La eliminación de la justicia social y territorial en el pensamiento colectivo

El discurrir a la izquierda en estos últimos años (da para extenderse en otro artículo), se constituye en un mosaico variopinto que apoya a un PSOE hegemónico que devora a sus hijos, cual Saturno en la medida que los necesita

Sergio Villalba Jiménez Foto 1

 Profesor de Educación Artística y Patrimonial de la Universidad de Sevilla

Una manifestación en una imagen reciente.
Una manifestación en una imagen reciente. MAURI BUHIGAS

Para los que tenemos la igualdad y la justicia social como referencia ética y, sin embargo, no encontramos un espacio de asentamiento en el panorama ideológico actual, se hace inhóspito sobrevivir en un desierto social y político en el que convergen extrañas coincidencias entre la derecha reaccionaria y la inoperativa pluralidad de las izquierdas. En el caso de la equidad interterritorial de la que sigo asumiendo como mi nación, el cacareado estado idílico de las autonomías ha llevado una progresión fatídica desde sus inicios allá por 1979 con el célebre “café para todos”, renqueando periódicamente en un proceso descentralizador hacia una senda prácticamente federalista, que en la actualidad parece tornarse hacia los esperpénticos palabros de confederalidad asimétrica o financiación singular remarcada en una exaltación plurinacional inducida. Si con ello no estamos rompiendo las necesarias estructuras comunes, muchos méritos están procurando los ilustres próceres y votantes de este terruño hispánico.

Lo más peculiar de esta caída en picado de la necesaria igualdad, fraternidad, solidaridad o redistribución de la riqueza que todo progresista se supone que desea y promueve, es la infame similitud en la actuación gubernamental de las actuales izquierdas con los procesos y metodologías que la derecha más ultraliberal llevan en marcha desde la metafórica caída del Muro de Berlín, y la posterior homogeneización casi global del capitalismo más salvaje. Guillermo del Valle en su obra La izquierda traicionada. Razones contra la resignación, advertía de estas peculiares sinergias, mencionando postulantes de referencia liberal conservadora como Daniel Lacalle o Juan Ramón Rallo en la línea de la descentralización fiscal o una relación bilateral de las regiones con el propio Estado y competitiva entre sí. En otras palabras, a la derecha actual lo que menos le interesa es una armonización de impuestos y recursos, entre otras cosas porque ello le permite que territorios autonómicos y ciudadanos más ricos tengan una suerte de paraíso fiscal que les haga ganar más y pagar menos… Lo que en definitiva anula el concepto de justicia social… Algo dicho explícitamente por personajes como la señora Ayuso que remarca la “envidia y el rencor” de los que no “triunfan”, en una ascendente trayectoria agresora de su discurso que se amplía en idolatría medallista al exponente más repulsivo del anarcocapitalismo actual, el presidente argentino Javier Milei. 

Mientras tanto, el discurrir a la izquierda en estos últimos años (da para extenderse en otro artículo), se constituye en un mosaico variopinto que apoya a un PSOE hegemónico que devora a sus hijos, cual Saturno en la medida que los necesita. Reconvertido y fagocitado el falsario sueño de Podemos en el subproducto Sumar, la retahíla zurda a veces se acuerda de ser congruente con sus principios (por fortuna para todos), pero más veces se agarra al hierro candente y la opción contradictoria que sea necesaria para su supervivencia. No solo clama al cielo que el conservador nacionalismo-independentismo de Junts o del PNV (ahora agazapado por la competencia blanqueada de Bildu), hayan marcado el paso del gobierno de coalición, sino que tras el complejo escenario electoral catalán y las cuentas fallidas a la autodeterminación, la hipocresía desesperada conjunta busca una salida forzada en el PSC y la investidura de Salvador Illa. Las tornas y las combinaciones posibles otorgan el relevo en las presiones a ERC, que finalmente logra el botín de la “llave de la caja catalana”. La marcada frase literal, ayudado del oscurantismo presente, pudiera ser un éxito parcial o versión a caballo entre los encajes fiscales navarro y vasco. En cualquier caso, es un bocado más que se arranca y que permite a la formación republicana hacer equilibrios múltiples y circunstanciales entre sus bases, las reivindicaciones independentistas en standby, el hecho de apoyar a un president de corte nacional, y la competencia con un prófugo Puigdemont que amenaza con cruzar la frontera, tentar con la repetición de elecciones y recordar que sigue teniendo a sus siete magníficos diputados con la otra batuta de la extorsión en el parlamento nacional español. La aglomeración de todos estos acontecimientos nos parece hacer olvidar los 15.000 millones de euros más intereses condonados del Fondo de Liquidez Autonómica, el traspaso de Rodalies, la reforma del delito de malversación (que de paso soluciona los casos ERE Andalucía), los indultos y la amnistía ad hoc… Primero inconstitucional y luego lo contrario, según un Pedro Sánchez que supera a Joseph Fouché en su instinto de supervivencia y manipulación para seguir en el puesto; con la que cae, las no reacciones, dudas y requerimiento de consultas de todos los socios, cargos anexos y direcciones regionales es para que lo dilucide Hércules Poirot. Una duda más de colmillo… Si en un supuesto temporal Cataluña se independizara… ¿Tendría también cuatro llaves de la caja o modelos de “financiación singular” internos para cada provincia, o impondría un único modelo “centralizador opresor”?

Se entenderá que todo este manejo impúdico otorga yesca y gasolina a la extrema diestra del electorado. Es pertinente resaltar que aunque Vox tiene un tope concreto de votantes basado en una cara nostálgica de un franquismo relativamente residual y repintado de democracia básica, un patriotismo barato y soflamas en tres o cuatro temáticas de recurrente radicalidad (en problemáticas que la izquierda tampoco consigue solucionar o empeora… Todo sea dicho), quizás el peor y más peligroso efecto Venturi es la conexión y copia del mencionado modelo económico del PP que arrancó en la era privatizadora de Aznar, Aguirre y Zaplana y se consagra ahora con la melodía ayusista como heroína de la patronal. Al hilo, la ciudadanía conservadora indignada debería recordar que este trapicheo indecente de competencias y dádivas autonómicas tuvo precedentes sonados y protagonistas en las dos orillas políticas como fueron los pactos del Majestic y del Tinell, y que incluso sería conveniente revisar los criterios y procesos históricos de la configuración territorial actual: por aportar pinceladas… De las tres regiones “históricas” con regímenes preautonómicos (Galicia, País Vasco y Navarra), dos sacaron las conocidas prebendas fiscales en base a supuestos derechos históricos y forales que sigo sin entender; en casos como la región leonesa no fraguó por separado pese a tener antecedentes al respecto; por más comparaciones… Juzguen e indaguen tamaños-población-proporción-número de provincias en Andalucía o Castilla y León y las razones de “interés nacional” u otros menesteres por las que Comunidad de Madrid, Principado de Asturias, Cantabria, La Rioja, Comunidad Foral de Navarra, Islas Baleares y Región de Murcia quedaron conformadas por una única provincia; añádase el  formato de ciudades autónomas para Ceuta y Melilla y la opción frustrada de la diputación provincial de Segovia como propuesta de comunidad autónoma bajo la denominación de Comunidades de Villa y Tierra de Segovia. 

Con todo, no parece que las cosas se queden quietas en esta maldecida piel de toro y tiro de sarcasmo para proponer si en vez de partidos nacionales, cada cantón, comarca, ciudad, pueblo, villa o villorrio debería intentar sacar un nuevo partido y diputados que miren únicamente por “lo suyo”, y busquen el “pacto o chantaje” (según se vea en conciencia) con el partido mayoritario de turno en Madrid. Al parecer nos sobra una agencia tributaria nacional, una red de sanidad y trasplantes común, entidades como Salvamento Marítimo, Policía Nacional, Guardia Civil, o las propias fuerzas armadas, tribunales superiores, supremos y constitucionales, etc. No sé, quizás podemos desmantelar todo lo que nos una y que las carreteras, por ejemplo, terminen y sean mantenidas en cada nueva frontera que se nos ocurra… Mejor aún, podemos fantasear con la historia propia y particular que nos apetezca y en ese caso… Como hispalense, esgrimo la aportación de dos emperadores nacidos en Itálica y me quedo con la Baetica de la Hispania romana o ya puestos, me centro en el Reino Taifa de Sevilla hacia el 1066 y extiendo señorío hasta Murcia y buena parte de Portugal. 

En una época en la que en general cuesta encontrar mentes bien amuebladas y argumentativas, se extiende el discurso cortoplacista, básico, y reproductor de lemas del tipo “pago muchos impuestos”, “cada uno que procure lo suyo” “libertad o comunismo”, “nos van a empobrecer como Venezuela”, “la paguita no, pero comisiones privativas sí”, “la vivienda no la van a regalar”, “los emprendedores son los verdaderos héroes” o “empleado público a la calle”. Los conceptos son difusos adrede, no son casuales y de manera sorpresiva calan también entre clases sociales bajas y medias, en asalariados o autónomos.  Se persigue una idea de lo no colectivo y se menosprecia el valor de pilares públicos como sanidad, educación o pensiones que a duras penas resisten las embestidas de una auténtica dictadura del capital. Es curioso hasta la atenuación activista de unas jóvenes generaciones más pendientes de su perfil en redes que de tratar de parar o indignarse por su fúnebre futuro. El poder económico mundial ha conseguido ganar la batalla de la dialéctica y la lucha social, porque sencillamente fulmina esa opción como idea necesaria. Las democracias formales de los países desarrollados no son más que escenarios con más o menos dignidad, más o menos rebeldía colectiva y en el mejor de los casos, unos márgenes limitados de actuación. La clase política es un anexo de ese poder real económico que viene a decir que, si te toca nacer en la cara más oscura del mundo… O te salvas por tus propios medios o asumes tu desgracia porque es la ley del más fuerte la que impera.

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