Pues al final resulta que la ley de plazos sobre el derecho al aborto es correcta. La recurrió el Partido Popular hace 13 años y en estos días el Tribunal Constitucional la acaba de avalar. Y, como es lógico (hablo de esa lógica de manga ancha, relajada, que antepone intereses a coherencia), ahora el señor Feijoó, presidente del PP, dice que vale, que pelillos a la mar y aceptemos el aborto como un derecho. O sea, ahora que estamos en precampaña electoral, no es plan de ponerse exquisitos; mejor dejar adormecer el temita del aborto (por los votos que pueda restar) y centrarse en el malvado Sánchez y sus secuaces… Nada de esto me molesta. Es lo previsible. Es lo normal en la anormalidad política que vivimos donde la ausencia de bonhomía es espectacular.
Pero luego tenemos el absolutismo moral de la iglesia católica en boca del señor Munilla, obispo de Alicante-Orihuela, que ante la postura acomodaticia que adopta el PP con la sentencia del TC habla de traición total y absoluta. Lo entiendo, eso también es lo esperable. La Iglesia mantiene una postura opuesta al aborto y el PP —como su correa de transmisión en la política— la ha dejado con el culo al aire. Pero lo que realmente me molesta es que el señor obispo diga que las personas que tengan recta conciencia ya no pueden votar al Partido Popular porque ha aceptado que el aborto es un derecho de las mujeres. Y servidor se pregunta: ¿Qué tipo de conciencia tenemos entonces los que no votamos al PP sino a partidos a su izquierda? ¿Tenemos conciencia o somos simples trozos de materia orgánica?
Esa pulsión de clasificar a las personas, unas con recta conciencia y otras la conciencia torcida, me preocupa mucho y me entristece porque me recuerda a aquellos otros sujetos que se consideraban a sí mismos como personas de orden y recta moral… y con esa creencia bien encastrada en las entendederas, los buenos españoles asesinaron y justificaron el asesinato de miles de malos españoles y los enterraron como animales en cunetas y fosas comunes repartidas por toda España. No es que el señor Munilla pretenda eso mismo, pero su frase, su concepto y su intención me repelen igualmente. Y, como el señor obispo tiene derecho a decir tal cosa, si yo no escribo lo que pienso, reviento.
Me parece a mí que los señores clérigos como el obispo de Alicante-Orihuela siguen sin entender que existe una conducta humana virtuosa al margen de la moral católica. No acaban de aceptar que, en este país, ya no tienen el monopolio de los comportamientos aceptables y siguen practicando un absolutismo moral trasnochado y ofensivo. Pero lo entiendo, no pasa nada… la iglesia cree que gestiona el mensaje divino y lo interpreta según conviene. Dicen que es un mensaje que proviene directamente de Dios, y Dios no puede estar equivocado (¡acabáramos!). Si alguien está equivocado será el resto de mortales, la Iglesia jamás. Y, recordemos, no existe mayor germen de intolerancia que creerse en posesión de una verdad absoluta… y ellos lo creen.