Enseñándoles a ser responsables

En algo estamos fallando en nuestras familias cuando cada vez con más frecuencia nos encontramos con adolescentes y jóvenes que no asumen las responsabilidades que les corresponden

Mercedes Organvides

Docente especializada en Educación Familiar

Varios niños durante el inicio del curso escolar en uno de los colegios de Sevilla.
Varios niños durante el inicio del curso escolar en uno de los colegios de Sevilla. MAURI BUHIGAS

Cuando yo era pequeña, todavía se daba por supuesto que todos los padres debían educar a sus hijos para que fueran “hombres y mujeres de provecho”. Esta expresión incluía enseñarles a ser responsables, buenos trabajadores y respetuosos con las normas sociales de convivencia. Mucho ha cambiado nuestra forma de entender la educación de los hijos en la sociedad actual, que no tiene nada que ver con la que existía cuando yo era pequeña. En algunas cuestiones hemos mejorado bastante, cómo por ejemplo, en   una mayor expresión del afecto por parte de los padres o en una comunicación más cercana con los hijos.

Pero creo que en algo estamos fallando en nuestras familias, en general, cuando cada vez con más frecuencia, nos encontramos con adolescentes y jóvenes —chicos o chicas— que no asumen las responsabilidades que les corresponden. Y hablo de algo tan básico como   estudiar durante la escolarización obligatoria o trabajar cuando ya tienen edad. En este sentido, hace ya unos años me llamó mucho la atención un anuncio que vi en un periódico, cuyo nombre no recuerdo y en el que se ofrecía un puesto para mozo de almacén ¡Y los únicos requisitos que se pedían eran tener 18 años cumplidos y “ser responsable”! 

Pero estas situaciones no son las más graves que nos estamos encontrando. Ya que, cada vez es más frecuente que haya adolescentes y jóvenes que agreden a sus padres cuando no atienden a sus deseos. O por retirarles el móvil durante un tiempo, porque ya han desarrollado una adicción. Y también han aumentado sensiblemente los que acosan o agreden a sus iguales, ya sea presencialmente o a través de las redes sociales. 

Hace ya mucho tiempo que vengo escuchando noticias de este tipo y siempre me surge la misma pregunta: ¿En qué tendríamos que mejorar para doblegar esta tendencia ascendente, que parece no tener pintas de cambiar si no hacemos algo al respecto? Y, tras muchos años trabajando como profesional, con familias con hijos menores, que ya mostraban conductas asociales a edades cada vez más tempranas, he llegado a la siguiente conclusión: Es fundamental que los padres asumamos las funciones que nos corresponden en la educación de nuestros hijos. Y en esto creo que estamos fallando principalmente, porque si los padres no hacemos nuestra parte, nadie la hará por nosotros.

 Lo que trato de decir no es que los padres seamos culpables, sino responsables. Porque, cuando hablamos de culpa, poco podemos hacer, salvo sentirnos mal y esperar un castigo. Pero cuando hablamos de responsabilidad, significa que tenemos la capacidad de hacer algo para cambiar las cosas.

Por eso es tan importante que nos preocupemos por saber cómo actuar. Y, en este asunto, no se trata tanto de lo que podemos hacer, sino de lo que no debemos hacer, para favorecer que nuestros hijos se conviertan en personas incapaces de asumir sus responsabilidades personales. Ni de respetar las normas básicas necesarias para una convivencia pacífica, tanto familiar como social. Y estas son las actitudes que debemos evitar fundamentalmente:

1.-Desde pequeños, reírnos delante de ellos o no corregirlos cuando hacen algo que está mal, pero que nos hace gracia. Así reforzamos su mal comportamiento.

2.-Ocultarnos información importante, entre papá y mamá, para “proteger a nuestros hijos” de su responsabilidad.

3.-Justificarles o defenderles siempre, por sistema, cuando tienen una mala conducta, sea en el contexto que sea. 

4.- Librarles de asumir las consecuencias negativas de su comportamiento cuando no suponen un peligro para su integridad.

5.-Darles todo lo que nos pidan a cambio de nada, evitándoles cualquier esfuerzo y haciéndolo todo por ellos.

6.-Permitirles faltas de respeto a nosotros, a otros familiares, a vecinos, a profesores o a compañeros del centro escolar.

7.-No enseñarles a: cuidar sus cosas, a repararlas o reutilizarlas; a esperar para conseguir algo que les interesa o a ponerse en el lugar de los demás.

8.-Aceptar, como algo normal hoy en día, que ni estudien ni trabajen, cuando puedan hacerlo, dedicando todo su tiempo solo a lo que les interesa, sin colaborar en las tareas de casa.

9.-No pedir ayuda cuando empezamos a darnos cuenta de que   la situación nos supera, esperando que el tiempo la arreglará. Pero no lo hará, sino que cada vez irá a peor si no actuamos. 

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