Todos los indicadores y expertos, unos más agoreros que otros, nos anuncian que lo peor de la crisis está por venir y que coincidirá con el otoño venidero. Todo ello a pesar de que las medidas puestas en marcha por el gobierno desde la parte final de la pandemia están siendo eficaces, pero no lo suficiente para parar lo que se nos viene encima.
Coincide con un momento de especial crispación política, con un PP que no ha acabado de aceptar la pérdida del gobierno y una izquierda que no acaba de entender que solo lo conservará si es capaz de consolidar sus pactos.
La peor situación política en vísperas de la peor crisis posible. Utilizando un término coloquial, mal rollo. Ya vivimos antes una situación parecida en cuanto a las consecuencias posibles, con alguna diferencia en las causas que la produjeron. Fue tras la muerte de Franco.
De aquella salimos con un esfuerzo generoso para llegar desde el diálogo a acuerdos y pactos. Aquel periodo con más luces que sombras fue la primera Transición y trajo lo que se denominó Pactos de la Moncloa, en los que todos, partidos y sindicatos dejaron “pelos en la gatera” por el bien común.
Parecía impensable pero el tránsito desde el franquismo se hizo de manera ejemplar y ordenada, a pesar de las críticas de unas nuevas generaciones desconocedoras de lo que allí pasó. A veces la ignorancia se convierte en estupidez.
Una de las características de aquel momento fue el talante de una clase política repleta de estadistas, que supo llevar a nuestro país de una dictadura a una plena democracia con las menores heridas posibles.
La pregunta que nos debemos hacer es: ¿tenemos ahora ese activo? Volver la vista atrás y contemplar coincidiendo en el tiempo a gentes de la talla de Adolfo Suarez, Felipe González, Santiago Carrillo, 'Pasionaria', Tierno Galván, Solé Tura, Enrique Curiel, Marcelino Camacho, Herrero de Miñón, Pasqual Maragall, Arzallus, e incluso Manuel Fraga, indica que gracias a esa conjunción estelar salimos airosos de aquella compleja situación.
Ahora los nuevos niñatos y niñatas aparecidos en la política que se piensan llegan sabido, desprecian esa etapa y reniegan de aquella enriquecedora experiencia.Quizás lo hagan conscientes de que su talla no llega ni de lejos a la de los personajes de la Transición y por lo tanto la posibilidad de éxito resulta cuando menos dudosa.
Por poner solo un ejemplo, Santiago Carrillo fue capaz de sacrificar una parte del ADN ideológico del PCE para poder ser legalizado y seguir en las mismas condiciones que el resto de partidos.
Renunció a la República, o a la bandera tricolor, con altura de miras, con generosidad a pesar de las presiones internas que conmocionaron el partido. Nuestra respuesta después del mazazo de los asesinatos de Atocha salvó esa deseada democracia. Que no lo olviden las nuevas generaciones.
Al igual que Adolfo Suarez tuvo la audacia de tomar otras decisiones y juntos con imaginación sacar adelante una Constitución de consenso y unos Pactos de la Moncloa absolutamente imprescindibles. Incluso los sindicatos colaboraron de manera eficaz en su éxito.
¿Están Unai Sordo y Pepe Álvarez a la altura de Marcelino Camacho y Nicolás Redondo? ¿Tienen Pedro Sánchez, y Alberto Nuñez Feijóo la talla de estadistas de Felipe González, Adolfo Suarez, Santiago Carrillo o Manuel Fraga? ¿Se puede parecer Ione Belarra a Santiago Carrillo? No parece, analizando su comportamiento actual, más pendiente de “lo suyo” que de “lo de los demás”.
Resulta cuando menos curioso que esos jóvenes críticos ahora, añoren partes de aquella época. Creo que al menos necesitan un curso acelerado de historia específica de aquel apasionante momento, para ver si aprenden algo y así poder aplicarlo a este.
Las gentes de la I Transición supieron actuar aparcando la táctica esterilizarte sustituyéndola por una visión estratégica, de largo alcance, incluso anteponiendo los intereses del país al del propio partido como fueron los casos de Suarez y Carrillo.
UCD acabó desapareciendo y el PCE se quedó bajo mínimos, dejando un profundo legado histórico pero a cambio salvaron el país. Ahora cabe exigir lo mismo, especialmente a las gentes de la izquierda.
Por eso se deben poner en activo valores como la imaginación, para buscar soluciones a conflictos como el de Catalunya, o generosidad para ser capaces de dejar todos “pelos en la gatera” logrando acuerdos de estado sólidos.
Sería recomendable una mirada retrospectiva al tiempo de 1976-79 para todos los actores políticos y sociales actuales. Allí hubo mucha “cocina”, contactos discretos, cafés, o comidas, porque también en estos temas son importantes las relaciones humanas, la empatía con el “otro”.
Sólo por poner un ejemplo gráfico ¿Por qué no recuerdan y copian los discretos contactos Carrillo-Suarez, o Carrillo-Fraga? ¿Por qué no poner en práctica ese ejemplo y dejar ya la exposición pública ante los medios de comunicación? ¿Por qué no apagar durante unos días la aparición constante en las televisiones y utilizar ese método a través de reuniones buscando la síntesis?
¿Nuevos Pactos de la Moncloa? ¿II Transición? Es probable, pero para ello se necesita aplicar aquellos principios, aquellos valores. Señores de la izquierda y la derecha, periférica o central, señores nacionalistas, e incluso independentistas, pongan ustedes mucha audacia, mucha imaginación y toneladas de generosidad porque nuestra sociedad lo está pidiendo a gritos y los tiempos que nos llegan lo demandan.
Pónganse de acuerdo, comuníquense, dedíquenle horas de conversación (los convenios se firman a altas horas de la madrugada justo el día de ruptura), aporten esfuerzo y sobre todo estén a la altura de las circunstancias que el país necesita.
La historia les recordará por lo que sean ustedes capaces de hacer o no hacer ahora. Es el momento de los estadistas, de los valientes. Ojalá tengan el valor y el acierto de hacerlo. ¿Serán capaces de anteponer el bien común al partidista? ¿Están capacitados para tener altura de miras?
¿Pactos de la Moncloa 2 o II Transición? Las dos cosas, porque ante la crisis que se avecina se necesitan pactos y acuerdos.
Siempre cabrá la duda de que se clama en el desierto, de que nadie escucha, absortos como están en mirarse el ombligo.
Veremos……….