“Estoy aquí porque no tengo una excusa para no estarlo"
Phillip Marlowe, El Largo adiós, Raymond Chandler
Hay un momento impreciso en la memoria en que los muertos pasan de espectadores inmóviles a fantasmas difusos. Un día te levantas y ya no están allí en la primera fila del patio de butacas. Al principio los buscas, pero solo encuentras la butaca vacía. Esto ocurre cuando te das cuenta de que no están en medio de cada conversación silenciosa. Ellos o ellas después del tanatorio todavía estaban allí con su sonrisa aprobatoria o compasiva o con el gesto de asombro que te anima a seguir el camino o con la mueca de disgusto.
Cuando dejas de preguntarte que hubiese hecho x ante b es que los muertos ya han transitado al jardín de los espectros. Uno hace siempre las cosas, es decir, actúa, para la multitud oscura, sin rostro, salvo los espectadores de la primera fila de butacas, allí están los amados y los odiados. Si importante es tener buenos amigos más lo es tener buenos enemigos.
"Tenías la soledad solidaria de la felicidad. Diez años sin ti, Concha Caballero Cubillo"
CCC fue una entrañable amiga. Compañeros en muchas devociones y obligaciones. Era amante del lujo y la elegancia. El primero (el lujo) no lo practicó nunca por obligación. Lo segundo (la elegancia) no le abandonó hasta el último día en la horrenda cama del hospital, donde se recostaba como una exiliada de su propio cuerpo enfermo. Quien distingue entre devoción y obligación ni cumple la obligación ni goza la devoción.
La práctica del lujo y la elegancia son habitualmente incompatibles su deseo no. Es más. quien no desea ambas, no merece moralmente ninguna, un miserable. Hay tres recuerdos tuyos que se repiten hasta la sorpresa. La lectura de aquel poema de Luis Antonio de Villena donde admiraba los cuellos de los nobles pero comprendía a los jacobinos, la revisión de ese cuadro de Hopper (Automat) y Phillip Marlowe fumando.

El maldito tabaco…, sobre el que tantas veces discutimos hasta rozar el desacuerdo, estado muy infrecuente entre nosotros. Al final creo que fue Marlowe el culpable de tu impertinente muerte. Cuando por fin te habías lanzado a tu pasión natural, la fantasía realista (nada que ver con el realismo mágico), llegó Marlowe con la envidia cochina y te quito de en medio.
Fuiste una linterna desde las páginas del diario El País y desde los micrófonos de la radio, en medio de la oscuridad de la mayor crisis financiera que vieron los siglos, fundamos, junto a muchos, P36, otra linterna. Tenías la soledad solidaria de la felicidad. Diez años sin ti, Concha Caballero Cubillo.