El calor tiene un impacto importante en la salud, sobre todo en el indicador de la mortalidad. Solamente el 2% de muertes atribuibles al calor se deben a un golpe de calor. El 98% de las muertes por calor se producen en personas vulnerables por agravamiento de otras enfermedades: problemas respiratorios, cardiovasculares… El calor extremo es capaz de alterar nuestras condiciones físicas y mentales, haciendo crecer el riesgo de mortalidad, sobre todo en personas con patologías previas.
El calor extremo es capaz de alterar nuestras condiciones físicas y mentales, haciendo crecer el riesgo de mortalidad, sobre todo en personas con patologías previas. Solo en los dos últimos años, los informes de exceso de mortalidad registran casi 7.800 muertes atribuibles al calor, y Sanidad apunta que el riesgo aumenta entre un 9,1 y un 10,7% por cada grado que la temperatura asciende por encima del umbral de impacto a la salud.
El efecto más grave y llamativo es el del golpe de calor. Aunque solo representa en torno a un 2% de las muertes atribuibles a las olas de calor, los expertos advierten de que puede afectar a población completamente sana.
Así, la exposición al calor de una persona que vive en la sierra no es la misma de otra que vive al borde del mar. El nuevo sistema de alertas que comenzó a funcionar hace semanas divide España en 182 zonas de Meteosalud, en lugar de las 52 provincias que se usaban hasta ahora. Son las mismas áreas que usa Aemet para emitir sus avisos meteorológicos, que agrupan todos los municipios que comparten características climáticas similares dentro de cada provincia. Es una mejor representación de los posibles impactos del calor en salud. El nuevo plan nacional de prevención de los efectos del exceso de temperatura sobre la salud cambia en el ámbito territorial al que afecta, pero mantiene el criterio para evaluar los riesgos. Los avisos se emitirán cuando se prevean tres días consecutivos de temperaturas extremas, con cuatro niveles de riesgo.
El plan incluye un protocolo de comunicación automática a la población.
A más largo plazo, es imprescindible plantear actuaciones arquitectónicas y urbanísticas para adaptar las viviendas y las ciudades al calentamiento derivado del cambio climático que permita refrescar las ciudades y combatir las consecuencias que tiene en la salud de las personas unas elevadas temperaturas que cada vez serán más frecuentes. Salvo excepciones, las ciudades están llegando tarde a trabajar de forma seria y responsable el tema del calor, ya que es urgente que se creen muchas más zonas verdes e islas de refresco, para mitigar las consecuencias de las altas temperaturas. Así, las ciudades necesitarán planes de emergencia climática.
Además, el calor causa otro tipo de trastornos en el organismo. Son más comunes, pero menos llamativos, como calambres, deshidratación, fatiga, irritabilidad, náuseas o vómitos como síntomas del agotamiento por calor. Se trata de una respuesta fisiológica insuficiente del sistema termorregulador y una pérdida de agua y electrolitos que también pueden desembocar en el agravamiento de enfermedades crónicas.
El calor también influye en la toma de medicamentos como diuréticos, neurolépticos, anticolinérgicos y tranquilizantes, bien por una alteración de la conciencia y de la percepción de la realidad, bien por desajustes en la dilatación y vasoconstricción arterial y venosa.
11.000 personas mueren en España y 61.000 en toda Europa debido al calor en un verano, con datos desde el 30 de mayo al 4 de septiembre, lo que conlleva que más de un 40% más de fallecimientos atribuidos a las altas temperaturas de media que en los veranos del periodo comprendido entre 2015 y 2021 e incluso un 20% de incremento respecto a 2019.
Sabemos que si no se adoptan nuevas medidas de adaptación al aumento de temperaturas, las muertes anuales por calor en Europa superarán las 120.000 en 2050.
Sabemos que las medidas a poner en marcha podrían empezar con hacer un censo de las personas más vulnerables al calor, como las personas mayores que viven solas, y vigilarlas de manera activa durante episodios de calor extremo, ya que las personas con patologías previas pueden descompensar sus patologías. Además de a los más frágiles, el calor extremo también mata a los más pobres, ya que la población con bajos ingresos tiende a no usar mecanismos de refrigeración aunque sufran. En esta misma línea, es necesario mejorar los sistemas de alerta ante olas de calor, basándose no solo en criterios meteorológicos como hasta ahora, sino de manera más personalizada en función de la edad, el sexo, el estado de salud o el lugar de residencia de los ciudadanos.
De esas 11.000 personas que murieron por el calor, 7.190 eran mujeres y 4.250 hombres. Junto a ello, el 81% que muere eran personas mayores de 80 años, que constituyen el grupo de edad más vulnerable a las altas temperaturas, 796 muertes de personas menores de 65 años y 1.466 que tenían entre 65 y 79 años.
Sabemos que las personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias, pulmonares, renales, gastrointestinales o incluso neurológicas, así como las que están socialmente aisladas u que son frágiles, son las que tuvieron un riesgo más alto de morir durante la ola de calor. Sabemos también que los países del sur de Europa son los que registran más muertes por el calor.
Las muertes atribuidas al calor en España superan las muertes por cáncer de colon, cáncer de páncreas, de mama, de próstata, de hígado y vías biliares, de estómago, o de la vejiga. El calor es uno de los factores ambientales que tiene mayor impacto sobre nuestra salud. La combinación de altas temperaturas y elevada humedad relativa que se da en la costa es letal para la salud.
Como apunta Manuel Franco, una revisión sistemática sobre la asociación entre las altas temperaturas y las olas de calor y la salud mental publicada en la revista Salud Pública en 2018 encontró 15 estudios que en total mostraban cómo durante las olas de calor el riesgo de suicidio aumentaba un 18%. El calor también hacía aumentar las visitas e ingresos hospitalarios en psiquiatría. Otra revisión sistemática y metaanálisis sobre factores climáticos y trastornos mentales ha sido publicada en 2023 en la prestigiosa revista Science of the Total Environment. Los autores incluyeron 88 estudios en el análisis conjunto de los datos de los estudios previos y mostraron cómo que las olas de calor y las temperaturas extremadamente altas se asociaron con un 5% y un 18% de mayor riesgo de enfermedades mentales como la esquizofrenia, los trastornos del estado de ánimo, y los trastornos neuróticos.
Sabemos que España fue el tercer país europeo con una mortalidad más alta por calor, solo por detrás de Italia y de Grecia. Además, julio fue el mes de mayor aumento de la mortalidad, casi un 33% y se notó sobre todo entre las personas mayores de 75 años. Y además hubo 123 golpes de calor (frente a los 47 de 2019).
Sabemos que la relación entre el cambio climático y la salud, además de con las olas de calor, se manifiesta con el aumento de insectos vectores como garrapatas y mosquitos y la propagación de zoonosis.
Muchas personas de salud frágil mueren en verano sin que se tenga conciencia de que el factor que ha desencadenado la muerte es el calor. Es evidente que las medidas actuales para proteger a la población de las altas temperaturas son insuficientes. Hagamos planes ante la emergencia climática. Y tomemos medidas como:
- Tomar suficiente agua fresca (un vaso pequeño cada 15 o 20 minutos según la cantidad de sudor), incluso sin sed.
- Bañarnos la cabeza, ducharnos
- Utilizar ropa ligera, floja y transpirable (por ejemplo algodón). Si está al sol taparse la cabeza.
- Hacer descansos frecuentes y cortos en lugares frescos y con sombra (que permitan que el cuerpo se refresque)
- Comer alimentos ligeros con frecuencia.
- Evitar la cafeína y las bebidas alcohólicas. (estas bebidas hacen que el cuerpo pierda agua y aumente el riesgo de desarrollar enfermedades causadas por el calor).
- Llevar a la persona que tenga un golpe de calor a un lugar fresco y en posición semisentada para favorecer la respiración.
- Procurar que la persona con un golpe de calor beba agua a pequeños sorbos. A 42 grados, el cuerpo sufre importantes pérdidas de agua y tiene dificultades para regular su temperatura por los mecanismos habituales como la sudoración, produciéndose, como consecuencia, un aumento de la temperatura corporal. Cuando el cuerpo alcanza una temperatura de más de 40 °C (durante periodos de 10 o 15 minutos), estos mecanismos reguladores del calor, quedan superados y entran en shock, produciéndose, entonces, el temido golpe de calor.
- Para reducir la temperatura corporal, habría que retirarle algo de ropa, darle aire con un abanico o ventilador y utilizar paños con agua fría en la frente, la nuca y el cuello.
Por tanto, frente al calor: protegerse, hidratarse, refrescarse y cuidar a las personas más vulnerables.