Si existen los libros fantasmas, sin duda uno de ellos sería La esclavitud en los campos de Jerez, publicado en Madrid en 1902 o 1903, y escrito por el jerezano Ramón León Máinez. Además, no puede ser casualidad que se trate de la obra social más importante de este literato y periodista, conocido sobre todo por ser uno de los eruditos cervantistas más reconocidos de su tiempo.
La figura de Ramón León Máinez Fernández (Jerez, 1846-Madrid, 1917), a pesar de haber realizado la mayor parte de su labor intelectual en Cádiz y en Madrid, ha sido en su ciudad natal, Jerez de la Frontera, donde únicamente se le ha recordado en los últimos años, especialmente por haber sido uno de los principales estudiosos de la figura y obra de Cervantes, algo absolutamente indiscutible. Pero Máinez es mucho más que un cervantista, y los jerezanos y gaditanos debemos recordarlo por los motivos por los que ha sido otro de los nombres malditos y olvidados de la historia oficial de nuestra provincia: por haber sido librepensador, defensor de los obreros, anticaciquil, anticlerical y republicano, llegando en su coherencia ideológica a terminar su vida en la más triste de las miserias.
No es casualidad que, además de Cervantes, su vida haya que asociarla a figuras como Fermín Salvochea -al que quería como a un hermano-, Ramón de Cala -jerezano como él al que admiraba y trató en innumerables ocasiones- o Eduardo Benot -su venerado amigo, protector y maestro-, como él mismo recordó en los años postreros de su vida. Tampoco es casualidad que Fernando Lozano, director de la célebre Las Dominicales del Librepensamiento (Madrid) dijera en 1898 que el "distinguido escritor Ramón Máinez" era el "honor de la prensa librepensadora española".
Es verdad que Máinez ingresó muy joven en el Seminario conciliar de San Bartolomé de la calle Compañía de Cádiz, que fue redactor del diario católico El Domingo (Cádiz) y que fue director de los conservadores Diario de Cádiz (1870-1871) y La Palma (Cádiz) (1873-1876), entre otros, pero pronto dejó de ser "El Bachiller Cervántico", el fundador y director de Crónica de los Cervantistas (Cádiz, 1871) y el autor de la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra (Cádiz, 1876), para convertirse al librepensamiento, al republicanismo, y a la causa obrera, especialmente de los jornaleros de la campiña jerezana.
La Agricultura Bética fue una revista fundada en Jerez en 1894 como Boletín de la Cámara Agrícola por el escritor y periodista Gregorio Gómez Rodríguez. En julio de 1902 la revista comenzó a recabar escritos y dictámenes "sobre la cuestión agraria en Jerez" de distintos estudiosos, escritores y sociedades obreras, entre ellos al «eminente cervantista y publicista de estudios sociales» Ramón León Máinez. En el número del 15 de julio de 1902 aparecía en forma de carta, fechada en Jerez, la contestación de Máinez a la petición del Director de La Agricultura Bética, donde afirmaba que: "hace muchos años que es objeto de mis investigaciones la situación penosísima e insostenible de los obreros agricultores en la campiña jerezana", y añadía que "en periódicos de Madrid y de provincias he hablado varias veces de sus razonadísimas quejas y de sus justísimas peticiones". Además, daba a conocer que en la actualidad efectuaba "un nuevo y más amplio estudio", donde pondría a la vista de todos el verdadero estado de las cosas "en mi libro de crítica social La esclavitud en los campos de Jerez". En su artículo-carta criticaba la mala alimentación, verdadera bazofia que los dueños de los cortijos daban a los jornaleros y por la que le descontaban de los jornales una cantidad desorbitada, y de los bajos salarios que recibían a pesar de trabajar más penosamente y muchas más horas que los peones obreros de la ciudad.
La siguiente noticia que he encontrado de esta obra que estaba escribiendo en julio de 1902 es de dos años más tarde, del 19 de junio de 1904, cuando en El Liberal (Madrid) se podía leer un artículo firmado por Ramón León Máinez titulado Los campesinos de Jerez. Este mismo trabajo lo reproducirá el día 24 del mismo mes La Publicidad (Granada), como editorial en primera plana. El artículo partía de dos noticias casi coincidentes -según decía Máinez-, la aprobación de un Proyecto de Sindicatos agrícolas por parte del Instituto de Reformas Sociales para su aprobación como ley por el gobierno, y la reunión de los obreros agrícolas de Jerez para hacerle saber a los dueños de los cortijos su tabla salarial. Máinez pensaba que el proyecto de Sindicatos Agrícolas no serviría de nada, pues las quejas y las protestas de los braceros continuarían ante el desprecio del Gobierno. En ese texto volvía a la idea de que los obreros del campo vivían "como esclavos en la hermosa campiña jerezana", y afirmaba que recorriendo la campiña, anotándolo y examinándolo todo, como nosotros hemos hecho para escribir nuestra obra La esclavitud en los campos de Jerez, es como se llega a comprender perfectamente la verdadera situación de aquellos campesinos condenados a la fatalidad de vivir en perpetuo desamparo.
Y a continuación describía con detalle la alimentación del jornalero, su miserable e insoportable vida en la gañanía infestada por el humo del fogart -"la chimenea de los pobres cortijeros"-, y su miseria por jornales tan reducidos y tan pésima alimentación. Máinez no veía justa la vida de aquellos esclavos modernos, de aquellos parias o siervos, "a beneplácito del amo, del capitalista", y aseguraba que «mientras que los jornales de los braceros no aumentase -pues eran los trabajadores que menos ganaban, y eso que trabajaban en faenas muy penosas y con jornadas de catorce o quince horas diarias- la campiña de Jerez provocaría una huelga tras otra».
Por lo expresado por Máinez, la obra estaba escrita y existía como libro. Por eso va a insistir casi dos meses después. El 27 de agosto de 1904, publicaba Ramón Máinez en El Nuevo Régimen (diario republicano federal de Madrid) otro artículo sobre Jerez titulado de la misma forma: Los campesinos de Jerez, pero que comenzaba de forma distinta: "Cada vez que se habla de este gravísimo asunto, se recuerdan aquellas hermosas palabras de Ramón de Cala, el gran propagandista y republicano federal, cuando decía que lo que hay que resolver en la campiña jerezana, cuanto antes mejor, no es ya la cuestión social, sino el problema de la miseria". Allí volvía Máinez a describir la situación del trabajador de la campiña jerezana, que era "un esclavo, un paria", y de nuevo citará así su desconocida obra: "Conociendo nosotros muy a fondo la cuestión en la provincia de Cádiz, y teniendo escrito un libro La esclavitud en los campos de Jerez, podemos decir y hemos dicho muchas verdades, que no nos han inspirado nunca la pasión, sino la meditación y el estudio de los vitalísimos problemas sociales".
Otras muchas veces dijo Máinez que había escrito algunos libros que luego, aunque se llevaron a la imprenta para su composición, no se publicaron por falta de recursos o de suscripciones. Así ocurrió con su obra cumbre anticlerical en 12 tomos Año Cristiano ante la crítica y ante el sentido común (1897) o con la última ya terminada, Eduardo Benot y su tiempo (1913), que hubiera publicado pero que no pudo ver la luz por la grave enfermedad cerebral que le sobrevino a principios de 1913 y que, a la larga, le causó la muerte. ¿Este fue también el destino de «La esclavitud en los campos de Jerez»? En absoluto.
El profesor y escritor francés Gerard Brey afirmaba que Máinez escribió esa obra en 1902, pero que -según él- nunca se editó, "no pudiéndose encontrar en ninguna biblioteca". Sobre este mismo asunto, en «La Cuestión agraria en la España contemporánea», de Manuel Tuñón de Lara et al., se afirmaba que esta obra de Máinez era de 1902, y que era un "libro misteriosamente ausente de las principales bibliotecas de España". Pero, a pesar de estas dos referencias, es indudable que estamos ante una obra que sí se editó y sí se publicó, pues en su época algunos investigadores pudieron consultarla.
En 1910, en vida y aún en época de lucidez de Máinez, el profesor e historiador francés Angel Marvaud publicaba en París un conocidísimo y comentado libro titulado La question sociale en Espagne. Allí escribía que Ramón León Máinez era "un escritor español que recorrió los campos de Jerez después de las resonantes huelgas de 1902" y que había aportado sobre esto un libro titulado La esclavitud en los campos de Jerez, y a continuación copiaba algunos pasajes del mismo:
La alimentación que les dan a los obreros en los cortijos es mala e insuficiente. Con un detestable pan hecho con harinas echadas a perder, aceite de la peor calidad y un poco de ajo y sal, se prepara una mezcla infecta, el ajo caliente, que es todo su desayuno… Llegada la noche, el bracero se retira a la gañanía, horrible y sucia habitación sin luz y sin aire… con paredes ennegrecidas por el humo que sale de la chimenea o fogart, donde se acercan por turnos para calentarse sus helados miembros y para secar el sayal o la manta… alimentan el fuego con excrementos desecados de vacas, con encinas, biznagas y con lentisco verde. El humo y el olor que producen tales combustibles no permiten permanecer en la gañanía sólo cuando quedan cenizas en el fuego… Los desdichados duermen en medio de esta atmósfera fétida, acre y repugnante sobre camas de cementos...
Tres años más tarde, el que será durante la Segunda República varias veces ministro de Agricultura y de Instrucción Pública, Marcelino Domingo Sanjuán, escribía esto cuando era redactor de La Publicidad (Barcelona) en un artículo de primera plana titulado Una huelga agraria. Las tragedias de la tierra publicado el 23 de noviembre de 1913:
"Un escritor, Ramón León Máinez, que recorrió los campos de Jerez, después de las huelgas de 1902, nos dice en su libro La esclavitud en los campos de Jerez, que durante el verano, los jornaleros trabajaban desde las tres y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche, y que por este trabajo de 15 o 16 horas ganaban 0,90 céntimos. Todo lo más una peseta. Y que durante los otros meses del año, este jornal disminuía hasta llegar a 0,65 y a 0,40 céntimos...".
Solo había pasado un mes cuando Baldomero Argente del Castillo, escritor y concejal del Ayuntamiento de Madrid por el Partido Liberal, pronunciaba una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre el problema agrario en España. Allí mencionará que "esa estrechez de vida, originaria de un malestar constante entre unos obreros nómadas que, lejos de los suyos, van implorando trabajo de caserío en caserío, ... horroriza y hablan de ello con tintes muy crueles, no solo escritores como Ramón León Máinez, que en La esclavitud en los campos de Jerez describe el vivir horrible de esa legión miserable, sino la propia Junta Consultiva Agronómica". Ese mismo autor, volverá a citar el libro de Máinez en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas en Madrid en 1924, que publicó luego como libro con el título de La Reforma agraria. Allí reproducirá pasajes que coinciden con los de Marvaud y con los de Marcelino Domingo: "el bracero, durante el verano -descontando los descansos de cigarro y las comidas- trabaja desde las tres y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche, o sea, ¡de quince a dieciséis horas por la cantidad de 0,90 céntimos a una peseta!...".
Muchos años después, ya en décadas más recientes, en la obra francesa Histoire politique & histoire des idées: XVIIIe-XIXe siècles, de Michel Baridon et al., se cita como referencia esta obra de Máinez, L’esclavage dans la campagne de Jerez (1903); o la tesis doctoral de José Luis Oyón Bañales también ofrece esta referencia: La esclavitud en los campos de Jerez (Madrid, 1904).
Parece evidente, por tanto, que sí se publicó la obra e incluso que hubo más de una edición. Pero el misterio de su actual existencia aún sigue sin resolverse…
La relación de Ramón L. Máinez con los jornaleros de Jerez venía de diez años atrás; de cuando como corresponsal de El Liberal (Madrid) cubrió el juicio y ejecución por garrote vil en Jerez de cuatro trabajadores anarquistas acusados por el célebre Asalto anarquista de Jerez de enero de 1892. Ya en ese momento, Máinez había estado participando activamente en el Círculo "librepensador y socialista" (como así le llamaba) de Guillén Martínez, que fundó junto a Fermín Salvochea, Ramón de Cala o Enrique Bartorelo, entre otros, en marzo de 1887. Pero a partir de esa fecha, que coincidió también con el encarcelamiento de Salvochea en abril de 1891, al que visitó todos los días en la Cárcel Real de Cádiz y publicó dos entrevistas suyas, sus simpatías por los obreros cristalizó de alguna manera, y especialmente por los jornaleros de Jerez. La primera constatación de este cambio la ofrecía el diario El Resumen (Madrid) del 13 de mayo de 1892 cuando publicaba esta breve nota tres meses después de las ejecuciones: "El distinguido escritor gaditano D. Ramón León Máinez, ha publicado en El Eco Montañés, de Cádiz, un notabilísimo artículo sobre la cuestión social en Jerez". Por desgracia, esta prensa gaditana no se encuentra en las hemerotecas.
Algo que también llama la atención es que el diario que fundó y dirigió en marzo de 1893, El Pueblo (Cádiz), no se llamará "republicano", sino "defensor de las clases jornaleras", y que impulsará en Cádiz el «Centro Obrero de Unión Republicana», muy crítico con el sector oficialista e institucional de su partido e identificándose por completo con los anhelos de emancipación de los obreros y jornaleros.
En El Pueblo (Cádiz) pronto le dedicó una Sección a Jerez comenzando a escribir obreros jerezanos, y especialmente tipógrafos y viticultores, pero también albañiles o arrumbadores. Esa relación de años se plasmó en el ejemplar del 27 de mayo de 1897 en la sección Infamias sociales, donde aparecía su magnífico artículo Los campesinos de Jerez. Pintura exacta del natural. Este será su primer artículo consultado sobre estos obreros agrícolas de Jerez de la Frontera, cuya situación debió conocer de primera mano, y que nunca dejó de apoyar en sus reivindicaciones. Sus palabras son tremendas e hijas del profundo conocimiento:
Los que solo por referencia o por las informaciones escritas conocen la situación de los campesinos jerezanos y los de la Sierra de Cádiz, habrían de quedar sobrecogidos de espanto en tocando y viendo la realidad… Parecen condenados por la fatalidad los pobres campesinos a vivir perpetuamente entre la escasez y el desamparo… Desvalidos, andrajosos, dejan en los pueblos a sus esposas e hijos a la clemencia de Dios… mientras ellos, aislados del trato y la comunicación social casi todo el año, se convierten en siervos del terruño, encerrados en los cortijos....
Después de describir la terrible situación de los obreros agrícolas, sus pésimas condiciones de trabajo, su ínfima alimentación y falta de vestimenta adecuada, terminaba su extenso artículo con estas frases:
Si de tal modo vegeta el campesino cuando trabaja todo el año, ¿cuál no ha de ser su situación en llegando los días terrible de parada?… Ni de un mísero pedazo de pan pueden disponer para sí y para sus familias, si la caridad oficial, el préstamo del dueño o la limosna del poderoso no los socorren, humillándolos. Viven entonces pereciendo, deseando la muerte como supremo remedio de sus desgracias...
Cuando el 4 de septiembre de 1899 Máinez fue agredido por un alcalde de barrio tras haber criticado en un artículo de El Pueblo al cacique Rafael de la Viesca, jefe provincial en Cádiz del Partido conservador de Silvela, numerosas personas protestaron en la redacción de El Pueblo por el "miserable atentado" destacando diversas "agrupaciones obreras de Puerto Real, Conil, Rota, Vejer, Chiclana, y otros muchos pueblos de la provincia", pero, sobre todo, Máinez destacaba "la justa indignación que ha producido la malvada acción entre los obreros de Jerez". Y en el ejemplar siguiente se publicaba que una muestra patente de la enorme solidaridad obrera jerezana que recibió Máinez tras la agresión fue la carta de protesta por la "inicua agresión recibida" de los obreros de todos los gremios de Jerez, que suscribían "más de dos mil firmas". Al final de varios párrafos de protestas y de solidaridad hacia su persona, Máinez afirmaba que "lo único sano que existe hoy en esta sociedad hipócrita y corrompida es la clase obrera", y concluía su artículo con un "¡Viva los trabajadores!".
Manuel Escobar Garrido, el corresponsal en Jerez de La Correspondencia de España (Madrid) publicaba el 28 de junio de 1902 una columna titulada Desde Jerez, que comenzaba así: "He conferenciado con el notable escritor y académico gaditano de la Historia, D. Ramón León Máinez, el cual desde hace tiempo viene ocupándose en los asuntos sociales y está en íntima relación con los obreros". Y a continuación copiaba unas extensas declaraciones que ocupaban una buena parte de la primera plana del diario. Máinez expresaba que "la lucha en Jerez entre el capital y los proletarios reviste caracteres excepcionales. Hay aquí varios poderosos y muchos miles de obreros que viven esclavos de la miseria». Sobre la necesaria asociación o agremiación que habían hecho, afirmaba que «han creado las asociaciones de toneleros, viticultores, arrumbadores, albañiles, cerrajeros, molineros, litógrafos y tipógrafos, los cuales, no solo cumplen con sus propósitos de redención, sino que procuran también cuanto pueden en su perfeccionamiento intelectual".
Según contaba, "yo he presenciado su modo de agonizar -no de vivir, ni aún de vegetar siquiera- en los campos, y puedo afirmar que en este hermoso rincón andaluz, esos pobres operarios no han salido todavía de la condición de esclavos". Después de describir su vida de miseria, se preguntaba: «¿cómo no han de estar quejosos y hastiados de la vida estos mártires? ¿Cómo no han de protestar contra semejantes injusticias? ¿Cómo ha de ser posible reprimir sus quejas ni acallar sus gritos de indignación, mientras no se los atienda, se les escuche, se les haga justicia, se les remunere…?… Que lo sepa España, que lo sepa todo el mundo: los obreros del campo en Jerez solo reclaman lo equitativo… No son ciento, no son mil los que levantan la voz contra las iniquidades de que son víctimas… Son 20.000 campesinos los que suplican, los que viven en el abandono y la desesperación. Son 20.000 familias que piden pan, que tienen derecho a la vida, que es preciso que sean escuchadas y atendidas si se quiere evitar en Jerez y en la Sierra una terrible conmoción social». A juzgar por sus palabras, parece que ya había escrito o estaba terminando su libro «La esclavitud en los campos de Jerez».
Su artículo en La Agricultura Bética (Jerez) en julio de 1902 ya lo he comentado, y allí escribía de esta forma: "los dueños de los cortijos siguen creyendo que sus esclavos están bien “comidos” con el repugnante ajo caliente por la mañana, un mal potaje de los peores garbanzos en el mediodía, y el gazpacho mal preparado por la noche… Los dueños tasan esta pobre menestra, más el pan que consume cada operario diariamente en 75 céntimos; cantidad excesiva que supera seguramente en la mitad al verdadero costo. Recibiendo el obrero esos tres reales en dinero, quedando de su cuenta la comida, es indudable que podría alimentarse mejor y más nutritivamente, sin tener que comer a gusto del propietario, ni bajo la férula y mezquindad de algunos de sus mandarines".
El 20 de junio de 1903 Máinez seguía fechando en Jerez un artículo publicado en la primera plana de La Correspondencia de España del día 22, Cómo viven los campesinos de Jerez. Pintura exacta del natural, que era casi idéntico al publicado en El Pueblo y que ya he comentado. Este artículo tuvo su repercusión en el ambiente tenso y angustioso que se vivía en Jerez en medio de la huelga obrera que se estaba desarrollando. El Corresponsal en Jerez del diario manifestaba el 27 de junio que los obreros agrícolas en huelga «elogian el artículo de Ramón León Máinez en La Correspondencia de España».
Ese mismo día, y en el mismo periódico, pero en su edición de noche, aparecerá en la Tribuna Libre de La Correspondencia de España y fechado en Jerez el día 25 de junio el artículo de Máinez titulado De la huelga de Jerez, donde exponía que «los obreros no quieren ser, como el año anterior, víctimas de un engaño y de una burla», pues ante las negociaciones por la subida del jornal en un mísero real, los "soberbios dueños de los campos" no cedieron y solo se dignaron, ante la posición firme de "los esclavos", en publicar un comunicado que causó más hilaridad que otra cosa, y concluía su artículo:
...los obreros se ríen, se cruzan de brazos y desprecian sus arrogancias: “Ahí os quedáis con vuestros campos: cultivadlos, beneficiadlos, trabajadlos; así aprenderéis algo: sabréis cómo se gana el pan, cómo se suda, cómo se vive”. El obrero para nada os necesita; vosotros a él para todo. ¡Menos soberbia y más justicia!
Estos artículos no pasaron desapercibidos en Jerez, sino todo lo contrario, y el 8 de julio de 1903 "Varios obreros del campo" de Jerez publicaban en Tribuna Libre de La Correspondencia de España una carta con el título de "Lo que dicen los campesinos de Jerez", y donde manifestaban que «sólo Máinez ha dicho la verdad sobre la situación de los esclavos de esta campiña de Jerez»; que solo Máinez en los dos artículos publicados en dicho periódico, "había destruido por su base las acusaciones lanzadas contra los obreros jerezanos como perturbadores del orden".
Cuando Máinez fue desterrado y marchó a Madrid como "secretario político" de Eduardo Benot, convertido ya en republicano federal, siguió escribiendo sobre las luchas de los jornaleros jerezanos y recordando con frecuencia a Ramón de Cala, a quien conoció y admiró junto a Fermín Salvochea en la época del Circulo de Librepensadores Guillén Martínez (1887). Pero también en Jerez se acordaban de Máinez y de su firme compromiso con los obreros de la ciudad. Así ocurrió cuando en una Velada celebrada en septiembre de 1906 por la Sociedad de Artes Gráficas de Jerez fue leído su trabajo titulado La cuestión obrera en la campiña jerezana, donde de nuevo repetía las ideas que ya había recogido en sus textos anteriores sobre los obreros agrícolas.
Si su libro La esclavitud en los campos de Jerez ha desaparecido (y espero que no para siempre), al menos muchas de las ideas vertidas en el mismo pueden seguirse en los artículos que escribió y que aquí en parte se han comentado y reseñado. Este único aspecto del escritor «defensor de las clases jornaleras», que aquí resalto, debería ser suficiente para afirmar que Ramón León Máinez fue, para Cádiz, Jerez y su Historia, mucho más que un erudito cervantista.