A escasas horas del día del Patrón de España, aquél que llegó a nuestras costas desde lejanas tierras en una barca de piedra, me viene a la mente un evento que ha tenido a bien celebrarse los pasados días 21 y 22 del presente mes. La cofradía de Las Penas organizó, una vez más, la Velada de Santiago en la calle Armengual que hizo el deleite de propios y extraños. Con su escenario próximo a la calle San José, sus luces extraordinarias, sus banderas roja y gualdas -que no se olvide que estamos en España-, y su buena barra junto a la puerta lateral de San Lorenzo. Todo con el buen fin de recaudar kilos de alimentos para Cáritas. Hasta ahí, todo correcto. Sin embargo hay un par de imágenes que me veo obligado a comentar por el contraste que suponen, entre lo que fue y es, lo que se pregona y luego se ejecuta.
No deja de llamar la atención como salían viandas y todo tipo de bebidas de la puerta lateral del templo durante la citada Velada
Cuando todavía está vivo el recuerdo de la presentación del libro sobre la historia de los curas obreros en la Diócesis de Cádiz de Francisco Javier Torres Barranco, precisamente en uno de los salones dicha iglesia, no deja de llamar la atención como salían viandas y todo tipo de bebidas de la puerta lateral del templo durante la citada Velada. Cualquier persona con un poco de inquietudes y pensamiento crítico se sorprendería al ver escenas tan dispares. Y le vendría a la mente, quién sabe, aquella escena del evangelio de Mateo donde Jesucristo, al visitar el Templo de Herodes en Jesusalem y comprobar en lo que se había convertido -un basto mercado con todos sus avíos, desde las bestias, hasta los prestamistas de turno-, se hizo con un látigo y los expulsó.
Lo segundo. Para amenizar todo, la Velada de Santiago, se hizo acompañar de música. A gusto del consumidor y a un volumen considerable. La alegría que no falte. Todo bien. Pero ustedes me van a permitir que llame la atención al doble rasero de algunos. Se celebra una Velada auspiciada por una cofradía. Y vaya, todo es respeto. Magnífico. Faltaría más. A pesar del ruido. Y de los altavoces en la calle Armengual. Estrecha como ella sola. No obstante, no hubo, ni hay, ni me temo que habrá la misma solidaridad y educación cuando en otros momentos del año, unos compañeros de una agrupación callejera -sí, de los que les gusta cantar coplas, en determinada fecha llamada Carnaval-, cantaron, cantan o cantarán sus repertorios en la misma calle Armengual. ¿Qué digo calle? en los mismos escalones de la puerta lateral de la iglesia de San Lorenzo.
El pasado jueves de Carnaval, un grupo que se hace conocer como Showmancero recibió un par de cubos de agua
Si no lo recuerdan, les refresco la mente: pasado jueves de Carnaval, un grupo que se hace conocer como Showmancero recibió un par de cubos de agua. ¡Vaya!, parece que el canto de tres personas es más molesto que los altavoces de la susodicha Velada. Pero tranquilos, que el repertorio de lanzamiento contra las agrupaciones da para varias columnas: agua a la que se le añade lejía, el socorrido huevo -se ve que a veces sobra la comida-, petardos, extintores, o el ya clásico palo de fregona (pregunten por Los Balconetti).
No quiero parecer un censor de veladas veraniegas de cofradías. Todo lo contrario. Me parece estupendo que cada uno se anime y sea solidario -no caritativo-, como buenamente pueda. Pero oigan: viva la solidaridad, y las buenas acciones, pero también la coherencia con lo que se proclama desde un púlpito y lo que luego se ejecuta. Y que viva la empatía con el prójimo que tiene distintos gustos y formas de divertirse.