Vivimos en una sociedad en la que abundan los mensajes positivos de Mr. Wonderful y los libros de autoayuda y donde el suicidio es la primera causa de muerte no natural. Paradójico, ¿no? Nos movemos entre frases que nos dicen que el universo conspira para ayudarnos a conseguir todo lo que queremos y que la vida es y debe ser un constante color de rosa, y, claro, cuando no siempre es así, nos frustramos y sufrimos. Pero lo que me parece más dañino de esta positividad impostada es el énfasis en el individualismo más radical.
Creo, por supuesto, que es positivo aprender que uno no tiene por qué depender de una pareja para ser feliz. Creo, de hecho, que “sin ti no soy nada” es un mensaje erróneo y que cualquier ser humano debe superar. Pero no podemos tampoco perder de vista que el ser humano es un animal social, que necesitamos de los demás, y que los cuidados mutuos son imprescindibles para llevar una vida que merezca la pena.
En este sentido, no puedo ocultar mi desazón cuando leo publicaciones que reivindican con orgullo la necesidad de apartarse de personas que “consumen energía”, que “nos contagian sus emociones negativas”, que “nos convierten en centros de rehabilitación”, o que “se creen que soy su terapia”. Mientras seas un carrusel de felicidad, todo bien; si un día te surge un problema o estás triste, puerta.
Creo que la matriz de estas afirmaciones está en los mensajes antes mencionados, especialmente en los que enfatizan hasta el extremo el individualismo y los que defienden que todo en la vida es fácil. Y casi nada es fácil. Muchas personas viven pensando que las relaciones entre personas son algo siempre sencillo y constantemente feliz. Incluso se tacha de personas tóxicas a personas que sencillamente tienen problemas. Y así se olvida la necesidad de cuidados mutuos que debe ser la base de cualquier relación personal. Porque las relaciones sanas se construyen día a día y con cuidados mutuos entre personas que se aportan mutuamente.
Y si tu pareja o cualquier otra persona importante para ti tiene problemas y tú decides pasar de él/ella alegando con orgullo la importancia del autocuidado y de evitar cualquier negatividad en tu vida, no eres una persona emancipada; solo eres un/a inmaduro/a emocional y otros calificativos que me ahorraré. Por supuesto, puedes decirle a la otra persona, citando a Mr. Wonderful: “Deja de darle vueltas a todo y sonríe”. Pero lo cierto es que todos, antes o después, tenemos malos momentos. Y esas frases de baratillo ayudan entre poco y nada. Lo que sirve es ayudar, del mismo modo que nos gustaría que nos ayudaran llegado el caso. Y algunas veces lo haremos genial y otras veces no estaremos a la altura de las circunstancias, pero, en fin, lo haremos lo mejor que podemos y sabemos en cada momento.
Puede que esté sonando un poco a cura pese a mi convencido ateísmo, pero no me importa. Lo cierto es que compro todos esos mensajes pasados de moda sobre la importancia de amar al prójimo, mucho más que los mensajes más cool que, bajo una pátina de positividad y rosa palo, nos enseñan a ser peores personas y, paradójicamente, más infelices. Porque nos vamos rodeando de lazos débiles, de esos que nos soltarían en cuanto se viera el más mínimo problema en la distancia. Y el resultado es que cada vez estamos más solos. Al final no es más que el mito del self made man, ese invento del capitalismo que nos habla del éxito desde el individualismo, colonizando nuestras vidas cotidianas y destrozando lo colectivo.
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