Hace ya una década que comenzaron a verse en las costas de Cádiz las primeras algas invasoras asiáticas. Por entonces, nada hacía prever que se iba a convertir en un problema para la economía de la provincia –y de otros puntos del litoral español, ya que se ha expandido también por casi todo el Mediterráneo– cuyas consecuencias últimas están todavía por determinar.
Los pescadores artesanales de Conil (como hicieron tiempo atrás los de Barbate) han llamado nuevamente la atención sobre este problema que no solo resulta perjudicial para la pesca, sino que cada vez salpica en mayor medida a otros sectores económicos, caso del turismo, hoy convertido en el principal motor económico de la mayoría de los municipios costeros gaditanos, porque es difícil pensar que los turistas van a seguir llegando alegremente a unas costas en las que, lejos de ponerse solución a este problema, ven que, años tras año, crece y está a punto de pasar de la incomodidad a la salud pública.
En este sentido, parece razonable la petición de los pescadores de Conil y Barbate de que se amplíe el cupo de atún rojo en años venideros para compensar el descenso en capturas de otras especies que vienen padeciendo, un problema que se van incrementando a medida que las algas invasoras, lejos de retroceder, van ocupando más y más espacio. El atún rojo, después de años de preservación, es una especie cuya viabilidad está garantizada y sobre la que los pescadores estiman que podría aumentarse el número de capturas en la temporada de almadrabas sin que, en absoluto, se pusiera en peligro.
Habrá que esperar a ver que dice/opina la Junta de Andalucía, pero es un hecho que hay que empezar a tomarse totalmente en serio todo lo relacionado con el alga invasora –cosa que, evidentemente, no se ha hecho desde un principio y aquí seguimos, sin una idea clara de cómo atajar el problema– tanto por el lado pesquero, que pide soluciones ya, como por el lado turístico, que a este paso, con el estado que presentan algunas playas, no tardará en hacerlo…