Una mala costumbre siempre me acecha. El cuaderno de bitácora de la vida siempre lo abro cuando tengo algo interesante que contar. Precisamente, el pasado lunes me dispuse a hacer el clásico repaso a los medios y redes sociales para estar al día de lo que pasa en este mundo tan confundido y voraz.
Mientras perfilaba los últimos escritos de trámite de la noche, descubrí una joya de cuatro minutos de duración del programa Hora 25 de la Cadena Ser. Aimar Bretos se dispuso a desnudar el alma mi paisano (hombre de luz de Andalucía), amigo y admirado Manu Sánchez. Y vaya si lo logró.
Aunque haya muchas personas que piensen lo contrario, el humor es un signo de sana inteligencia. Y Manu Sánchez sentó cátedra, sin tener que prestar su pluma para la redacción de los Evangelios. La aceptación de su propia muerte tras el diagnóstico de un cáncer testicular le ha dado más fuerza y le ha ayudado a relativizar cosas cotidianas. Ahí es nada.
Pero, el bueno de Manu no se limitó en desarrollar únicamente esa reflexión, sino que fue más allá, todo ello sin dedicar minuto alguno a su abundante obra creativa. Tomó como base esta resiliencia para hacer un chiste en el que equiparaba la muerte al acto de entrega de un examen.
Probablemente, querido lector, aún recordarás a tu maestro o profesor metiéndote presión en el mismo cogote para recogerte un examen con tiempo límite...
En cualquier momento, ese examen que es la vida misma puede tener una fecha de entrega. De forma repentina, puede llegar ese instante de "entregamos" y los actos que postergamos para más adelante ya no tienen sentido ni medida. En la actualidad, esta sociedad vive muy acelerada, y rara es la ocasión en que hacemos bueno el célebre “vuelva usted mañana” de las obras de Mariano José de Larra, dejando cosas para períodos muy posteriores o sine die.
¿La mejor enseñanza de Manu Sánchez? Carpe Diem, vivir el presente sin que nos importe la fecha de caducidad que supone la muerte (no confundir con la fecha de consumo preferente de los yogures). También, contar con una agenda, pero sin que funcione bajo grandes límites ni cortapisas. Y, por supuesto, no participar en absurdas peleas entre hermanos como las vividas en estos días en las calles de nuestra querida España, porque ya lo dijo un día “El Pali”: “menos misiles y más pavías de bacalao”.
Querido Manu, felicidades por tu arte imperecedero y por tu modus vivendi. Muchos conformamos tu legión de fieles seguidores y devotos, con el deseo de verte pronto radiante en las tablas de los teatros. Ahí queó.
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