Por mucho que miro a mi alrededor tengo la sensación de que aquel espíritu navideño que hacía olvidar nuestras diferencias durante al menos un par de semanas ha desaparecido hace ya algún tiempo de nuestro espacio de convivencia y no es ya sino un sentimiento nostálgico que más que aliviar nos hace sentirnos aún más apesadumbrados.
Ni tan siquiera la habitual explosión de películas navideñas en todas las plataformas televisivas es capaz a estas alturas del siglo XXI de estimular las bondades de la condición humana, aunque sólo sea de manera temporal y con rápida fecha de caducidad. Y es que pareciera que aquel Grinch, al que muchos identifican con Miguel Tellado, nos ha robado definitivamente la Navidad y la ha convertido en un terreno bélico donde prolongar la crispación que se ha adueñado de nuestras vidas.
Desde hace ya algún tiempo se venían produciendo acontecimientos en el tiempo navideño que auguraban un futuro difícil para la paz en la tierra a la gente de buena voluntad. Los discursos del rey emérito, mucho antes de que se produjera general conocimiento de sus desmanes, se habían convertido en campo de batalla analítico donde las distintas formas de pensamiento político buscaban la confrontación. Y ese mismo efecto generador de polémica y diferencias se extendía pocos días después al discurso del presidente del Gobierno o de las presidencias autonómicas, hasta el punto de que lo que pretendía ser la formulación de un deseo de paz y prosperidad para los gobernados terminaba siendo un arma cargada de futuro, y yo diría que de futuro inmediato por cuanto terminados de recoger los regalos del día de Reyes ya habíamos vuelto a las andadas.
Cómo será el grado de afectación que me viene produciendo esta especie de corrupción de los sentimientos bondadosos que en estas últimas fechas he tenido sueños liberadores en los que nombraban presidente del gobierno sirio de transición al brazo armado de Feijóo, el señor Tellado, y en otra ocasión soñaba que Trump reconocía los méritos de Díaz Ayuso nombrándola Alta Comisaria para el bicentenario de la Estatua de la libertad, que Begoña Gómez impartía un máster bianual en la Universidad Católica de Chile mientras José Luis Ábalos era contratado por Putin para mejorar la red ferroviaria del Transiberiano. Pero mucho más que todo eso resultaba especialmente liberador en ese tiempo en brazos de Morfeo que todos los panfletos presuntamente periodísticos decidían probar suerte allende nuestros mares, en esa nueva panacea del bienestar social que es la Argentina de Milei, siguiendo el ejemplo mercenario de Negre, una especie de avanzadilla de la acorazada mediática que cada día se empeña en instalar el guerracivilismo en nuestras vidas.
Como pueden comprender aún no he logrado reponerme del despertar.
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