Era incapaz de recordar cuando se exilió. Cada vez le gustaba menos el mundo real y frustrado por la escasa posibilidad que creía tener para modificarlo, fue refugiándose poco a poco en el mundo virtual de internet. Seducido por la modernidad, nuevas formas de ocio e ilusión de control que dicho entorno le ofrecía guió su existencia hacia ese espejismo de realidad a golpe de clic. No podía quedarse atrás, había que estar a la moda. Y aquel nuevo universo de incesante actividad le acabó absorbiendo tanto que abandonó definitivamente la vida ordinaria y prefirió vivir encerrado en su casa, en internet, en el futuro, hiperconectado, convertido en un hombre burbuja.
A través de la red y sin necesidad de pisar la calle: compraba, veía películas, oía música, leía, se mantenía informado, opinaba y conocía otros lugares y personas. Jamás se sintió solo, tenía infinidad de amigos en las redes sociales, incluso alguna que otra relación sentimental. Hoy hace un mes que sus múltiples y exitosas identidades virtuales se mantienen inactivas. Jamás caerá en el olvido pues toda su vida digital, en forma de datos, está alojada en múltiples nichos cibernéticos. Descanse en paz la estrella de internet.
P.d.: Algunos creen haberlo visto caminado por la calle del brazo de una mujer, leyendo un libro en algún parque o sentado en una terraza hablando y riendo con otras personas. No resultan creíbles estos testimonios, después de consultar varias veces sus cuentas de Instagram, Twitter, Facebook, etcétera, todas continúan sin actividad.
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