No, no, esta vez va en serio. La prestigiosa revista Science publica ahora un estudio realizado en 1960 por H. Von Foerster, quien aseguraba que el mundo se extinguirá el 13 de noviembre de 2026.
Queda poco, pero esto no es nuevo, nos hemos extinguido tantas veces que ya aburre. Tantas predicciones apocalípticas que, como se ve, no se cumplieron. Visionarios medievales, dudosos líderes religiosos, monjas desquiciadas y pirados de todo tipo han acongojado al mundo con sus terribles profecías, aportando abundante material para este Museo Histórico (e histérico) de la Trola.
En 1499 un tal J. Steffen presagió un Segundo Diluvio Universal, pero ese año una feroz sequía asoló Europa. O en 1910, Flammarion aseguró que los gases tóxicos del cometa Halley aniquilarían la vida en la Tierra. Nada pasó.
Los líderes religiosos apostaron siempre por ese jueguecito de extinción y catástrofe, fijando incluso fechas para el Juicio Final. Ya ves. Pero siempre en beneficio propio. Acojonan -¡Arrepentíos pecadores!- pues ya se sabe que el miedo es el padre del sometimiento.
A medida que los siglos pasaban, el fin del mundo se hacía más y más sofisticado: guerras termonucleares, colisiones de meteoritos… pero los lunáticos eran los mismos, igual que los réditos que obtenían.
El Papa Clemente lo predijo para 1990. El Beato de Liébana para 793, el mismo Lutero para 1600…
El milenarismo dio mucho juego. Alrededor del año 1000 hubo sobredosis (o sobrediosis) de apocalipsis. Tras la decepción, algunos insistieron: “Bueno, no ha sido ahora, pero será seguro en el 2000”. Llegó el 2000 y nada pasó.
Tras los fallidos fines del mundo, las excusas eran muy baratas: un tonto error de cálculo, había que contar en décadas y no en años, o que gracias a las oraciones, Dios nos había concedido una prórroga.
A veces a estos predictores de la catástrofe les salía el tiro por la culata: los joaquinistas lo predijeron para 1290, como vieran que no, lo pasaron a 1335, y tampoco. Los únicos que se han extinguido fueron los joaquinistas. O J. Matthys, un lunático anabaptista, quien lo anunció para 1534. Como no ocurrió nada, el pueblo no tuvo más remedio que cortarle la cabeza.
Es un clásico El Gran Chasco, la hilarante predicción de Miller para el 21 de marzo de 1843. La historia de un camelo, que se sale de los límites de este artículo.
Yo por mi parte creo que el fin del mundo ocurre cada vez que un niño muere en un bombardeo, cada vez que un bosque sale ardiendo, cada vez que se fabrica un arma, cada vez que una niña es violada, cada vez que alguien muere de hambre… y cada vez que la gente se cree un estúpido bulo, mientras a la verdad científica le cuesta tanto abrirse camino.
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