La noticia ha abierto periódicos e informativos de toda España desde poco después de producirse, cerca de las ocho y media de la mañana: un niño de 14 años ha acuchillado a dos compañeros y tres profesores –una de ellas de cierta gravedad tras haber sido alcanzada en un párpado– en un instituto de Jerez. El menor ha sido detenido por la Policía y pasará a disposición del Juzgado de Menores.
Que si se trata de un menor asocial, que si tiene algún trastorno, que si era objeto de bullying por algunos de sus compañeros… en realidad, de confirmarse alguna de estas hipótesis, tampoco explicaría, al menos no del todo, qué lleva a un adolescente –más bien preadolescente– a coger una buena mañana dos cuchillos e ir al instituto con la intención –premeditada, si damos carta de naturaleza a que el día anterior habría advertido a un compañero de que no fuera al instituto– de sembrar el terror y acuchillar a compañeros y profesores.
Las causas hasta llegar a esta situación son mucho más complejas. Es un problema, obviamente, de educación. De educación integral, una cuestión que atañe a la sociedad en su conjunto, también a la escuela, pero que obviamente comienza en casa. Si echamos un vistazo a los números, a las estadísticas, encontramos rápidamente una multiplicación de números que nos lleva a darnos cuenta de que ese problema de educación no es un hecho aislado y que lleva camino de convertirse en una auténtica lacra social.
Según datos del sindicato ANPE, los profesores habrían sido objeto de unos 1.960 casos de violencia física y acoso –son datos de 2022– y según una encuesta reciente de UGT, publicada el pasado mes de mayo, el 22% de los profesores declara haber sido víctima de una agresión en algún momento de su vida profesional. Estos datos hacen referencia a agresiones tanto de padres como de los propios alumnos.
Son unos datos inaceptables, que ponen a una sociedad frente al espejo.
De manera paralela cabría hablar de bullying entre los propios alumnos. Casi el 10%, en este caso de Primaria, dice haber sufrido algún tipo de acoso, otro dato significativo.
En caliente se puede pensar en blindar los centros educativos. En Londres, desde 2017, los institutos más conflictivos que lo han solicitado tienen detectores portátiles de armas; en Francia en 2018 se activó la presencia de Policía en los institutos –si bien se trata de una medida también relacionada con el terrorismo– o que, en Estados Unidos, muchos centros tienen detectores de armas desde hace casi cuarenta años, con los resultados por todos conocidos, desgraciadamente. En España, solo la Comunidad de Madrid ha dado pasos en este sentido sin que haya pasado por ahora de ser una idea.
Pero por ahí no va la solución, desde luego. La solución nace en casa y se refrenda en la escuela. Y la solución, ya lo hemos dicho, solo puede venir de la educación.
Por supuesto, no se trata de criminalizar a este menor, se trata de que la sociedad reflexione y dé una respuesta responsable, con el apoyo efectivo de la Administración, sobre qué ocurre para llegar a esta situación, para que no vuelva a pasar nada parecido.