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La extrema derecha: un paso hacia el ocaso de la democracia en Europa

La respuesta a esta crisis requiere más que la simple oposición a la extrema derecha. Necesitamos una regeneración profunda del sistema democrático

10 de febrero de 2025 a las 08:59h
Abascal, con líderes de la extrema derecha en Europa, en una cena en Madrid, donde se ha celebrado la cumbre de Patriots.
Abascal, con líderes de la extrema derecha en Europa, en una cena en Madrid, donde se ha celebrado la cumbre de Patriots.

En un momento en que las democracias occidentales muestran signos preocupantes de deterioro institucional, la reciente Cumbre de Patriots celebrada en Madrid emerge como un símbolo inquietante de las corrientes autoritarias que ganan terreno en Europa. Este encuentro, que reunió a figuras como Viktor Orbán, Marine Le Pen y Matteo Salvini bajo el lema 'Hacer Europa Grande Otra Vez', en claro homenaje al trumpismo, no es sino la manifestación más emblemática de una crisis democrática más profunda y multicausal, que encarna también en Europa el ocaso de la democracia.

El panorama actual revela una convergencia peligrosa: por un lado, el desgaste sistemático de las instituciones democráticas por parte de la clase política tradicional, que ha generado un desencanto generalizado a través de la mala gestión, la corrupción y políticas económicas y sociales que han empobrecido a la población y debilitado los movimientos sociales. Y, por otro, el surgimiento de movimientos de extrema derecha que capitalizan este descontento para promover agendas autoritarias y antisistema, que atacan el mismo corazón de la Unión Europea y cuestionan los avances construidos en las últimas décadas.

La pinza que atenaza a la población

La ciudadanía europea se encuentra atrapada en una pinza perversa. Mientras los partidos tradicionales de toda ideología –incluidos los fallidos partidos supuestamente progresistas que emergieron en la década pasada– han sometido a la población a una presión económica sin precedentes (con elevada inflación, alta presión fiscal, un endeudamiento público descontrolado y deterioro progresivo del estado de bienestar), los movimientos populistas de extrema derecha ofrecen soluciones simplistas, que atraen votantes, mientras amenazan los fundamentos mismos del sistema democrático europeo.

La cumbre de Patriots ejemplifica la sofisticación con que estos nuevos movimientos autoritarios operan. Como advierte Anne Applebaum en su libro  El ocaso de la democracia: La seducción del autoritarismo, ya no estamos ante dirigentes golpistas, sino ante un proceso más sutil de erosión democrática desde dentro. Los líderes autoritarios no se presentan como enemigos de la democracia, sino como sus salvadores, los autoproclamados patriotas que dicen defenderla, mientras socavan sus instituciones fundamentales.

El patrón es claro y preocupante: primero se deslegitima a los medios de comunicación independientes, luego se cuestiona la independencia judicial, y finalmente se atacan los derechos fundamentales de las mujeres, las minorías y la población asalariada y jubilada. Todo ello envuelto en una retórica de "regeneración democrática" que enmascara intenciones autoritarias.

Particularmente alarmante resulta la capacidad de estos movimientos para conectar con una juventud desencantada. Una generación que, sin memoria directa de los horrores del fascismo y agobiada por la precariedad económica y la incertidumbre ante los grandes retos y fenómenos sociales que ha traído el siglo XXI, se muestra receptiva a discursos extremistas que, mano dura mediante, prometen soluciones simplistas a problemas complejos, que tampoco saben ni desean resolver.

La crisis actual revela la decadencia progresiva de la clase política en su conjunto. Los partidos tradicionales, tanto conservadores, de centro, como progresistas, han permitido que la corrupción, el clientelismo, la incompetencia y el auge de un liberalismo galopante travestido de libertad consumista, erosionen la confianza en las instituciones democráticas. Esta degradación institucional ha creado el caldo de cultivo perfecto para el auge de fuerzas antidemocráticas.

Necesidad de reformas estructurales

La respuesta a esta crisis requiere más que la simple oposición a la extrema derecha. Necesitamos una regeneración profunda del sistema democrático que recupere su capacidad para servir al interés general. Esto implica reformas estructurales que garanticen la preservación del Estado de derecho, reforzando la independencia judicial, fortaleciendo el sistema de frenos y contrapesos a los órganos del poder público y de los poderes fácticos, garantizando el trabajo de una prensa crítica e independiente del poder, asegurando una gestión económica responsable que priorice el bienestar ciudadano, la transparencia y el buen gobierno en la gestión y que garanticen las libertades y derechos de la población.

El desafío es enorme. No sólo debemos confrontar la amenaza directa que representa el autoritarismo emergente, sino también abordar las deficiencias sistémicas que han erosionado la confianza en la democracia. El modelo democrático europeo se encuentra en una encrucijada histórica. O encontramos la voluntad política para fortalecer nuestras instituciones, garantizar los derechos de la población, controlar el ejercicio del poder y recuperar la confianza ciudadana, o nos arriesgamos a un declive autoritario que podría hacer retroceder décadas de progreso social, económico y político.

La elección es nuestra. Como titulares de la herencia de una generación desposeída que construyó nuestro actual modelo de democracia, y como madres y padres de una generación que ve peligrar su futuro, nos corresponde actuar como sociedad civil activa, vigilante y reivindicativa, que exija responsabilidades a la dirigencia política, ejerza los derechos que proporciona el modelo democrático y plante cara al autoritarismo. ¡Nuestro momento es ahora! 

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