Los demonios

No entienden el porqué de ese dolor que se transparenta en tu rostro, el porqué de esa mirada baja que no te habían visto antes

Poeta y filólogo

El cuadro 'Melancolía', de Munch.

Es un día cualquiera. Todo apunta que todo irá bien, como siempre. Sin demasiadas alharacas. Un día más, dispuesto a convertirse en un olvido dulce. Pero entonces sucede algo. Hay algo que aparece frente a ti. Los demás pensarán que es algo nimio, y no se darán cuenta. Pero tú sí, lo reconoces a la perfección. Se planta frente a ti, y ya no puedes ver otra cosa. Se planta frente a ti y entonces sucede: los demonios que están dentro de ti, esos que se encontraban en un agradable letargo que duraba meses —incluso años—, se despiertan. Y te hacen saber que están ahí. No puedes soportarlo, quieres marcharte, duele demasiado. Te hacen vivir un infierno.

Fuera, en cambio, todo parece muy normal. Te ven extraño, hay algo en ti que no es como siempre. Pero nadie comprende nada, no entienden el porqué de ese dolor que se transparenta en tu rostro, el porqué de esa mirada baja que no te habían visto antes. No comprenden qué te pasa, y sin embargo, sucede: ellos se han despertado y han convertido todo en un infierno.

Después, consigues escapar de aquello que consiguió zarandear a los demonios, ponerlos en pie de guerra. Desaparece. Pero los demonios siguen despiertos y te torturan todo el día. Te hacen arder con ellos incluso mientras duermes. Sueñas con ese fuego, ese dolor, que te infligieron por el día. A la mañana siguiente, parece que no están. Parece que después de atacarte por la noche volvieron a dormirse, hartos de tanta destrucción. Pero los efectos perduran: dentro de ti todo está devastado. Y no tienes ni fuerzas para levantarte, pero la vida se impone y no queda otra. Lo que no puedes evitar es mantener la cabeza gacha. No tienes tanta fuerza como para poder mirar al frente.

Y continúas así; mirando solo a tus pies. Sobrellevas como puedes el nuevo día, y no vuelve a aparecer eso que viste ayer. Pero te queda el miedo de que vuelva hacerlo, de que vuelva a surgir. De que vuelva a despertarlos. Te queman las cenizas del aquelarre de ayer. Aun así, poco a poco, ves que todo marcha como siempre, que no aparece nadie aparte de personas que consideran –te lo hacen ver– que vales mucho, y recibes mensajes de tu novia, de tus amigos y de tus familiares tratándote con normalidad. Y ganas confianza. Y vas reuniendo fuerzas. Consigues finalmente levantar la cabeza y, sin que te des cuenta, todo dentro de ti se ha recompuesto. Ya todo ese paisaje de destrucción ha desaparecido y todo vuelve a ser igual que antes. Un lugar imperfecto, sin dudarlo, pero donde se puede vivir. Un lugar renovado en el que ahora reposan impacientes los demonios.