El Congreso Mundial sobre la Viña y el Vino, que se ha celebrado a lo largo de la semana entre Jerez y Cádiz, nos deja una serie de conclusiones de todo tipo sobre las que convendría detenerse un momento.
En primer lugar, en clave local, estaría la necesidad perentoria que tiene Jerez de tener un centro de congresos, motivo determinante para que Cádiz haya sido subsede de este congreso ya que Jerez no cuenta con ningua infraestructura capaz de asumir varios cientos de congresistas, como los que han acudido a este encuentro organizado por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
La propia alcaldesa electa, María José García-Pelayo, ha reparado en este asunto y pretende apostar por su construcción, después de varios intentos fallidos a lo largo de los años, el último junto al Hospital.
A continuación, cabe congratularse, como ha quedado demostrado a lo largo del Congreso, del momento actual por el que atraviesa el vino de Jerez en lo que a imagen y protagonismo se refiere. Es un hecho que desde hace ya algunos años, Jerez vuelve a estar -si es que alguna vez dejo de estarlo- entre los grandes vinos mundiales, los grandes nombres de la vitivinicultura internacional.
Durante una semana, Jerez, con el apoyo de Cádiz, El Puerto y Sanlúcar ha estado en el epicentro del vino a nivel mundial y ahora solo queda aprovechar esta presencia para coger impulso y reafirmar la plena vigencia de una denominación histórica en pleno proceso, si no de invención, sí de reubicación en ese firmamento en el que está junto a Burdeos, Borgoña, Champagne u Oporto, por citar solo a los grandes clásicos.
Por último, hay que destacar también que la OIV apueste por 2024 como año internacional (por ahora vamos a ponerlo con baja) de la viña y el vino. El momento no puede ser más oportuno, ya que cada vez hay más voces en el seno de la Unión Europea que se plantean comenzar a acotar la publicidad e imagen del vino y de otras bebidas alcohólicas, con medidas que podrían llegar hasta el propio etiquetado.
En países como Irlanda, incluso, se habla de establecer analogías con el mundo del tabaco y se ha llegado a hablar de establecer en las botellas imágenes y esloganes similares a las que se incluyen en las cajetillas desde hace años.
El sector del vino, con el apoyo de los países productores, entre los que España tiene un papel destacado, debe hacer valer una tesis tan simple como contundente: el vino es cultura. Visto desde Jerez, desde Andalucíja, desde España, el vino, lejos de perseguirse, debe defenderse. Es nuestro, forma parte de nuestra cultura. Tan simple, tan importante.