Cuando se tiene una visión simplista de lo que era la sociedad andalusí podría parecer extraño que en al-Ándalus se celebraran fiestas cristianas como la Navidad, o paganas como el año nuevo, correspondientes al calendario juliano, que era el que regía en el mundo occidental cristiano hasta el siglo XVI.
Se podría pensar que solo los cristianos que vivían en al-Ándalus celebraban esas fiestas y que los musulmanes celebraban las típicas fiestas del Islam (la de la ruptura del ayuno o la del sacrificio, principalmente) pero, a través de los textos de la época, vemos que los musulmanes andalusíes también celebraban fiestas de origen cristiano como la Navidad (el milad o día del nacimiento de Isa [Jesús], la fiesta de año nuevo (el yannayr romance o el nayruz oriental), o la fiesta de San Juan el bautista (la ansara).
Esta interrelación cultural y festiva entre las diferentes creencias era lógica si pensamos que la gran mayoría de la población andalusí descendía de la población hispano-romana; que el Corán reconoce como profetas a Isa (Jesús) y Yahya (San Juan); que el nombre de Mariam (la Virgen María) es el único nombre de mujer mentado multitud de veces en el Corán, reconocida como “virgen”; y que las confesiones religiosas se llegaron a mezclar entre los miembros de una misma familia, como se ve, incluso, entre las familias de los conocidos “mártires” de Córdoba, en el siglo IX. También esta relación interconfesional se ve en los “calendarios” andalusíes que recogen indistintamente las festividades musulmanas y cristianas. Igualmente lo vemos en los reproches que hacían los alfaquíes a la población musulmana que participaba en las fiestas cristianas. Algunos de estos reproches los recoge el arabista Alejandro García Sanjuán en su artículo “La celebración de la Navidad en al-Ándalus y la convivencia entre cristianos y musulmanes”. Ese es el caso de la respuesta clara de un alfaquí tunecino a la consulta de un andalusí sobre la participación en la Navidad: “No es lícito [aceptar] regalos en la Navidad de un musulmán ni de un cristiano, ni acceder a ninguna invitación en ese día, ni hacer preparativos para celebrarlo.” También vemos estos reproches en la respuesta de los alfaquíes a la pregunta que se hacía el cordobés del siglo IX, Ibn Waddah, sobre la conveniencia, o no, de que los musulmanes pudieran comer los manjares preparados por los cristianos para sus fiestas como el milad [Navidad], el mahrayan [San Juan] o el nayruz [año nuevo]: “Una cosa se sigue de otra: no debe comerse nada que haya sido preparado para esas fiestas”.
Estas celebraciones andalusíes de las fiestas cristianas se seguían haciendo en los siglos posteriores, incluso con los Almorávides y Almohades, pues las condenas seguían en los siglos XII y XIII. Ese es el caso que vemos en un texto del Cadí de Ceuta Abu-l-Qasim al-Azafi (1249-1278) que recoge el arabista Fernando de la Granja: “He visto (dios nos guarde a ti y a mí de las tentaciones que extravían y nos ayude a vivificar las buenas costumbres) que gentes de toda laya y apiñadas muchedumbres de este nuestro tiempo se ponían de acuerdo de un modo vergonzoso para exaltar el carácter de estas tres fiestas: el milad, el yannayr y el mahrayán, que es la ansara, y se comprometía de manera indigna a celebrarlas y a hacer los preparativos para cuando llegasen, vigilando con el celo las fechas de su celebración y llenos de júbilo ante su venida.”
Era tal la afición andalusí a celebrar la Navidad cristiana que a mediados del siglo XIII, ese mismo Cadí de Ceuta, al-Azafi, proponía instaurar en el Occidente islámico una fiesta que ya se celebraba en el Oriente desde el siglo anterior, el mawlid o nacimiento del profeta Mahoma, para “competir” con la celebración de la Navidad. Todavía tardó tiempo en generalizarse ese cambio en al-Ándalus pues en un calendario anónimo musulmán de la misma época del Cadí ceutí, siglo XIII, redactado en al-Ándalus, no recoge esa entre la fiestas musulmanas y sí recoge la Navidad: “Día de la Natividad de Jesús, el Mesías, la paz sea con él, y es para los cristianos una de sus mayores fiestas”. El mawlid musulmán ya se generalizó posteriormente en el reino nazarí.
¿Pero cómo celebraban la Navidad, y la fiesta de año nuevo? Lógicamente los musulmanes andalusíes no celebraban esas festividades asistiendo a las iglesias, como los cristianos, que tenían sus oficios religiosos en las iglesias y conventos, pero las festejaban igual que los cristianos, haciéndose regalos unos a otros; no trabajando en ese día; dando vacaciones a los niños en el colegio, una tradición que ya se había consolidado en el siglo XIII, según el Cadí de Ceuta al-Azafi: Sueltan a los niños de las escuelas, y con ellos les llenan el corazón de amor por esas innovaciones que ya han echado raíces”. Pero sobre todo se celebraban degustando comidas y dulces especiales para esos días y organizando fiestas, especialmente las leylas o fiestas nocturnas que se hacían la noche anterior a la conmemoración religiosa. Por eso hoy se celebra más la “Nochebuena” que la propia festividad de la Navidad, en los territorios peninsulares en los que ha quedado más la influencia cultural de al-Ándalus, como es Andalucía, y el sur peninsular en general.
Otra fiesta nocturna que se celebraba en esas fechas navideñas era la “noche de la vieja” como la califica el calendario anónimo del siglo XIII: “Es la Noche de la Vieja, a la que también se llama Noche del Hayuz, porque separa el año que acaba del nuevo”. En otro texto del siglo XII, recogido por Fernando de la Granja, se califica a la noche vieja como “noche de yannair” “Preguntaron a Abu.... al-Tutili acerca de la noche de yannair que las gentes llaman la Navidad, (¿?) para cuya celebración se extreman en hacer preparativos y la tienen como una de sus fiestas y se cruzan regalos unos a otros: manjares de distintas clases, y toda serie de joyas y objetos preciosos a manera de presentes. Hombres y mujeres abandonan todas sus tareas para honrar ese día, que consideran el comienzo del año.” En este texto se confunde la noche vieja con la Navidad, y la “noche de yannair” con el “yannair” (el enero) que era el año nuevo.
En estos textos de la época se hacen algunas referencias a que en esos días se degustaban platos que se confeccionan expresamente para esa fiesta. Por ejemplo, en un escrito del Cadí de Ceuta al-Azafi hace la referencia a que en esas fiestas “en algunas ciudades hacen cazuela de pescado en salazón (…) y otras comidas por el estilo”. El poeta cordobés Ibn Quzman hace referencia a que en la fiesta del Yannayr se preparaba una especie de torta llamada hallún, que son las tortas hallullas o jayuyas que se siguen haciendo en algunas localidades andaluzas. También, el cronista Ginés Pérez de Hita, en sus “Guerras civiles de Granada”, explica que a los moriscos de Granada les prohibieron que tomaran “ni en las Navidades y días de años nuevos sus comidas según sus costumbres, que las llamaban mezuamas”.
Pero era la variada repostería andalusí, que contienen los recetarios andalusíes del siglo XIII, y que nosotros recogemos en el libro “La gastronomía de al-Ándalus” la que triunfaba en esas fechas. Mazapanes, mantecadas, turrones o alfajores (de al-hasú, el relleno) debían ser habituales en las mesas de esos días como lo han seguido siendo después. Tampoco faltarían esos días las frutas de sartén como los alfinges (buñuelos), zalabiyas (de las que derivan los actuales churros) y los canutos. Aunque de las frutas de sartén eran muy apreciadas las almojábanas, una especie de buñuelo al que se le introduce queso antes de echarlo en la sartén, y que se consumía calentitas, muy apropiadas para los días fríos.
Seguramente que un bollo de bizcocho, que los recetarios andalusíes denominan como ra’s maymum, y que los recetarios posteriores del mundo cristiano mencionan como “bollos de clavonia” o “bollos maimones” sean los antecedentes de los actuales “roscones de Reyes”. El bollo maimón andalusí era un bizcocho que se hacía con un hueco en el centro y que después se rellenaba con mantequilla y miel. En la receta posterior que recoge el cocinero salmantino del siglo XVII, Domingo Hernández de Maceras, se le añade a ese bollo trozos de frutas confitadas, como a los roscones de Reyes. Estos bollos se regalaban a los niños durante las fiestas por parte de los padrinos.
Pero lo que más llamaría la atención a los niños andalusíes sería un dulce que se conocía como “ciudad de pasta” en la que se representa una pequeña ciudad con alcázar hecha de pasta dulce y en la que aparecen figuras que representan a personas, también hechas de pasta o de azúcar. Su confección la recoge un recetario andalusí anónimo del siglo XIII. Se hacía en moldes que podían representar a personas u otras figuras de la ciudad: “Luego lo adornas con el dorado y lo que quieras de ello, y si quieres hacer un árbol o una figura de alcázar, córtalos pieza a pieza, luego lo adornas estancia por estancia y lo pegas con mástico hasta que se complete la figura que deseas.” Estas “ciudades de pasta” incluían entre los personajes a los sabios magos (después Reyes magos) y a una muchacha virgen engalanada, tal que como lo recoge un poema de un poeta de Triana (al-Taryaní) que recoge Henri Pérês en su libro “El esplendor de al-Ándalus”: “Es una ciudad, dice Abu Imran Musa al-Taryani, rodeada de una muralla ante la cual los sabios magos están pasmados./ No se ha podido construir más que con las manos de una virgen o de una muchacha guardada en casa./ Aparece como una novia que se mostrara adornada con sus galas, hecha de flor de harina, teñida con azafrán.”
Estas “ciudades de pasta”, que tanto nos recuerdan a los “belenes” cristianos posteriores, las confeccionaban la gente más potentada, por su alto valor económico y de tiempo en su elaboración. Aunque también había personas que las hacían para exhibirlas y venderlas en puestos callejeros, como aseguraba el cadí ceutí: “En estas fiestas se hacen unos a otros preciosos regalos que han elegido de antemano y “ciudades” en las que forman e inventan diversas figuras. Los ricos montan en sus casas puestos como los de los tenderos y los arreglan esmeradamente. Hay gente que permite a sus familiares comer de ellos, y otros se lo prohíben. Los adornan como si se tratase de una desposada subida en su estrado, tras la de la cual no se cerraran las puertas. Los hay que venden una parte de aquello y venden [guardan] el resto. Nos ha contado más de un viajero que en algunas ciudades de al-Andalus estos puestos llegan a valer setenta dinares o más, (…).
Es posible que partes de estas ciudades de pasta, o figuras de torres de pequeño tamaño, también se regalaran a los niños como munna (presente), tradición que ha quedado en el villancico actual: “Ya vienen los reyes/ por el arenal/ ya le traen al Niño/ una torre real”.
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