El 5 de enero de 2007 comenzó la vida laboral de Tama. Tenía siete años. Aquel día lo cambió todo, y no solo para ella, sino también para la recién creada Wakayama Electric Railway, la compañía donde se había colocado. Aquel día se reinauguró la línea de tren Kishigawa, encargada de conectar los santuarios Nichizengu, Kamayama e Itakiso. Tama empezó a prestar servicio en la estación de Kinokawa, en la Prefectura de Wakayama, a unos ochenta kilómetros al sur de Osaka. La línea Kishigawa se construyó en 1916 pero con el paso de las décadas estuvo a punto de dejar de funcionar debido a la caída en el número de pasajeros por el uso del coche particular y por el descenso de población de las zonas rurales como esta. Ya en el siglo XXI, la Kishigawa tuvo una nueva oportunidad gracias a Tama.
Mitsunobu Kojima, el presidente de la compañía ferroviaria, decidió dar techo y comida a Tama a cambio de sus servicios. En lugar de un salario anual, recibía alimento y una placa de oro con su nombre y su cargo. Se le confeccionó, eso sí, un sombrero de jefe de estación exclusivo, que tardó seis meses en estar acabado. Las medidas de la prenda eran peculiares por la minúscula cabeza de la empleada, y la placa tenía que poder colgarse de un collar. Y es que la única manera de permitir a Tama tener asilo en la estación era meterla en nómina. Sin importar que la nueva empleada fuera una gata de raza calicó. Lo importante eran sus méritos profesionales: recibía a los viajeros siempre solícita, no fallaba ni un solo día y siempre con puntualidad nipona. Por eso acabó ascendiendo en la compañía hasta llegar en 2011 a directora ejecutiva, tercera en la línea de gestión después del presidente de la empresa y del director general. Murió en 2015 tras una vida de servicio, pero dejó a sus sucesores Nitama y Yontama —también gatos, por supuesto— al frente del tajo. Tras su fallecimiento, miles de japoneses acudieron a presentar sus respetos y se le concedió el título póstumo de “Jefa de Estación Eterna Honoraria”.
La publicidad del nombramiento de Tama como jefa de estación provocó un aumento del 17% en el número de pasajeros en tan solo un mes, y su presencia sirvió para revitalizar la economía de la zona. Ella forma parte de un fenómeno conocido en Japón como Nekonomics, un juego de palabras que alude al impacto económico positivo que proporciona una mascota felina. Su figura está pues muy ligada al sintoísmo, considerado a menudo la religión indígena de Japón. Junto con el budismo, es una de las dos principales religiones del país y se basa en la veneración de deidades o espíritus sobrenaturales que existen en toda la naturaleza: los kami. Una suerte de animismo naturalista con veneración especial a los antepasados. Tama fue consagrada en un santuario sintoísta de gatos cercano como diosa espiritual el 11 de agosto de 2015. Los sintoístas veneran lo que han tenido alrededor y los ha hecho felices, porque sienten que continúa ahí, aportando fuerza y equilibrio. Como el silbato de un jefe de estación, como la puntualidad de un tren en Japón. Qué maravilla.