Deslocalizadores natos

A los muy españoles empresarios de Talgo, deslocalizadores del patriotismo. Su lealtad distraída suele adaptarse a los cambios del ancho de vía que le ofrezcan el mayor beneficio inmediato.

Lola Sanisidro

Soy maestra jubilada, es decir maestra.

Un tren AVE en Andalucía, aunque no llegará a Cádiz. "Deslocalizadores natos", de Lola Sanisidro.
Un tren AVE en Andalucía, aunque no llegará a Cádiz. "Deslocalizadores natos", de Lola Sanisidro.

Corriendo la segunda quincena de agosto, sobre las vías de comunicación traquetea una noticia impropia de la estación, se trata de la OPA (Oferta Pública de Adquisición) que el grupo húngaro Magyar Vagón lanzaba sobre la emblemática empresa española TALGO (Tren Articulado Ligero Goicoechea y Oriol). 

Resulta curioso el poder seductor de los acrónimos que tan pocas veces explica, pero tantas otras oculta el sentido de las cosas. Y como los trenes no son serpientes de verano a muchas personas en este país, sobre todo a la clase trabajadora, nos suena a la música triste de un tren que se aleja y nos deja con un no sé qué de despedida y cierre.

Un tren parte hacia el Este de Europa, de la misma manera que antes se fueron desplazando otras industrias de las que producen las cosas y los bienes que usamos en la vida, y deslocalizando las factorías en las que trabajan nuestros paisanos.

A las empresas, que no entienden ni quieren entender de los valores sociales que no cotizan en bolsa, no parece importarles la deslocalización nuestras industrias esenciales a los países del este de Europa, que se han incorporado a las peores dinámicas del capitalismo con la fe del converso y que se ofrecen como un espacio idóneo en donde las empresas podrán reiniciar su marcha triunfal de beneficios.   

Para quienes vivimos en la Bahía de Cádiz resulta inevitable que esta canción de finales del verano nos traiga a la memoria la experiencia penosa del cierre y deslocalización de General Motors en Puerto Real que se fue rodando desde Cádiz hasta Chequia dejando a los trabajadores en la cuneta, con sus nombres y apellidos, familias y vidas, y con sus edades imperfectas para la búsqueda de empleo. 

Deslocalizada la empresa, a los trabajadores se les quedó la vida desconcertada y con la sensación de que también querían deslocalizarles la identidad y la conciencia.

Tras meses de insomnio y de lucha, empezó su peregrinación por los pasillos y las ventanillas del desempleo, los cursos de formación sustitutivos, las prestaciones y programas sociolaborales. En mayor paradoja, se vieron a sí mismos trabajando para la misma empresa que les había deslocalizado la vida, haciendo el mismo trabajo que en Puerto Real, pero con los contratos temporales del invierno laboral de Chequia.

Quienes vivimos de cerca la deslocalización de la factoría Delphi de Puerto Real no queremos ese futuro para los 2500 trabajadores de TALGO, con sus nombres y sus familias y sus vidas. No queremos este nuevo paso hacia el desierto industrial de nuestro país. Pero el caso es que vivimos en un país de empresarios que no emprenden y en el que a los especuladores les llamamos inversores, que queda más fino.

No sabemos cuáles son los motivos de los empresarios de Talgo para vender la empresa, pero dicen los representantes sindicales que hay cartera de pedidos, incluso más aún de los que pueden atender. De la opinión de los trabajadores se desprende la idea de que los empresarios priorizaron el reparto de dividendos frente a la inversión en ampliar la capacidad productiva. Lo que en resumidas cuentas viene a significar que esos a los que tomábamos por empresarios, en realidad eran rentistas. Todo un clásico de la actitud económica de las élites de nuestro país. 

No sabemos cuáles son las intenciones del grupo Magyar sobre la empresa Talgo. Los representantes sindicales se preguntan si se trata de invertir para ampliar la producción o de comprar para desmantelar y trasladar la producción a Hungría. De su expresión se deduce una mezcla de esperanza improbable y de temor más que probable.

No sabemos si será suficiente con la oposición del gobierno a la venta de Talgo y el control total de la empresa al grupo Magyar o si los empresarios pondrán en marcha sus legiones de abogados de la ingeniería financiera y las leyes del mercado para hacer una compra-venta de la empresa por fascículos. 

Lo que parece claro es que a los muy españoles empresarios de Talgo se les está deslocalizando el patriotismo y que su lealtad distraída suele adaptarse a los cambios del ancho de vía que le ofrezcan el mayor beneficio inmediato. Es el capitalismo y frente a él caen las empresas estratégicas y, si hace falta, se les entregan los planos de la seguridad del país.

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