La reducción de la jornada laboral se puede calificar como el primer gran éxito de Sumar dentro del Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez, pero sobre todo es un gran éxito, una gran noticia, para los doce millones de trabajadores asalariados que se beneficiarán de la medida.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha mostrado orgullosa del acuerdo cerrado con los sindicatos que permitirá la introducción de la semana laboral de 37,5 horas semanales y hace bien en advertir, desde el minuto 0, desde antes de que entre en vigor la nueva normativa, de que su ministerio va a estar vigilante con la aplicación de la nueva medida y dejó caer de forma explícita distintos sectores laborales, como la hostelería o el hogar. Hay que tener en cuenta que, por desgracia, los empresarios de la CEOE no solo no se han sumado al acuerdo, sino que siguen en la misma línea beligerante –e incluso por momentos apocalíptica– que han mantenido durante los meses que han durado las negociaciones, unas negociaciones en las que, en propiedad, nunca han participado.
En este sentido, la norma prevé ya de antemano una serie de multas para las empresas que no apliquen la reducción de jornada. “Nos dijeron que no lo íbamos a conseguir y lo hicimos”, ha señalado al borde de la euforia la Yolanda Díaz que, ya hablando en clave política, intentará capitalizar al máximo para su formación este importante logro. Hay que tener cuenta que Sumamos viene de vivir importantes problemas –ahí está el caso Errejón y cómo se ha gestionado– a los que no son ajenos las encuestas, que recogen importantes caídas y el acercamiento del otro partido con el que comparten espacio político a la izquierda del PSOE, Podemos.
Está por ver cómo va a afrontar el PSOE el éxito de su socio en el Gobierno. Por ahora parece que, consciente de que Sumar necesitaba ‘aire’, le está dando su espacio, pero es lógico que, en algún momento, Pedro Sánchez busque también rédito político, entre otras cosas porque es evidente que la reducción de jornada no habría salido sin el apoyo –y la fontanería– de los socialistas…