Desde que existen los periódicos, y los romanceros medievales antes que los diarios, el público no sabe si elegir entre las noticias del pueblo o las de fuera. Las de fuera, con la aparición de los medios narcotizadores de masas, contienen la posibilidad performativa que la demasiada y tosca manipulación de las noticias locales ya perdieron. Pensamos, muchas veces, en las famosas redes anti sociales, pero tan dañinos pueden ser los diarios locales, nacionales o internacionales.
Ahora, el derrocamiento El Asad, el último grito en noticias, desplazará a Gaza, primero por la caída del tirano y luego por las dudas que ya se están planteando sobre quiénes asumirán el poder en Siria. Sobre los operadores en la oscuridad de ese terrible disparate que, aparte de la guerra, duraba ya desde 1971 entre unas cosas y otras, se seguirá diciendo lo ya conocido.
Nos interesan las noticias del exterior porque somos curiosos, porque tenemos la posibilidad de acceder a ellas: los medios y las redes nos las acercan. Al mismo tiempo que nos expulsan de las nuestras con la constante manipulación y la batalla campal permanente sobre la veracidad de las cosas. Además, desde que se estableció el dogma de que nuestras democracias se defendían en Afganistán, ¿se acuerdan?, se restableció la doctrina Monroe ampliada para todo el mundo y retocada, dado que Europa y Estados Unidos avanzaron en sus alineamientos. A esto se le suma que hay un conocido bloque de países buenos y uno de los que son los malos.
En todo este batiburrillo los alquileres ya subieron por encima de las nubes, la pobreza aumenta incluso entre quienes tienen trabajo, los niños y los viejos, y los neoliberales alemanes, que venían planeando dejar caer al gobierno de coalición desde hacía tres meses, tan sibilinos con sus pasados, nada menos que salen a separar la economía anarco capitalista, neoliberal en extremo, de Milei y su negacionismo de los 30 mil desaparecidos. ¿Es posible separar las autopistas de los nazis? No. Ni los pantanos de Franco, que ni siquiera él empezó.
¿Consumimos noticias o las usamos para comprender mejor el mundo que habitamos? ¿El mundo nuestro, el nuestro de cada nosotros, el de nuestra calle y nuestro barrio? Hay grupos en nuestras sociedades que pretenden, o lo pretenden los estudios que los describen, que el voto de protesta hacia las derechas extremadas y las extremas derechas también tiene su base en el rechazo a las presuntas actitudes intelectuales de superioridad de las izquierdas, pero luego resulta que los medios que apoyan o se acercan a las ideologías de derechas neoliberales ofrecen el mismo consumo de noticias para que las gentes que votan contra la intelectualidad se puedan hacer los intelectuales, aunque nada sepan ni entiendan, y solo repitan lo que dice el diario. ¿Se acuerdan de Los enteraos de Selu? Mientras suben los alquileres, suben los alimentos y aumenta la pobreza en los países ricos de Europa, nosotros nos disponemos a discutir sobre la geopolítica del oriente próximo sin habernos echado nunca un mapa a la cara.
Echo de menos la naturalidad de las conversaciones que disfruté tanto con la gente sencilla que te hablaba de las cosas del cada día. No, no renuncio al conocimiento al que tengo acceso, por suerte, pero el aprendizaje de aquellas conversaciones sencillas me permiten dejar correr lo que no es para mí. Habrá quién ahora piense que dónde está mi responsabilidad para con las personas en Siria, en Gaza, en el Sáhara Occidental, en Argentina. Sin duda en no callar, pero sobre todo en trabajar para revertir la situación de los alquileres y la pobreza de mi calle, en mi barrio, en mi ciudad.