Ha llegado un nuevo profe al instituto. Se llama Mario, da clases de historia, tiene 29 años y el personal está alucinando con él. Va sobrao el muchacho, tiene una altanería chulesca que hiere a la vista. En los recreos se va al bar de enfrente a tomarse chiquitas con los parroquianos, muchos de ellos son los padres de sus alumnos. Y, cuando se tercia, llama gilipollas a los chicos, y se tercia con demasiada frecuencia. A los más pequeños les da miedo y se lo cuentan a su tutora, Manuela. Le dicen que no los deje solos con el nuevo y el claustro no encuentra el camino adecuado para intervenir o hacer intervenir a la Inspección. Sus compañeros lo hablan en petit comité, pero no encuentran la forma de reconducir la cosa. Manuela se lo cuenta a servidor, y a servidor le hierve la sangre...
Porque el nuevo profe de historia tiene tatuada una svástica nazi en el brazo y el águila franquista en mitad del pecho, cada ala le cae sobre una teta. Se los ha enseñado —los tatuajes— a sus alumnos mayores, los de 14 y 15 años, que a su vez se lo cuentan a Manuela porque saben que es un poco zurda, aunque haga enormes esfuerzos para mantener la asepsia ideológica y que no se le note… pero los chicos lo saben, por eso la pinchan contándole las cosas que hace y dice el nuevo. Y cuentan que lo único que propone Mario es muy simple: defender España. Y eso, defender España, no puede ser malo. ¿Cómo va a ser malo defender tu patria?, dicen los chicos. Están convencidos de que Mario es un patriota. Por lo que intuyo, para estos jóvenes un barrendero que recoge las papeleras de la calle, un sanitario que pone vacunas o la limpiadora que limpia los retretes de su instituto no deben ser patriotas como Mario. Para defender tu patria es preciso ir sobrao, ponerse banderitas bicolores en la muñeca y tatuarse svásticas en la piel. Sí, los chavales de 14 y 15 años de ese instituto piensan que Mario es un patriota… y servidor sinceramente se pregunta: ¿Qué mierda de historia les va a enseñar este imbécil?
Los nuevos fascistas, los del siglo XXI, los que pululan por todos los países destruyendo la civilización tan costosamente construida, se han apropiado nuevamente del concepto. Se han apropiado de LA PATRIA, la han hecho suya y la han monopolizado. Ellos diseñan esa patria en la que no caben todos los españoles y la esgrimen contra el resto. España solo es para los patriotas y ellos deciden quienes son buenos patriotas y malos españoles. Y los malos españoles no caben aquí. ¡Pero, joder, esto ya ha pasado en España! Los fascistas sin entrañas, los militares sin honor y los curas sin moral asesinaron a cientos de miles de españoles que no encajaban en su idea de Patria, y los dejaron tirados en cunetas, como animales sin dignidad. A partir de 1936 ejecutaron un genocidio ideológico y los herederos de esos sujetos con tales credenciales —me refiero a falangistas sin entrañas, militares sin honor y curas sin moral— son los que pueden ganar en las urnas y, de nuevo, se va a repetir en el mismo proceso que ya conocemos. Ya ha pasado en este país —que el fascismo imponga su poder a sangre y fuego— y hemos tardado tres generaciones en superar la catástrofe que provocaron los ancestros políticos de estos neofascistas de hoy, como el tal Mario, admirador de monstruos como Franco, Hitler o Mussolini. Y que hoy se reencarnan en partidos neofascistas que pululan como bacterias en todos los países, y que muestran sin complejos sus valores tribales (mi tribu, mis fronteras, mi hembra, mi enemigo, mi lengua, mi tradición...). Ya lo hemos vivido y no hemos aprendido nada. Volvemos a empezar.
Sí, los chavales de 14 y 15 años de ese instituto piensan que Mario es un patriota, y Manuela se calla prudentemente porque, entre otras cosas, la democracia carece de herramientas útiles para derrotar al fascismo que llega. Y su silencio prudente, y el mío y el de todos nosotros, acrecienta la derrota de nuestra generación… Adiós a la democracia. Adiós a la civilización. Otra vez.
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