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Precisamente a la democracia alude Puigdemont cada dos por tres, o cada tres por cuatro, ya que estamos carnavaleros. Por supuesto, la democracia que él considere,

Tengo un buen amigo que dice que los autores del Carnaval de Cádiz no tienen mérito porque les dan los temas hechos, entiéndase esta afirmación con humor, por supuesto que sí lo tienen, y al final el ingenio de cada uno es lo que cuenta. Y uno de los que se ha empeñado en proporcionar temas para las agrupaciones es el autoproclamado presidente de la autoproclamada República de Cataluña, Carles Puigdemont, que día tras día aporta ideas a los carnavaleros para su repertorio de cuplés y pasodobles. Cuando parece que no puede superarse, lo hace. Una y otra vez. Es increíble.

Hace ya muchos meses, años, demasiado tiempo en cualquier caso, que se viene hablando del procés catalán. Y especialmente desde el famoso pleno del Parlament de Cataluña los días 6 y 7 de septiembre. Desde entonces, cada declaración de Puigdemont ha tenido su buena dosis de guasa, alcanzando límites insospechados tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española por parte del gobierno de Mariano Rajoy.

Apelar a la legalidad después de lo que sucedió la primera semana de septiembre tras haberse saltado el reglamento como le dio la gana, es de nota. Parodiando a Groucho Marx, estas son mis leyes, pero si no les gustan tengo otras. Pues eso es lo que hicieron, para asombro de la oposición y del resto de demócratas. Y todo eso con un tipo que bien podría pasar por componente de Los Lacios

Precisamente a la democracia alude Puigdemont cada dos por tres, o cada tres por cuatro, ya que estamos carnavaleros. Por supuesto, la democracia que él considere, porque romper las leyes es democrático, violar las resoluciones del Tribunal Constitucional es democrático... han hecho lo que les ha dado la real gana, bueno real no, que ya sabemos que "así, no".

La declaración en suspenso de la independencia (¿si? no, qué dirían Los titi de Cai) y el paripé con los 72 diputados firmando no se sabe bien qué documento, fue otra de los capítulos memorables del ya expresidente, mientras que su mensaje de opresión, represión, apoyo internacional y demás, se desinflaba cual globo.

Pero especialmente patético han sido los días que vinieron después de la aplicación del artículo 155, con algunos episodios que todos los carnavaleros tienen grabados para inspirarse. Lo de la convocatoria en diferido e interruptus de elecciones fue antológico, además de la demostración de que, por si cabía alguna duda, el asunto se le había ido de las manos.

Las condiciones que pidió al Estado fueron más propias de un chantajista, o quizás de un pobre hombre que veía que no tenía salida y pensaba que era lo único que le quedaba. Pero ni por esas se libró de ERC y la CUP. Junqueras, ponte tu que yo me quito. De eso nada Carles, y claro, Lo que diga mi mujer.

¿Puede ser peor? Cuando se trata de Puigdemont, nos ha dejado claro que siempre se puede empeorar, para regocijo de los carnavaleros. Con la independencia ya proclamada, no se lo ocurre otra cosa que marcharse a un bar de Girona, ciudad de la que fue alcalde, y verse a sí mismo en la televisión en un mensaje grabado en contra de la aplicación del artículo 155. En fin. Así es el hombre.

¿Y lo último? Viaja a Bruselas a "internacionalizar" el problema catalán, según sus palabras. Abre la boca y sube el pan. La derecha flamenca, (la de Bélgica, no la de aquí) le dejó ver que le acogerían y allá que se va el Puigdemont, en vez de poner rumbo a Osetia del Sur, república que sí ha reconocido al estado catalán. Y con el ex honorable fuera de España, son muchos los catalanes que se han echado a la calle para proclamar que Ahora es cuando se está bien aquí, cual José Luis García Cossío.

La rueda de prensa que ofreció en Bélgica, en la que no dio la palabra a los medios españoles, fue la culminación del ridículo, al menos de momento, dibujando un escenario en España más propio de un territorio en guerra. Déjalo ya, Carles, nadie te cree en Europa, y en Cataluña cada vez menos. ¡Que bien le vendría en esta ocasión el tipo, otra vez del Selu, de Si me pongo pesao me lo dices! Pues ya te lo está diciendo mucha gente, querido Carles, gente que se siente traicionada.

Y así una y otra vez. Ahora comienza su aventura con la Audiencia Nacional, se situará como una víctima del opresor estado español y nosotros seguiremos llevándonos las manos a la cabeza por los despropósitos de este señor. Menos los carnavaleros, que afilan sus lapices para dar forma a su repertorio, y los dueños de los bazares y tiendas de disfraces, que hacen pedidos al por mayor de pelucas independentistas. ¡Visca el Carnaval!

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