En condiciones normales nadie mata a un hombre bueno… a no ser que seas un degenerado. El asesino podría ser una de estas dos cosas: o un psicópata que no distingue entre el bien y el mal o, por otro lado, puede que sea un sujeto que maneje un extraño código de valores en el que sea aceptable asesinar a un hombre bueno.
A Cayetano Roldán —último alcalde republicano de San Fernando— lo mataron algunos de sus vecinos un 29 de octubre de 1936, hace ya 84 años. Sus asesinos fueron gente normal; personas que paseaban por las aceras de San Fernando, desde la Mallorquina a la Alameda y vuelta atrás. No creo que fueran psicópatas, pero sí estaban convencidos de que era aceptable exterminar a los que pensaban de cierta manera… y creo que mataron a Cayetano Roldán sin tener remordimientos de conciencia. ¿Que por qué no los tuvieron? Seguramente porque se sentían amparados por una ideología que justificaba el crimen y por una religión que les descargaba de culpas. Por eso.
A Cayetano Roldán lo mataron personas que en condiciones normales jamás lo hubieran hecho. A mí, personalmente, me obsesiona este proceso de cambio: ¿Cómo llega un hombre normal a criminalizar a otro hombre normal hasta el punto de justificar su asesinato?
¿En qué momento el rival político se convierte en enemigo político? ¿Qué tiene que pasar en la sociedad para que el rival se convierta en un enemigo que merece un tiro en el corazón y otro en la nuca? ¿Qué palabras hay que pronunciar para normalizar eso? ¿Cuántos mantras hay que propalar desde los medios de comunicación para que se asuman sin rechistar? ¿Cuántas mentiras hay que repetir en los discursos para convertirlas en una verdad sobre la que construir una nueva realidad? ¿Cuántas ruedas de molino hay que tragar para que un hombre con ideas se convierta en un peligro por sus ideas, y sea aceptable eliminarlas colocando una bala en su cabeza…?
¡Cómo coño pasa eso! ¡Cómo fue posible el asesinato de Cayetano Roldan y de tantos otros!
¿Cuáles son los detalles que debemos vigilar en nuestra sociedad? Detalles que nos vayan alertando de esta deriva colectiva hacia la barbarie. Porque nosotros no somos mejores que los hombres de hace 80 años. Solo hay que rascar un poquito en la superficie para que salga el lobo para el hombre que todos llevamos dentro. No somos mejores.
Todos nosotros, los que recordamos a Cayetano Roldán en el 84 aniversario de su asesinato, y los que no lo recuerdan porque activamente no quieren recordar —porque hay que dejar en paz a los muertos y no reabrir heridas— y, sobre todos, los herederos ideológicos de los asesinos de Cayetano Roldán… TODOS, digo, todos deberíamos reflexionar sobre estos asuntos. Es decir, sobre el proceso sociológico que nos deshumaniza y nos acerca a la barbarie… Homo homini lupus
Decía Pepe Mújica, en su despedida de la vida pública, que el objetivo de la política es la felicidad de las personas. Creo que difícilmente se puede encontrar la felicidad disparando una bala contra el corazón y contra las ideas de otro hombre… sobre todo, si eres el objetivo.