Esta semana se ha votado en contra por parte de PP, VOX y Junts al cambio de la ley de extranjería: La situación de los menores migrantes no es una prioridad. Hay menores navegando que no sabemos si van a llegar a la orilla. Rezamos para que lleguen. Lo lamentable es que algunos desearían que no lo hicieran. Esto lo decía una diputada de Coalición Canaria y además la Asociación Marroquí ha denunciado que la situación actual en España constituye una clara vulneración de la Convención sobre los Derechos del Niño. Añadía Luc André Diouf (PSOE) añadía: "¿Tanto miedo tienen a estos niños? Estos niños son las mayores víctimas del odio".
Solo se quería cambiar artículo 35, que hace referencia a los menores migrantes no acompañados, de modo que se estableciera una acogida obligatoria entre todas las comunidades autónomas en situaciones de emergencia y aliviar así los recursos en zonas tensionadas como Canarias, Ceuta y Melilla cuando el sistema de acogida supere su capacidad en un 150%.
Y eso que hace dos meses, el Gobierno aprobó una ley destinada a devolver la sanidad a todos los inmigrantes sin padrón, a través de un proyecto de ley destinado a recuperar la universalidad del sistema sanitario, de forma que los residentes en España, con independencia de su situación administrativa, podrán ser atendidos en los centros sanitarios, sin la posibilidad de que se les deniegue la asistencia o luego les llegue una factura exigiéndoles el pago por los servicios recibidos.
Esta semana hace un cuarto de siglo de la primera tragedia documentada en la ruta hacia las islas el 24 de julio de 1999 en la playa de la señora (Fuerteventura). "Esto no va a parar nunca", asegura Boutilis El Hosain, uno de los primeros supervivientes, que tuvo que tirar por la borda los cuerpos de 9 compañeros de la patera y que ahora vive en Francia con su familia. Así lo publicaba la SER en un excelente artículo de Nicolás Castellano.
Tal y como consta en el especial que la SER realizó en 2014, en el 20 aniversario de la llegada de la primera patera a Canarias (agosto de 1994), de la que se cumplirán tres décadas en unas semanas, hasta entonces habían sido documentados, desde el 26 de julio de 1999 a agosto del 2014, 1.779 muertos y desaparecidos solo en esta ruta. El dato actualizado, cruzando datos oficiales, informaciones periodísticas de medios españoles y de los países de origen y tránsito, y también de observatorios de derechos humanos, los corredores marítimos hacia Canarias se han cobrado la vida de más de 21.000 personas en estos 25 años, según los datos recopilados por la SER.
Las muertes se han disparado en paralelo al aumento considerable del número de personas que han cruzado a Canarias especialmente en la última década. Según los datos oficiales del Ministerio del Interior, desde la primera patera que llegó a las islas el 28 de agosto de 1994 a finales de 1999 llegaron a las islas 5.320 personas en esas precarias barcas de pesca.
Después de aquel primer naufragio documentado en julio del 1999 o de este que narra Hosein, el número de supervivientes que siguió jugándose la vida para alcanzar esta orilla se siguió multiplicando: 92.092 supervivientes alcanzaron las islas canarias del 2000 al 2009, más de un tercio de ellos en 2006, cuando se abrió la ruta de los cayucos desde Mauritania y Senegal.
De 2010 a 2019, se produjo el rimo de llegadas más lento desde que se abrió la ruta con 7.171 rescatados, pero solo en los últimos cinco años han llegado más personas en pateras y cayucos que en los 25 años previos juntos: 120.905 supervivientes del 2020 al 4 de julio de 2024, según datos oficiales.
Con todo esto, sólo desde el 1 de enero de 2018 al 1 de junio de este año 18.680 personas han perdido esta ruta atlántica hacia España, según datos del Colectivo Caminando Fronteras, que recopila de las llamadas directas de los náufragos cuando tienen dificultades y piden auxilio o de sus familiares que se ponen en contacto con la organización buscando algún rastro de sus seres queridos. Y es que a la muerte de sus seres queridos hay que añadir el sufrimiento de no saber si sus cuerpos yacen en un cementerio canario o se han quedado en el fondo del mar. Según Caminando Fronteras y otras organizaciones internacionales, la gran mayoría de los cadáveres nunca se recuperan o aparecen. Solo Caminando Fronteras documenta también los muertos de los náufragos en alta mar o en las costas de salida de las barcazas.
Otros estudios, como el realizado en Canarias por el Comité Internacional de la Cruz Roja entre el año 2020 y 2021, solo pudieron constatar 158 muertos que llegaron a Canarias o fallecieron inmediatamente después en hospitales y otros centros. Según un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja que analizaba las rutas migratorias hacia Europa de 2014 a 2019, hubo 230 migrantes y refugiados muertos cuyos cuerpos llegaron a las islas o fallecieron poco después. En 2022, solo se recuperaron y enterraron, según esta misma fuente.
Y esto en un entorno que como escriben Juan Oliva y Gloria Pérez en Gaceta Sanitaria, hablando de inmigración y salud dicen que las migraciones han sido una actividad consustancial a la humanidad durante nuestra existencia como especie. Aunque el proceso migratorio puede analizarse desde diferentes dimensiones, si nos centramos en los movimientos de población producidos entre grandes territorios, en los dos últimos siglos, el flujo de inmigrantes se producía mayoritariamente desde los países europeos hacia Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina y Australia. En cambio, en la actualidad el origen de la migración se encuentra en los países de Iberoamérica, Asia y África, y los países receptores son los países norteamericanos y las naciones de Europa occidental. Ello no obsta para reconocer la importancia de la migraciones internas, del campo a la ciudad, unidas a la industrialización primero y después a la tercialización de la actividad económica y de las migraciones intracontinentales.
España, durante buena parte del siglo xx, en gran medida motivado por las condiciones económicas y políticas, fue un país donde las migraciones, tanto internas como a otros países europeos y de Iberoamérica, tuvieron una importancia capital. El fenómeno de la migración no es, pues, desconocido en nuestro país. Sí lo ha sido, en cambio, la evolución y el sentido de los flujos migratorios en los últimos años. A finales de la década de 1990 se produjo un incremento súbito de la inmigración en España como respuesta a la dinámica de la demanda del mercado laboral español. La magnitud de la población recibida, la velocidad de su llegada en muy corto tiempo y la gran diversidad de los países de origen han caracterizado el reciente fenómeno migratorio.
Para darnos cuenta de la magnitud del crecimiento basta señalar que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 1999 las cifras de población empadronada se situaban en torno a los 40,2 millones de personas, de los cuales 748.953 eran extranjeros, lo que representaba aproximadamente un 2% de la población total. En apenas una década (año 2009), la población empadronada en España supera los 46,6 millones de personas, de los cuales 5.598.691 son extranjeros. Es decir, un 12,0% del total de inscritos.
La Encuesta Nacional de Inmigrantes, realizada por el INE en el año 2007, define «inmigrante» como aquella persona que ha nacido en el extranjero, es mayor de 15 años y vive en España (o tiene intención de hacerlo) desde hace un año o más tiempo (excluyendo el caso de españoles de nacimiento nacidos fuera de España que a su llegada tenían menos de 2 años). De acuerdo con los datos que proporciona esta encuesta, la población inmigrante es mayoritariamente joven (un 72,3% es menor de 45 años, un 20,4% se encuentra entre 45 y 64 años, y un 6,9% tiene 65 o más años), con mayor presencia masculina que femenina (52% y 48%, respectivamente) y con elevado nivel educativo (una de cada dos personas había completado los estudios de educación secundaria y el 20,5% de los inmigrantes era titulado superior), si bien las tasas de masculinidad y el nivel de estudios es muy heterogéneo en función de la nacionalidad estudiada. Por otro lado, la conformación de esta inmigración muestra una amplia diversidad cultural, social, religiosa y económica, lo cual representa un reto a la integración de los extranjeros como ciudadanos de pleno derecho en una sociedad democráticamente joven. Entre las zonas de procedencia y nacionalidades de las personas llegadas a España, se estima que, en el año 2007, aproximadamente 1,8 millones procedían de Iberoamérica, con Ecuador, Colombia y Argentina como los países de procedencia de un mayor número de ellos (371.743, 299.479 y 231.630, respectivamente); y 1,7 millones procedían de países europeos (de los cuales 1,5 millones procedían de los 27 países de la Unión Europea), destacando el número de personas de nacionalidad rumana o búlgara (estimado en 530.786), pero también la suma de ciudadanos alemanes y del Reino Unido (429.392).
Se estima en 767.588 las personas procedentes del continente africano, de las cuales 539.773 son de nacionalidad marroquí (Marruecos es el país con mayor aportación de población). A distancia se encontrarían los inmigrantes procedentes de los países asiáticos y Oceanía (216.244), y los de Norteamérica (33.523). El medio de transporte utilizado para la llegada fue el avión (más del 60%), seguido a distancia por medios de transporte terrestre. Aunque la mayoría ya tenía un empleo en su país de origen (el 56%), el 83,9% llegó sin contrato previo. La mejor calidad de vida que ofrece España (40%) y la búsqueda de un empleo mejor (39%) fueron las causas más aducidas para venir a España, pero también la reagrupación familiar (32%), la falta de empleo en el propio país (23%), el coste de la vida (14%), el clima (11%) y razones formativas o educativas (8%) son también señaladas (respuestas no excluyentes).
Sin duda, la llegada de tal cantidad de población en tan escaso tiempo y su desigual distribución geográfica en el territorio, además de la diversidad cultural y social, han supuesto un importante desafío de adaptación social y convivencia tanto para los recién llegados como para la población autóctona, no escapando a ello las cuestiones relacionadas con la salud pública y con la organización del sistema sanitario.
Pese a ser población joven y siendo lo esperable que mayoritariamente gocen de buena salud («efecto del inmigrante sano»), la heterogeneidad del colectivo y su elevado número requiere análisis específicos que estudien su estado de salud, la utilización de los recursos sanitarios y los determinantes sociales que se encuentran relacionados con ambos.
Destacar el trabajo de ONG para conseguir una mejor atención a las personas inmigrantes. Las personas migrantes sufren vulneración de derechos en el acceso a la salud y padecen obstáculos significativos, como la discriminación en el empleo y el acceso a la vivienda, entre otros. En este contexto, se incide para contribuir a la eliminación de estereotipos y prejuicios, así como en la promoción de la diversidad y convivencia que fomenten el respeto mutuo, la inclusión y la cohesión social. Estos proyectos no solo contribuyen a construir una sociedad más justa e igualitaria, sino que también reconocen y valoran la riqueza cultural y humana que aportan las personas migrantes a la comunidad.
O el trabajo de grandes profesionales como Luis Gimeno: “En contra de ciertas aseveraciones falsas y con un tono claramente xenófobo, la plena incorporación de todos los grupos de población en la cobertura sanitaria universal -volviendo al modelo sanitario que teníamos antes de la modificación legislativa del año 2012- no genera un incremento del gasto sanitario”. Luis Gimeno es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en el centro de salud San Pablo, de Zaragoza, profesor asociado de la universidad maña y miembro de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc).
Gimeno es, junto a otros investigadores, autor de dos trabajos -uno publicado en 2016 y otro en 2021- de prestigio a nivel internacional en los que se radiografía el uso del sistema sanitario por parte de inmigrantes en la región de Aragón. Empleando datos de 2011, es decir, justo antes del RD-ley de 2012 que dejó fuera de la cobertura sanitaria a parte de la población extranjera en España, los expertos descubrieron, entre otras cosas, que el gasto farmacéutico en los usuarios de la sanidad nativos era de unos 317,6 euros al año, un coste que se reducía hasta los 69,5 euros en el caso de los migrantes en situación regular y hasta los 8,7 euros en el de los indocumentados.
“Contrariamente a lo que suele decirse, la atención sanitaria a inmigrantes está menos saturada. Vienen menos a la consulta porque son más jóvenes y están, por tanto, más sanos”, quien también añade en este sentido otros factores como los ya apuntados: la barrera idiomática y la precariedad laboral. “Muchas veces ellos tienen que trabajar más horas que nosotros, y eso les resta tiempo para poder acudir al médico”.
Hay estudios que confirman que la cobertura sanitaria plena a inmigrantes sin permiso de residencia apenas tiene impacto económico: no sólo es que no supone un gasto mayor que la asistencia a españoles, sino que el coste es incluso menor. Son tres los motivos principales que lo explican: los inmigrantes que vienen a España son, de media, jóvenes; a raíz de ello, sufren menos problemas de salud y, por último, barreras como el idioma o la precarización de su trabajo les lleva a ir menos al médico que un usuario nacional.
Como titula Redacción Médica en el artículo, ampliar la atención sanitaria a inmigrantes ni satura ni endeuda al SNS. Mientras tanto, otros para llegar a nuestras fronteras, mueren. Y los políticos del PP, Vox y Junts niegan el reparto de niños inmigrantes que superan las posibilidades de una atención digna en Canarias, Ceuta y Melilla. Mal vamos si no reforzamos Nuestra SOLIDARIDAD.