En nombre del chochín

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Directora de Radio Unizar. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Un ejemplar de chochín, en una imagen de archivo. FOTO: fotonatura.org
Un ejemplar de chochín, en una imagen de archivo. FOTO: fotonatura.org

Quedan pocos días para hablar de él. Lo sé. El parón navideño me ha obligado a posponer tanto este tema crucial que casi me quedo sin poder hacerlo. Llevamos demasiado tiempo obviándolo pero hoy es el día D. O mejor dicho, el día Ch. Ch de chochín. El chochín es un ave paseriforme, de esos que tienen tres dedos hacia delante y uno hacia atrás para poder asirse mejor a las ramas. Es común en Europa, de pequeño tamaño, cuerpo rechoncho, color pardo repleto de minúsculas listas y cola corta que levanta cuando se posa. Una auténtica monada. El caso es que este año se ha vuelto a quedar fuera de la terna de finalistas para ave del año 2019, un galardón que concede la prestigiosa SEO Bird Life. Y la indignación me puede. ¿Cómo es posible que una criatura tan singular no adquiera el reconocimiento debido? ¿Será porque solo pesa diez gramos? ¿Será por su sonrojante nombre?

Y claro, es que en inglés el pajarillo se llama wren—que, no nos engañemos, suena bastante mejor—, y por eso incluso el mismísimo Shakespeare lo mencionó en los jardines de alguna de sus obras. Aquí, nuestros literatos son más comedidos a la hora de recurrir al chochín. Eso sí, aunque en la lengua de Lord Byron suena más sofisticado, la palabreja también tiene un pasado picantón. De hecho, se relaciona con una antigua denominación para las prostitutas y también se vincula a una forma de nombrar la erección masculina, dado que el chochín —paradojas de la ornitología— levanta su cola cuando se posa. Como dice Jacinto Antón, no se sabe por qué ellos lo llaman wren cuando para nosotros es el chochín, pero si me lo permiten me quedo con el nuestro a pesar de que sea probablemente su nombre lo que le haya impedido mayores laureles: cualquier cosa antes que pasarse un año entero nombrando al chochín en el telediario. ¿Cómo sobrevivir todo un año al mismo chiste de Matías Prats?

No corren buenos tiempos para el chochín. Las andaluzas lo saben bien y por eso han recorrido las calles pidiendo justicia. No basta con que siempre ocupe un segundo plano, no es suficiente con que se lo pongan más y más difícil para llevar la manduca al nido, con tener que enfrentarse a los depredadores en manada y a los reyes de la jungla… no basta con todo eso. Ahora tampoco quieren que se escuche su canto. La semana que viene culminará la entrada de la ultraderecha en el gobierno andaluz.

Aquellos que ponían como condición retirar leyes de igualdad, que sitúan la línea roja en el género y que hasta cuestionan los asesinatos machistas, están tratando por todos los medios de silenciar al chochín. Está claro que ellos serían mucho más felices en un mundo de chochines mudos, un mundo en el que no molesten demasiado queriendo tener su propia voz. Pero no conseguirán hacerlos enmudecer, seguirán trinando y hasta rugiendo. Nadie debería subestimar la ira del chochín cabreado porque en Europa existe un pájaro aún más pequeño que el chochín y es el reyezuelo. Por algo será. Queda dicho: en 2019 estaremos acechantes, no nos toquéis el chochín.

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