana al tiempo que ignora la singularidad andaluza. Lo tiene casi imposible sin proyecto andaluz propio.
Sorprende que el PSOE-A, que dice tener 40.000, no tenga proyecto y persona que supongan una auténtica renovación de su propuesta andaluza. Sorprende que en el PSOE andaluz no haya la más mínima capacidad de interpretar las necesidades de Andalucía a la luz de nuestra situación de desigualdad. La decisión de María Jesús Montero debería ser para la izquierda andaluza y andalucista un incentivo para aupar un proyecto de transformación, que no sea subalterno de la socialdemocracia liberal, ni se conforme con ser una pieza irrelevante en un proyecto de Estado. Un proyecto que piense en una habitación propia.