Hace poco menos de una semana que María Jesús Montero fue elegida secretaria general del PSOE de Andalucía y con ella una Comisión Ejecutiva regional que podríamos considerar de amplio espectro a semejanza de esos antibióticos de última generación que lo mismo te curan una bronquitis que una infección dental.
Y parece que eso, curar una infección en el Partido en Andalucía, es lo que buscaba Sánchez con la designación de la vicepresidenta de su Gobierno para regir los destinos de la organización en una tierra que hasta la presidencia de Susana Díaz se había mostrado siempre predispuesta al apoyo electoral a los socialistas.
Porque ceñir la decadencia del PSOE andaluz exclusivamente al mandato de Espadas sería injusto y aún más que eso sería un ejercicio cínico de negación del origen de los males que han venido afectando al socialismo andaluz y que hunde sus raíces en tiempos pretéritos con la llegada a la secretaría general de Pepe Griñán, magnífica persona y buen gestor, pero desconocedor de las claves orgánicas, quien puso a la organización en manos de la ambición desmedida de Susana Díaz y, como suele decirse, de aquellos polvos estos lodos.
Y ese afán universalista de Montero a la hora de configurar la nueva dirección del Partido Socialista en Andalucía puede servir para explicar su carácter tumultuoso puesto de manifiesto físicamente con la celebración de la primera Ejecutiva Regional en la sede de San Vicente en un claro ejercicio de achique de espacios que para sí hubieran querido entrenadores históricos del futbol español. Como diría un castizo allí no cabía ya ni un alfiler y no sería mala idea para evitar las estrecheces de la gestión directiva buscar lugares más amplios que mejoren la escenografía de esos eventos directivos.
Pero sería probablemente reduccionista analizar la nueva dirección sólo desde el punto de vista cuantitativo olvidando el análisis cualitativo que para nada puede referirse a las capacidades políticas de sus integrantes sino más bien al contexto temporal y convivencial de cada uno de ellos. En la dirección de Montero vuelven a aparecer viejas glorias del socialismo andaluz con los que compartí vivencias generacionales y que creía retirados ya a sus merecidos descansos del guerrero, y aunque pocas cosas me sorprenden ya de las organizaciones políticas tengo que reconocer que no me esperaba esos flashbacks cargados de nostálgica penitencia. Y junto a la vieja guardia toda una pléyade de generaciones forjadas en la loca academia de las Juventudes Socialistas que pretenden permanentemente hacernos creer que el tiempo no ha pasado mientras intentan disimular sus heridas de guerra porque, aunque no les guste admitirlo, son ya en su mayoría gentes curtidas en mil batallas interna y externas y bastantes de ellos y ellas peinando canas.
Malos precedentes para los congresos provinciales que han de venir en fechas próximas son estas conjunciones planetarias como la ensayada por Montero con su nueva dirección. De hecho, los primeros movimientos en la provincia de Cádiz han dejado de ser tambores de guerra para pasar a convertirse en una declaración bélica en toda regla. Que Dios nos coja confesados a los simpatizantes y votantes socialistas porque los movimientos de tropas no auguran nada bueno o quizás estemos equivocados y todo esto del socialismo gaditano no sea más que una arriesgada partida de póker, seguiremos informando.