Ya teníamos preparado otro artículo diferente para hoy día 26 de noviembre, pero con tan conmovedora noticia del periódico El País, las tornas han cambiado. Se trata del empresario holandés Ben Valks, fundador de la Fundación Black Jaguar, que con sus recursos económicos ha emprendido un proyecto, no sólo de salvar a tan maravillosa especie felina, sino a una importantísima parte —2.600 kilómetros de longitud y 40 kilómetros de ancho a lo largo del río Araguaia— del pulmón del planeta, la Amazonia. Un proyecto que no sólo es de carácter ecologista, sino también humanitario. Muchas veces olvidamos que nuestro bienestar depende del bienestar del medio que nos rodea y del que nos alimentamos.
Teniendo en cuenta los intereses de las numerosas empresas mineras, madereras u otras famosísimas como Coca Cola —que ya menciona Manuel Asede en su artículo— no ha tenido ni chispa de gracia que alguien como Valks se haga con el poder de este territorio con fines medioambientales. Es deprimente saber cómo somos víctimas de empresas como Coca Cola que atentan contra el mundo que nos rodea. No sólo con los recursos naturales que éste nos brinda, sino también con su belleza. Muchos científicos —con más motivación económica que científica— se burlan de las ideologías ecologistas y animalistas, atajando que la naturaleza también es cruel y violenta al igual que el ser humano. La naturaleza es hostil, por supuesto. Pero sin naturaleza no podríamos vivir siquiera. Hemos perdido de vista lo que es esencial y lo hemos sustituido por cosas artificiales que no son tan necesarias.
Pero hoy no haremos hincapié en datos científicos ni estadísticos, ni siquiera en discursos ideológicos, aunque sean de carácter medioambiental. Tomaremos un camino mucho más ancestral, ése que siempre ha acompañado al ser humano desde sus orígenes y que de una forma u otra, es común en todas las culturas: el mito. Y qué mejor símbolo que el jaguar, que viene como anillo al dedo para extrapolar la mitología a nuestras circunstancias sociales.
El mito puede carecer de valor para los que tengan una visión más racional del mundo, pero es en el mito donde se refleja todo lo que el ser humano es, todo lo que le representa arquetípicamente, aquello donde busca identificarse y lo que engloba todas sus preocupaciones básicas. Un arquetipo no es más que un concepto, un modelo que utilizamos para conformar nuestra realidad física. El mito es irracional, pero es el eje de muchas sociedades. Ya sabemos cómo la religión siempre ha estado presente en nuestras tradiciones y en nuestra concepción del mundo, incluso aunque no seamos conscientes de ello.
Desde siempre, antes de que aparecieran las tres grandes religiones —judaísmo, cristianismo e islam— el hombre se ha fijado en la naturaleza para crear su culto, el arquetipo al que aspiraban. Era la fuerza, belleza y fiereza de los animales una inspiración para adquirir sus capacidades. Podemos encontrarlo en el Antiguo Egipto, en los íberos, en la mitología mesoamericana…
Antes del patriarcado, el medio natural era valorado y respetado de una forma muy distinta a como lo hacemos hoy día. En el matriarcado, el ser humano y su entorno estaban en armonía. Esta era la medicina del totemismo. Se apostaba por la vida, no por la destrucción. Aunque el jaguar es un símbolo propio de una cultura puramente patriarcal, como la azteca, tiene un significado netamente femenino, particularmente el jaguar negro. El jaguar negro es la representación de la noche, la luna, el agua y la mujer. La luna siempre se ha asociado a la mujer. Podemos verlo en todas las religiones, desde Isis hasta la Virgen del Rocío, que aparece con media luna bajo sus pies, pues en todas las religiones hay un arquetipo femenino, incluso en la nuestra. Esta imaginería forma parte del mito, del mismo mito que es común en todas las culturas con ligeras variaciones y que hace mella en todas las sociedades.
El jaguar es un símbolo femenino porque en la mitología mesoamericana es un símbolo de la noche. En su mito, el jaguar devora con sus fauces al sol, simbolizando el crepúsculo, momento en el que caza. El Sol, un astro que representa lo masculino, es “devorado” por lo femenino. Pero realmente nos se trata de un sometimiento, sino de una dualidad que siempre ha existido y que hemos perdido. Cada aspecto de la humanidad —el masculino y el femenino— tenía su momento y su lugar. Desde que abandonamos el matriarcado, hemos perdido nuestra conexión con lo femenino y con la naturaleza. Nos hemos olvidado de la contraparte femenina porque la hemos sometido y nuestra sociedad se ha desequilibrado. Hemos cambiado los valores vitales y de procreación, por los de poder y destrucción. La conexión instintiva que teníamos con la Tierra y las culturas que la promovían han sido reprimidas. Podemos verlo claramente en nuestros valores actuales. Preferimos el crecimiento económico antes que apostar por las fuentes de energías renovables, que son más respetuosas con nuestro planeta. A nivel social, hemos denostado las cualidades puramente maternales —nutrir, cuidar y proteger— como inferiores y débiles. Todo lo natural se ha convertido en algo que podemos pisotear y alimentarnos de ello hasta que ya no nos sirva. No hemos guardado un intercambio ni una simbiosis entre nuestro medio ni nosotros. Ni siquiera, una forma de supervivencia razonable.
Deseo unir los dos problemas más acuciantes de nuestra sociedad actual: la violencia de género y la violencia contra la Tierra
Recuperar al jaguar negro no es sólo recuperar una especie, es recuperar un símbolo. Todo lo fuerte se ha asociado al hombre, a lo masculino. Lo femenino ha perdido su propio poder. Es curioso que en el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de la Mujer, su símbolo mesoamericano aparezca a la vista de todos. Y es por ello que deseo unir los dos problemas más acuciantes de nuestra sociedad actual: la violencia de género y la violencia contra la Tierra.
El jaguar negro siempre permanece oculto en la sombra y al límite de la extinción está, al igual que las mujeres a lo largo de la historia. Pero el mito está para recordarnos lo que antes fuimos anteriormente, o al menos la aspiración a un equilibro entre ambos aspectos: una sociedad en armonía con nuestra propia naturaleza y con nuestro medio. Muchos dirán que no tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestro medio, que somos otro animal más que debe sobrevivir. Dirán, que la naturaleza también es hostil, pero no caen en la cuenta que el ser humano tiene conciencia de esta situación. Ahí estriba la diferencia. ¿No es mejor usarla para un beneficio que a la larga redundará en todos? Tenemos la capacidad para ser un eslabón de sostén, de preservación.
Como ya mencionamos, dos grandes problemas que tenemos pendientes a nivel mundial: el medioambiente y la misoginia. Ambos ocurren en todas las culturas, en todos los países, en todos sitios. El respeto por lo que consideramos inferior se ha perdido. Si estos dos problemas son de carácter general, es porque tendrán un origen en común, ¿no? Muchas de las razones por las que tomamos decisiones equivocadas en estas dos circunstancias son irracionales. Pero seguimos funcionando así sin saber muy bien por qué ni cómo arreglarlo. Porque si escarbamos un poco en la superficie, tras las empresas al final no sólo hay supervivencia y luego riqueza… hay poder. ¿Por qué este valor es más importante? ¿Qué lo causa? Y si miramos tras las relaciones de maltrato, hay inseguridad, hay machismo… ¿pero qué concepto de lo que es el amor tienen dos personas que se encuentran en una relación de este tipo y por qué? Quizá nuestra mentalidad sea la que construya la sociedad en la que vivimos, una mentalidad que muchas veces no analizamos. Quizá hayamos tomado unos modelos equivocados por los que regirnos o hayamos olvidado otros aspectos que son necesarios tener en cuenta. El medioambiente no es sólo un problema de las grandes empresas y gobiernos. También de los ciudadanos de a pie que somos partícipes de su consumismo. Y la violencia de género no es un problema exclusivamente ocasionado por el hombre. La mujer también es instigadora en muchas ocasiones, incluso perpetuadora.
Aunque tengamos que sobrevivir, a la naturaleza y a las relaciones humanas, no debemos olvidar el valor que tienen todas las vidas que habitan en este planeta. Ahora las dos preguntas “espinosas”: ¿Seguiríamos bebiendo Coca Cola sabiendo que muchos jaguares pueden morir? No hay ningún otro animal como éste en el Planeta. Es único. ¿El machismo sólo es propio de hombres?