Ay, Portugal, por qué te quiero tanto

La revolución de los claves, tal día como hoy hace 50 años, fue un destello de luz, de democracia, de libertad

JOSE PETTENGHI ARTICULO

Biólogo y profesor.

La revolución del 25 de abril en Portugal, en una fotografía de Eduardo Gageiro publicada por la Cámara Municipal de Lisboa en redes sociales.
La revolución del 25 de abril en Portugal, en una fotografía de Eduardo Gageiro publicada por la Cámara Municipal de Lisboa en redes sociales.

Antes de 1974, Portugal no existía. Sí, estaba en el mapa, pero era un país ignorado por nosotros. Sabíamos que los portugueses estaban sometidos a una dictadura tan casposa y siniestra como la nuestra, y que eran más pobres y tristones. A eso se reducía Portugal. Y nos daba vergüenza la Península Ibérica sometida a dos destartaladas dictaduras, cuando el mundo ya había cambiado varias veces de piel.

Una mañana radiante y azul como esta, nos enteramos de la Revolución de los claveles. Tal día como hoy de hace 50 años. La recuerdo muy bien. Qué emoción. El vecino tristón y apocado, el Portugal de las tres efes -Fátima, fado y fútbol- nos había cogido la delantera. Fue un destello de luz, de democracia, de libertad. Era Portugal, y estaba ahí al lado.

La canción Grândola, Vila Morena se convirtió en un himno revolucionario, casi al nivel de Bella Ciao. La revolución de los claveles implicó a las instituciones, a las artes, a la historia, a la cultura, a la calle y a la forma de vivir. Y todo ello sucedió a la vez.

Devolvió la libertad a los portugueses y provocó un crujido de susto en el apolillado mueble franquista. Pero aquí nada pasó. Aquí dejamos que el dictador se muriera en su cama y lo enterramos como un faraón. Qué envidia nos daba ahora Portugal.

Hoy, la democracia se ve afligida por la amenaza real del nacionalismo cristiano que se extiende por Europa como mancha de pringue: Vox y el ayusismo en España, y Chega! en Portugal, pero también en Alemania, en Francia… todo ello sin salir de Europa. El propio Trump es el líder supremo de ese nacionalismo cristiano que acecha tras las páginas de sus periódicos, tras el destello de las redes sociales o la pantalla de la tele, tergiversando, con falsas promesas o simplemente mintiendo.

Los que ya han nacido en democracia ignoran que la libertad que disfrutan -de opinión, de expresión o de reunión- no llega como un fenómeno meteorológico, como llega la lluvia o la niebla, sino que se conquista con la convivencia, el diálogo y la cultura cívica.

Y se echa de menos la 'Unidad Ibérica' que tanto reclamó Saramago. España y Portugal, Portugal y España, juntos salimos ganando. Sin resentimientos, sin vencedores ni vencidos. Y seríamos, ay, una República Federal.

Ay, Portugal, por qué te quiero tanto. Tal vez porque eres el único país que hizo una revolución pacífica con una canción y un clavel.

Feliz 25 de abril.

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