Eso proclamaba, parodiando el éxito eurovisivo de María Isabel, la popular María Guardiola tras el resultado electoral en Extremadura que dejaba sin mayoría absoluta a Fernández Vara y permitía un gobierno PP-VOX en la comunidad. Guardiola, una auténtica desconocida más allá de las fronteras de su comunidad autónoma, saltó a la fama la misma noche del recuento electoral sorprendiendo al mundo mediático con su voluntad de presidir el Gobierno extremeño para lo que precisaba de los votos de la extrema derecha de Vox.
Pero desde el mismo momento que despegó para impulsar su salto a la fama empezó una larga historia de afirmaciones y matizaciones que han terminado con la negación de sus propios principios rectificando todo aquello que le había hecho recorrer en pocos días todos los altares mediáticos de nuestro país donde se había forjado la imagen de alguien que ni muerta iba a transigir a la hora de incorporar a la extrema derecha a su Gobierno. Fueron días de vino y rosas para Guardiola y sus asesores que llegaron a creerse ellos mismos aquella fantasía de mujer irreductible ante las presiones propias y ajenas.
Pero la derecha montaraz, la de los tamayazos, no estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad de arrebatar a los socialistas el Gobierno de Extremadura y frente a las proclamas anti-Vox de la candidata Guardiola comenzaron a tejer la tela de araña que acabaría por asfixiar las ansias de libertad y modernidad de quien iba a padecer el acoso de propios y extraños. Pronto el ejército mediático de la derecha puso en marcha todo su arsenal bélico para cuestionar los planteamientos de Guardiola mientras que determinadas figuras históricas de la derecha más rancia le hacían llegar que menos escrúpulos y más poder, como bien le trasladó la propia Esperanza Aguirre en la toma de posesión de Díaz Ayuso.
Al tiempo las redes sociales propias vinieron a hacer el resto con una presión brutal sobre Guardiola, que vio además cómo su principal asesor de campaña caía víctima de la filtración de un audio en el que mostraba su animadversión con la extrema derecha. De manera que lo que a principios de semana era un alegato anti-Vox propio de la izquierda radical fue girando a base de matizaciones hasta convertirse en la aceptación de lo que había sido la idea nuclear de la propuesta de Vox, la entrada en el Gobierno, a lo que Guardiola se había negado reiteradamente hasta convertirlo en la línea roja que no se podía traspasar. Pero la extremeña, el sueño de una noche de verano de la derecha, ha aceptado traspasar esa línea sin adoptar la alternativa que ella misma se había planteado, abandonar la política.
En Extremadura y también fuera se preguntan qué fue de aquella estrella fugaz que quiso jugar a ser libre, que según ella misma sólo tenía su trabajo y su palabra y que ha preferido traicionar esta última por conservar lo primero olvidando su propio principio, antes muerta que con Vox.
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