El 10 de diciembre conmemoramos el Día Internacional de los Derechos Humanos, recordando la histórica fecha de 1948 en la que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Este documento marcó un hito en la historia, al ser el primer reconocimiento universal de los derechos inalienables de todas las personas, incluidos, de manera innovadora para su época, los derechos de las mujeres que, hasta entonces, nunca habían sido reconocido en ningún tratado de DDHH, y cuyo reconocimiento fue fruto del gran trabajo de las ocho mujeres delegatarias. Gracias a Eleonor Roosevelt, Hansa Mehta, Minerva Bernardino, Begum Shaista, Bodil Begtrup, Marie-Hélène Lefaucheux, Evdokia Uralova y Lakshmi Menon los derechos se denominan ‘humanos’ y no ‘del hombre”.
Crisis contemporánea de los Derechos Humanos
Al cumplirse 76 años de la DUDH, nos enfrentamos una realidad preocupante. Las Naciones Unidas, otrora bastión de los derechos humanos, muestra una capacidad muy disminuida para hacer cumplir la legalidad internacional en materia de paz y protección de derechos humanos fundamentales. El panorama actual se caracteriza por conflictos armados cada vez más devastadores y desestabilizadores, una crisis socioeconómica generalizada, desigualdades exacerbadas por la pandemia, la emergencia climática y un deterioro democrático global. A esto se suma una revolución tecnológica, sin precedentes, cuyas implicaciones para los derechos humanos, especialmente en términos de trabajo, igualdad y no discriminación, apenas comenzamos a plantearnos.
La fragilidad de los derechos de las mujeres y las niñas
En este contexto, de inquietante deterioro jurídico de los derechos humanos, resulta vital centrar nuestra atención en los derechos humanos de las mujeres y niñas, pues como nos señaló Simone de Beauvoir: “bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Debido a la crisis actual y la fragilidad que caracteriza a los nuestros, los derechos de las mujeres enfrentan hoy una doble amenaza. Por un lado, observamos retrocesos normativos y jurisprudenciales en muchos países, donde se diluye el contenido, sentido y el alcance de estos derechos, convirtiéndolos en muchos casos en meros símbolos sin eficacia real. Y, por otro lado, la realidad fáctica muestra un panorama poco halagüeño cuyo empeoramiento va in crescendo, especialmente en los países donde se está desmantelando la categoría jurídica ‘sexo’, que es donde se construyen nuestros derechos.
A nivel global, la violencia contra las mujeres y niñas sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más extendidas, reflejo de una estructura social patriarcal profundamente arraigada, a los datos hay que remitirse: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida, y en 2023, más de 51.100 mujeres y niñas fueron asesinadas por sus parejas o familiares. Estas cifras equivalen a un feminicidio cada 10 minutos.
Además del aumento de la violencia machista y sexual, también crece la diversificación de la violencia contra nosotras, en cuestiones como la explotación laboral, sexual y mercantilización de las mujeres y niñas en todas sus formas; la persistencia del desempleo estructural y la precariedad, así como la discriminación laboral en sus diversas manifestaciones, las dificultades para el acceso a recursos y oportunidades, en igualdad de condiciones con los hombres, las leyes de borrado de mujeres y, entre otros graves problemas, el brutal sometimiento sobre las mujeres islámicos, en especial, de las mujeres afganas, despojadas de todo derecho y dignidad por el régimen que controla su país.
La violencia estructural contra mujeres y niñas trasciende los actos individuales de agresión para revelar un patrón de negligencia institucional caracterizado por marcos normativos ineficaces, instituciones inoperantes y políticas públicas, inadecuadas y ineficientes en materia de prevención, protección y sanción, evidenciando un significativo incumplimiento del deber de diligencia debida por parte de los Estados en esta materia.
Un llamado a la acción efectiva
La conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos debe propiciar un compromiso renovado con la protección efectiva de los derechos humanos, y muy especialmente, los derechos de las mujeres y niñas. En este 76º aniversario, la comunidad internacional debe fortalecer los mecanismos de implementación de los compromisos existentes a efectos de cumplir y hacer cumplir los marcos normativos que reconocen y garantizan los derechos de las mujeres y sus hijas e hijos.
Los derechos humanos de las mujeres no son sólo un pilar fundamental para la igualdad, sino también un indicador del progreso colectivo, de la democracia y de la paz social. Honremos esta conmemoración actuando con firmeza para exigir la protección y promoción de los derechos humanos, porque sólo así podremos aspirar a una verdadera universalidad de la dignidad humana y los demás derechos que nos son inherentes.