“… Lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza a la miseria del mundo…”.
(Comte-Sponville)
Hubo una vez un hombre, Demócrito de Abdera (460 a. n. e. - 370 a. n. e.) al que llamaban “el filósofo que ríe” porque era habitual encontrarlo siempre de buen humor y sonriente. Pensaba Demócrito que la risa tornaba a los hombres sabios, pero sus vecinos, que no llegaban a comprender del todo aquella actitud tan risueña, pensaban que se debía a alguna enfermedad mental, motivo por el cual llamaron al prestigioso médico griego Hipócrates para que lo tratase y lograra darle cura a su extravagante locura. Una vez que terminó de examinar al risueño enfermo, el galeno dijo: “Demócrito ni delira ni está loco, sino que es el hombre más sensato de nuestro tiempo”.
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Don Serafín Custodio Bardo era una criatura celeste. Ya en el útero materno tardaba una centésima de segundo en procesar cualquier momento de felicidad que le hiciera sonreír. Su sonrisa, pálida como la luna, era un regalo; como respirar, como oír un canto, como contemplar el firmamento. De pelo rubio oscuro, la cara redondeada y los ojos verde-avellana. Cubría sus largos brazos con una sahariana blanca de lino. Se reía de sí mismo, pues iba a cumplir los sesenta, sin dejar de tener ya, decía, para siempre, los dieciocho. Tenía una agradable amabilidad juvenil que nunca desaparecía de su rostro.
Era una sonrisa angelical, bondadosa y dulce. Un ángel caído del cielo que trajera de allí un olor de enamoramiento. Al sonreír se le achinaban los ojos, se le abría la boca de león y se le redondeaban los cachetes. La gratitud que brotaba de su ser era como el nacimiento de un río que fertiliza la tierra. Traía una jovialidad espontánea, activa, alegre, como la de un bebé que quisiera agradar a sus padres.
Su conducta surgía de un origen misterioso, por escaso: la inocencia. Vivía en un amanecer permanente. Lo triste, lo funesto no cabía en su manera de entender el mundo. Se indignaba y reaccionaba frente a la injusticia, pero solía ver el lado floreciente de las cosas. Era vivo, despierto, interactivo. Con sangre en las venas. Su sonrisa satisfecha era una protección frente a la intemperie.
Serafín huía de la frialdad humana; le daba vergüenza ajena y náusea. El calor humano son pequeños gestos, una mínima parte del escenario humano, pero junto a otros muchos diminutos detalles contribuye a conformar un paisaje fantástico. Y a ratos, sentía que todo eso se estaba extinguiendo. Había basado su vida en la idea de que la razón reina sobre la tierra, y al final tuvo que aceptar que la inteligencia en realidad no vale casi nada, que los instintos son más fuertes. Que la sociedad tecnocrática, solo aparentemente ordenada, iba a la deriva, a la nada. ¡Pobres personas! ¡Pobre humanidad!
Se enfurecía un momento y enseguida se le pasaba. Movía su cuello articulado adelante y atrás como el gato de la suerte chino mueve sus patas para llamar a la suerte. No conocía otro modo de vivir. Sabía que el jolgorio, la hilaridad conquistan el corazón de las personas; a veces, cuando una broma hacía estallar una carcajada colectiva, se estremecía y cubría su boca con la mano abierta.
Era una persona educada, cortés, de saber estar, de buenas maneras. Se reunía a diario sobre las siete de la tarde en una terraza del centro de la ciudad con varios amigos ya jubilados. Miraba tímidamente a los ojos de las personas. Era capaz de captar lo importante aún sin hablar, como los ciegos ven con sus manos o los sordos oyen con sus ojos. Era sencillo, limpio, afectuoso. Donante de sangre, especialmente en verano cuando hacía más falta. El enfermero que le extrajo la sangre anotó debidamente en una hoja de papel su grupo sanguíneo. Su sonrisa era una anomalía feliz en un mundo tecnológico rígido, caótico y banal. Su alegría, una obra de arte en medio de la calle.
El humor supera en dignidad y grandeza al absurdo de la vida; es una declaración de la superioridad del ser humano sobre lo que acontece, porque reírse de algo es, en cierto modo, estar por encima de ello. Poseer sentido del humor, ver el lado cómico de la vida, es una señal de inteligencia. Serafín Custodio Bardo lo expresaba así: “La inteligencia sin humor es estéril; el humor sin inteligencia es zafio, grosero”. El ingenioso juega, va y viene de lo sensato a lo absurdo; de lo jocoso a lo serio; de lo sublime a lo ridículo; huye de lo moralizante, guardando la equidistancia entre lo frívolo y lo puritano. La risa hace al hombre más humano.
Era un tipo lunático que se ausentaba libremente. Estaba en el mundo, amable, por qué no. Vivir en el mundo sí, pero ausentarse de él, qué placer. Era su fórmula de estar entre las cosas sin estarlo del todo, era un ausente que aparentaba poseer presencia. El diálogo con los demás y con el mundo lo distraía de la conversación consigo mismo. Era un autista cósmico; se reía solo, la forma más absurda y feliz de reírse, sin razón alguna.
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LA VOZ DEL SUR (16 de agosto). La Policía encuentra una furgoneta abandonada en la calle Mozambique
La Policía encontró ayer en la calle Mozambique una vieja furgoneta DKV abandonada, acondicionada con una mesa, tubos de ensayo, varias jeringas nuevas, líquido anticoagulante y otros materiales necesarios para tomar muestras de sangre.
Se considera que, posteriormente, se ha debido llevar a cabo en un centro hospitalario el análisis de la muestra de sangre para realizar el conteo de los eritrocitos, leucocitos y plaquetas, así como la determinación de la presencia de anticuerpos producidos pos enfermedades anteriores. Asimismo, se habrá efectuado el análisis de su composición química para determinar las cantidades de urea, calcio, potasio, hierro y algunas sustancias más.
LA VOZ DEL SUR (17 de agosto). El Ministerio del Interior y Radio Nacional de España dan por desaparecido a un ciudadano
El Centro Nacional de Desaparecidos, organismo dependiente del Ministerio del Interior, ha dado por desaparecido a Serafín Custodio Bardo, el 15 de agosto en Jerez de la Frontera. Su desaparición está catalogada como FORZOSA.
“La persona desaparecida es la persona ausente de su residencia habitual sin motivo conocido o aparente, cuya existencia es motivo de inquietud o bien que su nueva residencia se ignora, dando lugar a la búsqueda en el interés de su propia seguridad y sobre la base del interés familiar o social”. (Consejo de Europa, 2009).
Asimismo, desde Radio Nacional de España se pide la colaboración ciudadana para localizar a Serafín Custodio Bardo, de cincuenta y nueve años, desaparecido el 15 de agosto en Jerez de la Frontera (Cádiz). Si tiene alguna información puede enviar una nota de voz al teléfono de la emisora.
“El tráfico de órganos es una práctica ilegal que consiste en la extracción o retirada de órganos humanos con fines comerciales, usualmente para realizar trasplantes. En las últimas décadas, defensores de los derechos humanos han denunciado casos de presunto tráfico de órganos”.
LA VOZ DEL SUR (18 de agosto). Hallado el cuerpo del ciudadano desaparecido
Ayer al mediodía fue hallado por un matrimonio que paseaba por la Laguna de Medina el cuerpo desangrado y sin vida de un hombre. La Policía acudió rápidamente. El hombre tenía una incisión en el pecho con el esternón abierto por la mitad, habiéndosele extirpado el corazón, probablemente para hacer un trasplante a otra persona.
Dado que el trasplante con violencia requiere de una organización mafiosa clandestina, de una persona con suficiente capacidad económica y de una infraestructura sanitaria adecuada, la Policía ha abierto una investigación. Se sospecha de una familia adinerada y una clínica privada de un magnate ruso especializada en insuficiencias cardíacas, sobretodo en arritmias ventriculares. Al no ser un donador voluntario de órgano se considera presuntamente que se trata de un secuestro forzoso con asesinato.
¡Nefasta fortuna la de Serafín Custodio! Entre cientos de miles de ciudadanos los traficantes de órganos lo han seleccionado a él. Serafín vivía solo dignamente en su piso, mantenía una relación fluida y cariñosa con su familia. Se desconoce cómo han podido averiguar su grupo sanguíneo para que sus órganos sean compatibles.
LA VOZ DEL SUR (21 de agosto). Reaparece una antigua leyenda urbana
La Policía informa a este medio que reaparece una leyenda urbana que tuvo al menos tres siglos de vigencia. Se trata del “hombre del saco”, también llamado “el Sacamantecas”, que supuestamente robaba niños para extraerles la manteca, la grasa corporal. Ésta, que en algunos períodos se trajo de América Latina, se empleaba para la preparación de ungüentos medicinales, para la lubricación de maquinaria y para aliviar las dolencias a los nobles.