Elogio del pueblo andaluz

El pueblo cultural histórico andaluz existe sin necesidad de traductores al idioma castellano. Un pueblo autorreconocido y reconocible universalmente por sus formas expresivas, a cuya vanguardia están el flamenco y la huella cultural de Al-Andalus

Mario Ortega

Estoy casado y tengo una hija. Licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias Ambientales.

Estudiantes palestinos se solidarizan con el pueblo andaluz en la manifestación del 4 de diciembre de 1977 en Sevilla.
Estudiantes palestinos se solidarizan con el pueblo andaluz en la manifestación del 4 de diciembre de 1977 en Sevilla.

Una mañana de agosto, hace unos años, sentado en la cocina de mi suegra con mi portátil, ella se asoma a la ventana y dice “vaya taró que hace hoy”. Ojiplático la curiosidad me llevó a Google. Taró, palabra de origen fenicio que define una niebla espesa proveniente del mar que no acaba de levantar durante el día. Tres mil años de historia hablaban se expresaban en una cocina almeriense.

La cultura andaluza, cuyo idioma habla con una impecable diversidad de acentos, es una aleación que contiene componentes históricos de todo el arco mediterráneo desde Sidón hasta Tartesos, pasando por Grecia, Roma, el mundo árabe, el norte africano, la negritud, el pueblo gitano y, como en el flamenco, a modo de los cantes de ida y vuelta, los pueblos latinoamericanos.

El pueblo cultural histórico andaluz existe sin necesidad de traductores al idioma castellano. Un pueblo autorreconocido y reconocible universalmente por sus formas expresivas, a cuya vanguardia están el flamenco y la huella cultural de Al-Andalus, así como por habitar el lugar en el que se dio el primer renacimiento europeo, sin el cual Europa no sería, en la historia del pensamiento y la ciencia, lo que es.

El 4 de diciembre es el Día Nacional de Andalucía, el día del pueblo andaluz. Ese día, un luminosos domingo de 1977, dos millones de andaluces y andaluzas salimos a las calles de las capitales de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, también de Madrid, Bilbao y, sobre todo, de Barcelona –más de doscientas mil almas de la diáspora de la emigración en Cataluña–, bajo el lema  “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía.” No fue una manifestación más. Fue el día en el que pueblo cultural andaluz se constituyó como pueblo político. La incipiente España plurinacional renacía tras la dictadura franquista.

Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, a petición de Alejandro Rojas Marcos, líder histórico de andalucismo de la transición, declaró el 4D como Día de la Bandera de Andalucía. No es poco, frente a la farsa andalucista del PSOE que ha gobernado durante cuarenta años Andalucía sin reconocer ese día como el día más importante de nuestra historia política.

El Día de la Bandera de Andalucía no celebramos “el día en el que el pueblo andaluz, por encima de ideas e ideologías, se unió en la calle para reclamar autonomía e igualdad”, como afirma el presidente andaluz. El 4D celebramos el día en que nos constituimos como pueblo político, reclamando que queríamos ser como el que más. El 4D el andalucismo de izquierdas de la transición, asumido mayoritariamente por un pueblo andaluz oprimido y condenado a una economía de supervivencia y emigración, obtiene su más importante logro. Celebrar los logros es mantener viva la esperanza.

El pacto de las elites de la transición cuya forma visible fueron los pactos de la Moncloa, firmados el 15 de octubre de 1977, mes y medio antes de que el pueblo andaluz desbordara las calles, tenía tres elementos centrales. La monarquía sería la forma constitucional indiscutible, el soporte para que todo cambiase pero todo siguiese igual. La crisis del momento, alimentada por la primera crisis ecosistémica capitalista, la crisis del petróleo de 1973, se cargaría a las espaldas de la clase trabajadora. Y tres, la territorialidad del estado, que se iba a escribir negro sobre blanco en la CE de 1978, estaría formada por tres nacionalidades, a las que se les llamaba históricas (Galicia, Euskadi y Cataluña), y el resto serían regiones administrativas para la gestión descentralizada de las competencias del estado.

De las tres condiciones del acuerdo entre elites para la transición de la dictadura a la democracia, dos se cumplen. La tercera la rompe el pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977 primero reclamando ser como la que más, y después, ejerciendo el derecho a decidir, consecuencia de ese momento histórico, el 28 de febrero de 1980 en las urnas.

El pueblo andaluz merece el elogio del resto de pueblos del estado que pudieron lograr después una capacidad de autogobierno como la del pueblo andaluz, gracias a que nuestra fuerza política rompió uno de los candados que impuso el régimen franquista en la transición, un candado centralista que dejaba sin soberanía política a todo el estado menos a Galicia, País Vasco y Cataluña.

Vivimos tiempos en los que la derecha Española que gobierna Andalucía intenta resignificar al andalucismo como un apéndice de nacionalismo españolista afincado en Madrid. La operación intenta adormecer el carácter reivindicativo del pueblo andaluz en interés propio y, a un tiempo, instigarlo con el “a por ellos” para usarlo como ariete contra los intereses de otros pueblos.

Por eso, la construcción del andalucismo para el siglo XXI debe ser una prioridad absoluta de la izquierda andaluza, por eso celebramos hoy el gran logro de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977, porque celebrar los logros es avivar la esperanza para que tres mil años de historia cultural sigan hablando orgullosos en las cocinas de nuestras madres.

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