La Navidad, época de celebración, unión y amor familiar, a menudo se convierte para muchas mujeres en un período de estrés, agotamiento y sacrificio. Las interminables tareas: listas de compras, organización de reuniones, planificación y elaboración de las comidas y, entre otras, la atención a los más pequeños y dependientes recaen sobre las mujeres de manera desproporcionada. Este desequilibrio no sólo afecta su bienestar, sino que también perpetúa dinámicas familiares desiguales que socavan los principios de equidad y cooperación que deben existir al interior del hogar, que ponen en cuestión la reciprocidad en la que se deben fundar las relaciones familiares.
La carga mental: una realidad que afecta mayoritariamente a las mujeres
El concepto de carga mental describe el trabajo invisible asociado con la planificación, gestión, coordinación y toma de decisiones en las tareas domésticas y familiares. Según estudios recientes, el 71% de las mujeres soporta esta carga, mientras que sólo el 12% de los hombres asume estas responsabilidades en el ámbito familiar. Durante las fiestas navideñas, esta carga aumenta exponencialmente, transformando un momento que debería ser de descanso y disfrute colectivo en un período de tensiones y agotamiento emocional y físico para las mujeres.
Un derecho que también es un deber compartido
La Navidad no debe ser un sacrificio impuesto a las madres, abuelas y demás mujeres de la familia, sino que debería ser una oportunidad para que todos los miembros del hogar ejerzan su derecho-deber de contribuir al bienestar colectivo, colaborando equitativamente con las cargas familiares. Este principio no sólo responde a un acto de cooperación y equidad, sino que también fomenta un entorno familiar más saludable, basado en el respeto y el apoyo mutuo.
¿Cómo se traduce este derecho-deber en la práctica?
- Corresponsabilidad familiar: La organización de las celebraciones de fin de año debe ser un esfuerzo compartido. Desde la compra de regalos hasta la planificación y preparación de las comidas y atenciones, cada miembro de la familia, independientemente de su sexo o edad, debe asumir tareas según sus capacidades.
- Reducir las expectativas: Las celebraciones menos esmeradas, pero llenas de amor y cooperación, son igualmente valiosas y significativas para quienes las organizan y participan de ellas. Por ello, conviene reducir los niveles de exigencia y abrazar la sencillez, renunciando a una pretendida perfección que, por lo demás, es imposible de lograr.
- Redistribuir roles: Es fundamental que los hombres y niños participen activamente en las tareas navideñas, rompiendo con los roles y estereotipos de género que asocian estas responsabilidades exclusivamente a las mujeres y niñas.
- Agradecimiento y reconocimiento: La familia debe valorar y agradecer el trabajo invisible que realizan las mujeres. Esto no sólo fomenta un ambiente más respetuoso, sino que también fortalece los vínculos familiares. Y, en los casos en que esa ayuda procede de mujeres vinculadas a la familia por contrato, el reconocimiento y gratitud también debe ser expresado.
Las Fiestas de Navidad y Año Nuevo: una oportunidad para educar en igualdad
La Navidad es más que un momento de celebración entre familiares y amistades, también es una oportunidad coeducativa. Enseñar a los más jóvenes la importancia de la corresponsabilidad y la empatía es una lección necesaria que perdurará más allá de las festividades. Este enfoque de compartir las cargas no sólo beneficia a las mujeres, sino que también prepara a las futuras generaciones de hombres a construir relaciones familiares y sociales más justas y equilibradas, fortaleciendo no sólo a las familias, sino a toda la sociedad.
El valor del descanso y el disfrute colectivo
El bienestar familiar no debe recaer únicamente en el sacrificio de las mujeres. Al contrario, una familia verdaderamente unida y solidaria se asegura de que todos sus miembros, incluidas las madres, abuelas, tías, hijas, hermanas, suegras, nueras, tengan derecho al descanso, al disfrute y a compartir momentos significativos sin cargas desiguales.
Que estas Fiestas de Navidad sean más equitativas y que el espíritu de corresponsabilidad transforme los hogares en espacios de paz, generosidad y equidad donde cada miembro aporte lo mejor de sí mismo para construir recuerdos entrañables, porque el verdadero regalo de estas fiestas es el amor y la unidad basada en el respeto mutuo y la cooperación.
Por una Navidad donde las mujeres también disfruten, os deseo felices fiestas.
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