El delayed y demás tiempos muertos en la terminal de un aeropuerto puede convertirse en un soberano aburrimiento, a menos que lo conviertas en un entretenido análisis de las brands mejor posicionadas. Así que, aprovechando mi periplo por los aeropuertos de la geografía española, cuando no probaba colonias, me dediqué a hacer un estudio de mercado de los productos y marcas que dominan las estanterías del Duty Free.
A poco que observaba la oferta de artículos y merchandising del destino, caí en la cuenta de que la supuesta heterogeneidad, que a priori debe marcar el lugar donde se ubica el aeropuerto, no era tal. Al contrario, sólo algunos productos de determinadas marcas dominan estos espacios homogeneizando la oferta, con alguna que otra excepción. Algunos apuestan fuertemente por la producción autóctona, permitiendo encontrar miel de Pollença en Mallorca, pastelitos artesanales de las monjas en Sevilla, o condimentos para la paella en Alicante. Otros, parece que se rinden a lo que les echen.
Llama la atención, sin embargo, que bajo el rótulo ‘Nombre del Destino + local product Spain’ aparezca una amalgama de productos nacionales, que poco o nada tienen que ver en su origen con el territorio o localidad donde se ubica el aeropuerto. Y que, lejos de crear marca, desvirtúa el branding del destino. Probablemente una lucha de poder entre las condiciones que la gestora de los Duty Free impone para comercializar estos productos y las empresas que están dispuestas a cumplirlas para posicionar su marca, en detrimento de sus competidores. Una contienda, donde bien valdría que las instituciones públicas de la región en cuestión se inmiscuyeran, para evitar la desvirtuación de la imagen del destino. Y es que las cosas del comer también crean branding de destino, aunque a veces no se les preste la atención que requieren.
Posavasos ¿de Cádiz?
Un ejemplo cercano de esta desvirtuación que he podido comprobar, por las veces que aterrizo y despego, se da en el aeropuerto de Jerez de la Frontera, en Cádiz. Si bien es cierto que es un lugar con denominación de origen que otorga gran protagonismo a sus vinos, deja poco espacio a las cositas de comer. Y es que este Duty Free no sabe a Cádiz. Podrás encontrar queso Payoyo de Villaluenga en el aeropuerto de Sevilla pero no en la base aérea jerezana; como tampoco encontrarás alfajores de Medina ni tejas de El Puerto de Santa María, aunque en el hispalense puedas comprar las sevillanas y populares tortas de Inés Rosales; y mucho menos atún de Almadraba en conserva de Barbate, pero sí sal de la isla mayor de las pitiusas. Y es que ni esteros de Sancti Petri ni salinas de San Fernando, en el destino con más salero del país.
Bajo el rótulo de Hola Jerez, local product -Spain o Thinking Jerez encontrarás productos de marcas ajenas a la provincia, como el turrón, y otros que, pudiendo ser autóctonos, no proceden del territorio. Por no hablar de los souvenirs. Posavasos, imanes o llaveros de artesanía made in China, que bien podrían valer para cualquier destino del Mediterráno: ventanas azules en casas encaladas con entrantes de mar entre sus callejuelas. Solo el toro Osborne, la flamenca y la botellita del Tío Pepe se aproximan a la idiosincrasia del lugar, explotando el folclore icónico aunque dejando poco margen a la innovación. Una cartera de piel de Ubrique, una camiseta de Calvichi, una taza de Cirope de Freza o una lámina del Festival de Jerez de Diosdado, pondrían más esencia gaditana a estos recuerdos.
Sin duda alguna, el aeropuerto de La Parra, como se conoce popularmente, está siendo desaprovechado como escaparate nacional e internacional de los productos gaditanos, y por ende, de la marca del destino Cádiz.
Este artículo se publicó originalmente en virginiamenacho.wordpress.com
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