La semana que termina ha deparado nuevas imágenes de narcolanchas guarecidas en el puerto de Barbate y de otras remontando el Guadalquivir hasta la mismísima isla de la Cartuja de Sevilla, buscando lugares donde guarecerse del temporal que ha azotado al golfo de Cádiz durante varios días… Son imágenes difíciles de calificar, pero que dicen mucho –en realidad, lo que dicen es bastante poco– de los medios materiales y el interés con los que el Ministerio de Interior –el Estado, en definitiva– planta cara al narcotráfico en la provincia de Cádiz y, por extensión, la de Sevilla.
Si estas imágenes –estos hechos, en definitiva– se pueden calificar como bastante insólitos en una democracia avanzada de Europa, aún resultan más chocantes si se recuerda que entramos en febrero y que dentro de apenas una semana será el primer aniversario del asesinato de dos agentes de la Guardia Civil por parte de los tripulantes de una narcolancha tremendamente superior a la embarcación con la que los mandos provinciales de la Benemérita decidieron que los agentes hicieran frente a su presencia en el puerto de Barbate cuando estaban, exactamente igual que en esta ocasión, a refugio de un temporal.
Ha pasado un año y la primera sensación que producen las imágenes de las ‘gomas’ en el puerto de Barbate y tan arriba del Guadalquivir sería la de que no hemos aprendido nada, si no fuera porque es inevitable pensar en la palabra desidia, para referirse a esta situación, tanto por el propio hecho como en el contexto en el que se produce. Además, la aparición de una serie de grabaciones del día de autos en las que agentes de la Guardia Civil ya expresaban a sus mandos el evidente peligro al que se exponían debido a su manifiesta inferioridad, tampoco ayuda precisamente a ‘comprender’ que un año después el narco vuelva a dejar en evidencia al Estado que, durante el último año, está dando la sensación de que si aprieta en Campo de Gibraltar y Barbate afloja en Sanlúcar y el Guadalquivir.