Fui un iluso durante buena parte de mi vida. Servidor pensaba que en España existía un consenso amplio que condenaba el fascismo y apostaba por un Estado que se organizaba honestamente, para conquistar derechos, en torno a la voluntad popular. Estaba totalmente equivocado.
Actualmente, en la España de 2023, podría existir una mayoría de ciudadanos que les importa un bledo si nuestra democracia es real o impostada, y votarían a políticos filofascistas que, entre otras lindezas, niegan evidencias científicas, niegan derechos a mujeres y hombres de otra condición sexual, de otro origen religioso, geográfico, social o nacional. Para estos políticos el alma de España es su religión católica y solamente lo casposo español es defendible. Pero, sobre todo, esa posible mayoría votaría a políticos que consideran que el Estado no está para atender a los ciudadanos directamente sino a través de negocios privados —pensemos en la privatización de la educación, sanidad, atención a la tercera edad, y numerosos servicios propios del Estado—. Y cuando eso ocurre, el objetivo básico no es cuidar a las personas sino el beneficio económico de la empresa que pretende atender a los ciudadanos. Esa es la podredumbre del sistema que nos han impuesto: el beneficio económico privado como motor de toda acción inherente al Estado. En consecuencia, y por definición, el servicio que reciben los ciudadanos tiene necesariamente que ser un negocio rentable para la empresa que lo asuma. Es decir, podría existir una mayoría de personas que votasen a la derecha (PP y Vox) y a ese modelo de sociedad. Mayoría que pondría en un brete a la democracia porque es un modelo social que merma sistemáticamente los derechos conquistados por los ciudadanos. La democracia colapsada por sus propios votos. Ya ha sucedido.
Personalmente me identifico con el concepto de Estado que tiene la izquierda. Entiendo y deseo que construyamos un Estado amplio, que llegue a muchos sitios, que ampare a los ciudadanos necesitados de atención con una visión de servicio y nunca de negocio rentable. Un Estado que ampare los derechos que se explican en la Constitución, que los haga realidad y no los mantenga solo como meros enunciados literarios… Yo deseo un Estado que sea radicalmente beligerante contra las desigualdades sociales y contra las condiciones que mantienen la desigualdad de oportunidades entre ciudadanos. Porque, hoy, en España, las élites acomodadas son asquerosamente ricas y endogámicas. Y sus vástagos también serán asquerosamente ricos sin el mínimo esfuerzo y sin méritos, simplemente serán ricos por ser hijos de tal, tener apellidos compuestos y padrinos en los sitios adecuados. Esos hijos de tal se relacionan únicamente con sus homólogos para tener hijos dignos de ellos y perpetuarse en la cima de la sociedad, sin contaminación posible con los de abajo. Van a colegios privados, clínicas privadas, viven en zonas residenciales adecuadas para ellos, van a universidades incontaminadas de progresismo de donde salen directamente a las empresas de papá o sus amigos y, mientras tanto, viven en colegios mayores escogidos donde poder gritar a sus homólogas del colegio de enfrente: “Putas, salid de vuestras madrigueras. Sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea…”. Pues eso, lo propio de las élites.
Para que estas personas vivan en primera clase toda su vida, la sala de máquinas tiene que estar atestada de gente humillada con trabajos de mierda, con salarios de mierda y sin posibilidad real de escapar en su puta vida de esa condición. Y a servidor le parece que la derecha política (PP y Vox) no trabajan precisamente para romper esta dinámica social. Por esta razón, entre otras, me parece asombroso que ciudadanos que malviven en la sala de máquinas, trabajando humillados, engrasados hasta las cejas, empapados en sudor y sin posibilidad real de escapar, voten a las derechas; es decir, voten a las mismas opciones políticas que votan los amos, los que viajan en primera clase toda su vida. Las derechas de este país no trabajan para evitar esa monstruosa desigualdad de oportunidades, simplemente están a otra cosa. Y no aprendemos… todas las crisis, de todos los tipos, de todos los tiempos empobrecen a los que ya son los más desfavorecidos y, al mismo tiempo, en el seno de esta masa empobrecida, sabiamente dirigida, surgen los fascismos que perpetúan la sumisión de los desfavorecidos a las élites poderosas.
Por eso, servidor entiende que la elección del voto (pensando ya en las elecciones del 23 de julio de 2023) debería estar condicionado por el modelo de sociedad que propone cada bloque ideológico. El Estado amplio y social que pretende una izquierda alocadamente dividida o el Estado-Mercado (concebido como cancha para que los de siempre hagan sus negocios) que entiende una derecha dirigida por filofascistas sin complejos y con la frente levantada caminando hacia Dios.
Hagan juego, señores. ¡No va más!