Aunque no seamos plenamente conscientes de ello los tiempos que nos han tocado vivir son tiempos de grandes transformaciones. Las redes sociales, montadas a pelo sobre el corcel de la revolución tecnológica, han cambiado los modos de difusión de la información e incluso nuestro modo de relacionarnos.
El Renacimiento también fue una época de grandes transformaciones en lo material y en lo mental. Los grandes descubrimientos geográficos, el auge del comercio, la revolución de las artes y de las ciencias, los mecenazgos, el sueño del humanismo, la Reforma de Lutero o el nacimiento del estado moderno, son algunos de los rasgos que caracterizan aquel período.
Y muchas de estas transformaciones perduran hoy en día. La invención de la imprenta (1440) fue el primer gran cambio en el modo de difundir la información y el conocimiento, y tuvo significativa influencia sobre el mundo de la cultura.
Así nos encontramos con que los más adelantados de la época tenían conciencia de vivir, como señalaba Erasmo, en un mundo que “renacía de sus cenizas” y en el que ganaban terreno la preocupación por el saber, la educación y las artes. Erasmo, Maquiavelo, Moro, Galileo, Leonardo o Miguel Ángel son claros exponentes de estas cenizas renacidas. Hoy, en cambio, muchos tenemos la sensación de que el inmenso caudal de conocimiento moral, científico y tecnológico de que disponemos habrá de servir para convertir en cenizas nuestro modo de vida.
El humanismo renacentista, base en mi opinión de todas las transformaciones acaecidas durante los siglos XIV y XV, coloca al hombre en el centro del universo, adquiriendo la razón, en paralelo, un papel protagonista. La mirada que realizan al pasado, ocupándose del conocimiento de las culturas clásicas, les permite recuperar las antiguas formas artísticas, el dominio de las lenguas clásicas, y la comprensión del pensamiento griego y romano. Sin romper con la Iglesia promueven el fortalecimiento de la sociedad civil, una cierta separación de política y religión y un auge hasta entonces desconocido de los valores humanos.
Es la construcción de la República de las Letras, un movimiento moral que reclama el respeto a la dignidad del hombre al que se le exige, no obstante, el desarrollo permanente de sus virtudes. Hemos pasado del sueño renacentista a la dictadura de Don Dinero, que es quien está hoy en el centro de todo y nos ha impuesto la República del Monopoli.
El Renacimiento alumbra el 'estado moderno', probablemente la innovación más importante desde el punto de vista de la historia política. Y lo que conocemos como 'estado absoluto' fue su primer rostro. La concentración de la autoridad en una sola instancia suprema fue posible debido a las deficiencias del sistema feudal para resolver los problemas vigentes durante el siglo XIV (guerra de los Cien Años, guerra de las Dos Rosas, etc.) y a la penosa situación del imperio y del papado, que eran los poderes supranacionales de la época.
Y con el poder absoluto nacen las monarquías nacionales tal y como las conocemos hoy. El desarrollo del estado va de la mano de la implantación de dichas monarquías. Y surgen los primeros atisbos de la administración que hoy conocemos. Además de la creación del ejército permanente como sostén del nuevo régimen y que ostenta el monopolio de la violencia en su ámbito territorial, aparecen los denominados hombres de toga (jueces, recaudadores y escribanos) que protagonizan la acción cotidiana del estado. A esto habría que añadir la maquinaria propagandística de que disponían la mayoría de las monarquías absolutas de aquel tiempo, integradas por cronistas, historiadores y publicistas dedicados a cantar las virtudes de sus respectivos monarcas. Todos estos elementos contribuyeron, sin duda, a consolidar la monarquía y la idea de estado.
A nadie se le escapa que en nuestro tiempo se da más importancia a las apariencias que a las esencias. Con la globalización, el estado nación sobrevive acorralado por las grandes corporaciones privadas y sus intereses supranacionales. Con las nuevas tecnologías y la contemporánea configuración de los medios de comunicación, podemos afirmar la hegemonía de la desinformación frente a la "vulgaridad de la noticia basada en hechos".
El Renacimiento es el período en el que se asentaron muchas de las bases del mundo contemporáneo. El sueño del humanismo, aún hoy una verdadera utopía, la creación del estado-nación que a duras penas perdura y la experiencia de la Inquisición que sobrevive con otros rostros, son elementos de aquel tiempo sobre el que convendría reflexionar para arrojar luz sobre el mundo que nos ha tocado vivir.